Cuando empezó a crecer el mundo de las influencers, allá por 2015 con el fin de los blogs y el auge de Instagram, chicas como María Pombo o Dulceida empezaron a imponerse al resto. Se diferenciaron de otras personalidades como Miranda Makaroff, Madame de Rosa o Gala González, y tomaron caminos diferentes.

En el caso de María Pombo, es innegable que su relación con Álvaro Morata fue una parte definitiva de su boom. De la misma manera que la boda de Dulceida con Alba Paul supuso un cambio positivo en su recorrido profesional. Las dos influencers compartían sobre todo sus estilismos, pero también detalles sobre su vida personal, lo que ha terminado por convertirlas en personajes de la crónica rosa.

María Pombo en una foto de archivo. | EUROPA PRESS

Triunfaron porque ofrecían algo que no daban los famosos: cercanía, naturalidad, frescura. Se esperaba que sus recomendaciones fueran genuinas y que su estilo fuera alcanzable. Que actuaran como guías de sus seguidores y les ayudaran a mejorar su estilo o su forma de vida. La pregunta es si a día de hoy ofrecen ese mismo servicio cuando su rutina consiste en fiestas, viajes de lujo y cada día un estilismo nuevo.

El gusano de Lucía Pombo demuestra el cambio de paradigma

Aunque María Pombo es la más famosa de la familia, sus hermanas mayores Lucía y Marta también pueden presumir de 460 y 770 mil seguidores cada una. Y los de la primera han crecido considerablemente esta semana porque compartió que tenía un gusano en un pie, una larva migratoria que se mueve y crece dentro de la piel.

Sin embargo, cuando compartió la última actualización del parásito parecía molesta. "Siento deciros a muchos que creo que ha muerto, ayer no lo sentí por la noche. Sigue ahí, pero yo creo que ha muerto", compartía Lucía. Dejaba claro que, una vez desaparecido el problema, no pretendía hablar más del tema. Eso sí, entre cada uno de los vídeos en los que hablaba del tema, metió publicidad del Black Friday.

Lucía Pombo responde a los medios tras una polémica de su hermana. | EUROPA PRESS

De la misma manera que, cuando su hermana María Pombo desveló por error su embarazo, o una crisis en su matrimonio con Pablo Castellanos, el mundo se volvió loco. El público quiere ver frescura y naturalidad, quiere conocer a las personas a las que sigue y a las que tiene como referencia de estilo. Y a partir de ahí, comprar o interesarse por todo lo que ellas recomiendan.

No hablan de su vida personal

En su último acto con GHD, Dulceida aseguraba que ella no hablaba de su vida. Al menos lo hacía de una manera muy reducida. Sin embargo, los medios se interesaban por su opinión acerca de la canción de Marlena que parece ir dirigida a ella.

Su relación con Alba Paul es solo pública hasta cierto punto. Nunca llegaron a explicar los motivos de la ruptura ni qué cambió para que volvieran a reencontrarse. Pero sí comparte fotos de sus vacaciones, de sus looks, de su casa, de su vida juntas.

Igual que lo hace Violeta Mangriñán, que tiene dos hijas con Fabio Colloricchio, a quien conoció Supervivientes 2019. En el caso de esta última, su vida ha cambiado desde que no la comparte en televisión sino bajo su propio criterio en Instagram. Salir del ciclo de programas en donde se cuestionaba su credibilidad y se criticaba públicamente cada paso que daba le ha valido para conseguir nuevos contratos de publicidad. Marcas que antes no querían estar asociadas con ciertos formatos televisivos ahora son colaboradoras habituales.

¿Quién influye a las influencers?

En el caso de Violeta Mangriñán, aunque no empezara como un referente de estilo ya se ha convertido en uno. Sus estilismos son una de las preguntas más repetidas en sus publicaciones: ¿de dónde es ese vestido? ¿Dónde has comprado ese bolso? Pero la influencer trabaja a menudo con una estilista. Concretamente con Ana Capel, que ha trabajado también con Begoña Vargas, Aitana, Belén Cuesta o Elena Furiase.

Ana Capel también ha elaborado en ocasiones estilismos para María Pombo, sobre todo a finales del pasado año, y más recientemente es Francesca Rinciari quien prepara sus estilismos. De la misma manera que Víctor Blanco ha sido estilista de Victoria Federica y David Rivas es con quien trabaja habitualmente Marta Díaz, Lola Lolita o Teresa Andrés Gonzalvo.

Además, las firmas de moda envían a las influencers con quienes tienen contacto sus novedades. La intención es que reciban todas sus prendas de moda, consiguiendo así una publicidad a muy bajo precio de sus prendas. Por ejemplo, ¿es casualidad que María Pombo luciera el vestido de lentejuelas de la nueva colección Jen Ceballos x Mango en su último acto? ¿O es una estrategia de comunicación de la firma?

Sobre todo cuando la propia María etiqueta a la firma en sus fotografías, así como a la joyería Suárez. Lo normal es que la gran mayoría de sus publicaciones remitan a alguna marca: ya sea su propia marca de ropa, Tipitent, o colaboraciones pagadas.

Resumiendo: las influencers ya no quieren contar su vida y ya no comparten sus propios estilismos sino que se apoyan en el trabajo de un profesional. Sumado a que la gran mayoría de lo que comparten es publicidad. ¿En qué influencian, entonces?

¿Se ha agotado el fenómeno influencer?

Este modus operandi causa que, quienes hace tiempo movían enormes cantidades de dinero con cada una de sus publicaciones, hayan visto reducida su influencia. Cualquiera que utilice Instagram es consciente de que, además de la publicidad constante de la propia aplicación, la mayoría de lo que publican los creadores de contenido es pagado.

Muchos influencers se quejan de que Instagram ya no enseña sus publicaciones. ¿Podría ser que el público ya no quiere ser víctima de un bombardeo constante de códigos de descuento y links de afiliado?

La esperanza está en las nuevas generaciones de creadores de contenido. Por ejemplo, influencers como Ariane Hoyos, que ganó el premio a mejor tiktoker revelación en los premios de la plataforma.

También Dan Renville, que estaba nominado en la misma categoría, Carla Paucar o Marta Díaz de Mera... aquellos que han crecido viendo las redes sociales y han vivido cómo de excesivo es el uso de influencers para publicidad. Ofrecen ese soplo de aire fresco para que el gran público vuelva a confiar en los creadores de contenido.