Netflix, una de las compañías audiovisuales más poderosas del mundo, sostiene su éxito (en gran parte) gracias a los realities. Títulos como Mujeres ricas de Beverly Hills o Las Kardashian fueron de los primeros en llegar a su catálogo. Sin embargo, no eran producciones propias. En los últimos años han encontrado un target importante entre sus suscriptores con programas con el sello de la N. Entre ellos Love is Blind, El ultimátum o Jugando con fuego, los tres centrados en encontrar el amor. Más recientemente han probado un nuevo enfoque con el que comerle terreno a las mujeres ricas.
Selling Sunset fue la primera de sus apuestas, un reality que sigue a varias mujeres que son las agentes inmobiliarios de la empresa Oppenheim Group. Su trabajo consiste en visitar casas de lujo en el centro de Los Ángeles, ponerlas en el mercado, organizar fiestas y vender estas fabulosas mansiones. Llevándose, por supuesto, comisiones estratosféricas.
Además, esta rutina la realizan con looks que, a medida que han avanzado las temporadas, se han vuelto cada vez más over the top. Es decir, si empezamos con minifaldas y taconazos en la sexta temporada ya estamos hablando de plumas, volúmenes, lentejuelas... casi casi al nivel de la pasarela. También es importante para el reality los líos que tienen entre ellas y con sus parejas. Dando alas al cliché de que cuando se junta un grupo de mujeres siempre hay problemas, Selling Sunset vive de los conflictos.
Sus dramas se desarrollan en falso directo
Un factor que tiene especial interés sabiendo que las protagonistas son semicelelebrities en Estados Unidos. O como dirían allí B listers, gente que no es superestrella pero es conocida. La protagonista de Selling Sunset es Chrishell Stause, exactriz Todos Mis Niños, Días de nuestras vidas, y cuando empezó el programa estaba casada con el actor Justin Heartley.
Sin embargo, su divorcio forma parte del final de la primera temporada. La vemos destrozada marchándose a casa con su familia, pero también cómo sus compañeras dudan de la veracidad de sus reacciones. Por lo tanto, Selling Sunset consigue que problemas reales se trasladen a la oficina, y que sus protagonistas den carnaza a los espectadores ávidos de esa mezcla perfecta.
La mezcla que tenía Sexo en Nueva York: mujeres protagonistas, historias jugosas, círculos adinerados y looks idílicos. Ahora la ficción se nos queda pequeña y nos vemos fascinados por la realidad guionizada de estas agentes inmobiliarias fabulosas. Por supuesto, no todo está preparado, pero tal y como han contado algunas de las protagonistas, sí se da pie a situaciones para "instigar las emociones de las protagonistas".
Lo contaba Christine Quinn, una de las protagonistas de las seis primeras temporadas, que rápidamente se convirtió en villana. "Hay seis personas que crean narrativas y dependiendo de cómo cambien nuestras vidas en el mundo real pueden rotar las líneas argumentales", explicó en el pódcast Call Her Daddy.
Sus historias dan lugar a titulares fuera del mundo reality
Otro de los dramas que cuentan es el de Amanza Smith, expareja y madre de los hijos de Ralph Brown, exjugador de fútbol americano que desapareció en 2019. De hecho, su historia se cuela en la segunda temporada del reality. A pesar de que la protagonista quiso mantenerlo lejos de la televisión en un primer momento, admitió que era imposible ocultar la montaña rusa emocional que estaba viviendo.
Ni su familia ni sus amigos tienen información acerca del paradero de Ralph Brown. Lo último que Amanza Smith supo de él fue un email en el que le decía que "no es seguro" que los niños estén con él. Un mensaje que no tenía sentido cuando solo unos días antes había estado con sus hijos y siempre había sido un buen padre, presente y atento.
Otra historia que fue directa a los medios de comunicación fue la de Heather Rae Young, otra de las agentes inmobiliarias, y su relación con la personalidad televisiva Tarek El Moussa.
¿Beneficia a una marca salir en un reality?
La cantidad de peleas que hay entre las agentes inmobiliarias no parece impedir que los dueños de la agencia, Jason y Brett Oppenheim, abran más sucursales. Y nuevas oficinas también quiere decir nuevos realities: después del éxito de Selling Sunset en Netflix, la plataforma de contenidos dio el visto bueno a Selling The OC.
¿La diferencia? Un reparto diferente al de Beverly Hills y mansiones en Orange County, una zona especialmente adinerada que sirvió como escenario para la serie dosmilera de The OC. En este caso encabezan el plantel Tyler Stanaland, que en la primera temporada estaba todavía casado con la actriz Brittany Snow, protagonista de Pitch Perfect. Pero como ocurrió con Chrishell Stause, vimos cómo se iba desmoronando su matrimonio.
Lo que tiene Selling The OC que no tiene Selling Sunset es un reparto más variado. A pesar de que la mayoría de los hombres están emparejados, sigue dando pie para que haya líos. Algunos de ellos se desarrollan incluso en eventos de empresa o viajes de trabajo, resultando en varios de los agentes peleándose a gritos en alguna de las mansiones que pretenden vender.
¿Cómo funcionan las comisiones en Selling Sunset y Selling The OC?
Y aún con todo, en la edición de Sunset Boulevard y la de Orange County consiguen vender casas millonarias. Las comisiones espectaculares que mencionábamos se dividen así: si una casa vale 10 millones, la comisión del 5% sería 500.000, que a su vez se partiría en dos. Una mitad para quien representa al comprador y otra para el agente que gestiona la venta, dos papeles que a veces ejerce la misma persona.
Una vez hecha esta división, lo restante se reparte en un 70/30, el porcentaje mayor es para la agente inmobiliaria y el menor para el grupo Oppenheim. Es decir, si una de las chicas consigue vender una de las propiedades que representa a uno de sus clientes se quedaría con el 70% de ese 5%: unos 350.000.
Sin embargo, hay que tener en cuenta que no es tan habitual que vendan casas por encima de los 10 millones de dólares. De hecho, en su web las hay por menos de 1 millón, lo que demuestra que no siempre están tratando con multimillonarios. Por eso, cuando consiguen hacer una transacción de siete cifras lo celebran por todo lo alto porque es todo un hito.
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