Meryl Streep, la más querida, nominada y conocida actriz del cine actual, recibirá el premio Princesa de Asturias de las Artes en 2023. Sus películas más famosas, como Memorias de África, Los puentes de Madison o El diablo viste de Prada, forman parte del imaginario colectivo. Cuesta creer que le costara arrancar su carrera por no ser "suficientemente guapa" o que, llegado el momento, tuviera de nuevo problemas para encontrar trabajo.
Después de enamorarse a finales de los 70 y casarse con el escultor Don Gummer, Meryl Streep formó una preciosa familia a los largo de los años 80. Su primer hijo, Henry Wolfe, nació cuando la actriz tenía 30 años y acababa de estrenar Kramer contra Kramer.
Estaba en el momento más exitoso de su recorrido. Pero como suele ocurrir en estos casos, el embarazo y los retos de la maternidad que surgieron a posterior le obligaron a hacer un alto. Fueron solo dos años hasta que llegara a los cines La mujer del teniente francés, pero la dirección de su carrera comenzó a virar.
El reto de escoger proyectos
Después de Henry Wolfe llegaron Mamie y Grace. Según ha revelado, escogía sus proyectos con extremo cuidado para que no le apartaran de su familia más de dos semanas. "Siempre admitiré que tuve la suerte de casarme con un buen hombre, porque hizo mucho más fácil el seguir trabajando, incluso aunque me llevaba a los niños al set de rodaje desde que eran muy pequeños", ha explicado la actriz. La maternidad es un trabajo de dos o incluso, como dicen algunos, requiere a todo un equipo.
En el caso de Meryl, para intentar gestionar su carrera y su familia a la vez, contaba con la ayuda de varias personas en casa. Un cocinero, alguien que estuviera pendiente de que los niños hacían los deberes... y en el momento en el que los bebés dejaban de necesitar su atención 24/7, la actriz revisaba guiones.
"Tengo que saber que existe una razón para alejarme de mi difícil, agotador y profundamente interesante trabajo familiar. Para distanciarme cuatro meses y hacer una película tiene que merecer la pena", admitía Meryl. Y se nota en sus proyectos.
En una carrera tan prolífica como la de Meryl, en la década de los ochenta hay una docena de películas, pero destaca la decisión que tomó de narrar los cuentos infantiles de Beatrix Potter. Una decisión claramente influenciada por su nueva faceta como madre. Además, le ofrecía la posibilidad de trabajar con un horario que le facilitara el ver a sus hijos.
Para Meryl, la industria del cine ha sido "amable" con ella a la hora de conciliar. Así lo aseguraba en una entrevista con Oprah, sobre todo porque el tiempo entre proyectos te permite dedicarte al 100% a tus niños. Sin embargo, el problema vino después.
El edadismo en Hollywood
Pero cuando en 1991 nació su última hija, Louisa Jacobson, Meryl se enfrentó a otro reto. Tenía 42 años y cuatro hijos a los que cuidar. De nada servían sus éxitos abrumadores en La decisión de Sophie o Memorias de África, el volumen de ofertas de trabajo empezó a caer de manera drástica, y se puede ver en su filmografía.
"Cuando cumplí 40 me ofrecieron tres papeles de bruja. No me ofrecieron mujeres aventureras, historias de amor, héroes o demonios, fueron brujas porque era 'vieja' con 40", explicó Meryl Streep en 2014. Cabe señalar que en esa época ya tenía dos premios Oscar y había sido nominada hasta en seis ocasiones más.
Finalmente, con 65 aceptó ese papel de bruja que tanto le había ofrecido. Lo hizo al interpretar a la protagonista de Into the woods, un musical que terminó teniendo muy malas críticas. Al final tenía Meryl razón y no había motivo para darle alas al cliché.
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