Ya lo decían en The Crown: hay dos tipos de Windsor, los buenos y las ovejas negras. Fue la abdicación del rey Eduardo, una de esas malas hierbas de la Familia Real británica, la que hizo que primero Jorge VI y luego su hija Isabel II llegaran al trono. Aquel monarca que duró algo menos de un año rechazó la corona porque quería casarse con Wallis Simpson, una americana divorciada. Por tanto, las comparaciones con Harry y Meghan son más que fáciles.

A lo largo de estos años desde que Harry empezara su relación con la actriz estadounidense y divorciada Meghan Markle, el recuerdo de Eduardo y Wallis ha permanecido muy vivo. En un primer momento, a medida que los duques de Sussex fueron acercándose a su boda, en mayo de 2018, parecía que la suya sí sería una historia de amor con final feliz, que la Familia Real británica se había modernizado y que se había aprendido de los errores del pasado.

Eduardo VIII y Wallis Simpson el día de su boda, en 1937. | EUROPA PRESS

Las mejores conexiones

Sin embargo, las circunstancias se impusieron. Aquella primera entrevista en la que Meghan admitió que nadie le había preguntado cómo estaba después de ser madre enseñó las primeras grietas en la imagen perfecta de la realeza. Y desde ahí todo fue cuesta abajo y sin frenos hasta que, a día de hoy, los duques de Sussex viven en Montecito (California) completamente alejados de Buckingham.

En la meca del cine han sabido relacionarse con todo tipo de actores, celebrities y personas poderosas. También personas adineradas como Nacho Figueras, el polista con quien Harry está ahora mismo de viaje en Japón. Otro ejemplo es Oprah Winfrey, a quien ofrecieron su famosa entrevista en 2021.

El príncipe Harry y Meghan Markle en su entrevista con Oprah. | EP

Eduardo y Wallis también ofrecieron una polémica entrevista

De la misma manera vivieron Eduardo, duque de Windsor, y Wallis Simpson. Su destierro, más o menos escogido, fue entre Francia, en el Château Le Bois de París, Estados Unidos, España y Portugal. En todos sus destinos, que escogían dependiendo del clima y la época, también vivían muy bien conectados con las élites. También pasaban largas temporadas en Estados Unidos y eran considerados verdaderas celebrities.

Muy probablemente de haber existido Netflix les hubieran ofrecido también un documental. De hecho, la entrevista que dieron en 1970 fue un verdadero éxito, aunque en su caso habían tenido 34 años para darle vueltas a lo que dirían en televisión. Doce millones de personas vieron esas primeras declaraciones de Eduardo y Wallis, la misma cantidad de gente que vio en 2021 la de Meghan y Harry con Oprah.

Mismas acusaciones

Como a Meghan, a Wallis también la acusaron siempre de ser una trepa. De haber organizado vilmente el conquistar a un príncipe para ascender en la clase social. Es un rasgo muy típico de la sociedad patriarcal el pensar que las mujeres son manipuladoras. En ambos matrimonios se habló también de crisis de manera muy habitual. Ahora, precisamente, se especula que el príncipe Harry y su mujer puedan estar atravesando un importante bache en su relación.

Por su modo de vida también se les llamó vividores y se les acusó de no querer trabajar. Eduardo y Wallis no tuvieron la oportunidad a la que sí han accedido Harry y Meghan de producir contenido multiplataforma para que sea consumido a nivel mundial. Eso sí, al exrey sí se le ofreció trabajo para la corona: fue gobernador de las Bahamas durante la Segunda Guerra Mundial, aunque por miedo de la Casa Real a su aparente simpatía a los nazis.

Otra gran diferencia para Meghan y Harry es que ellos sí han formado una familia, que Eduardo y Wallis nunca construyeron. El príncipe británico ha tenido dos hijos con la actriz, mientras que el exrey nunca llegó a tener descendencia.

Meghan y Harry presencian un partido de baloncesto el pasado mes de abril. | EUROPA PRESS

También cabe señalar la diferencia en sus caracteres: mientras Wallis se mantuvo siempre en un discreto segundo plano, parece que Meghan no tiene miedo a tomar la voz cantante. Han cambiado los tiempos, y una mujer con independencia y autoridad no tiene por qué estar mal vista. La actriz se dejó ver la semana pasada en uno de los conciertos de Taylor Swift en Los Ángeles mientras el príncipe Harry estaba en Japón con sus amigos. Sin duda, ellos son más modernos.