El programa de Isabel Preysler ya está disponible en Disney+. Un espacio que se ha vendido como una preparación de la socialité para la Navidad pero que termina siendo una carta más íntima de lo esperado. Con vídeos caseros de sus navidades cuando sus hijos eran pequeños, o con la aparición estelar de todos ellos (salvo Enrique). Con confesiones que pueden parecer insulsas pero que reflejan que, detrás de esa mujer impertérrita y siempre perfecta, hay una persona sensible e inteligente.

Isabel Preysler: Mi navidad empieza de manera casi cinematográfica. Las primeras imágenes recuerdan a Roma de Alfonso Cuarón y la casa de Puerta de Hierro y sus trabajadores son presentados en escena incluso antes que la protagonista. Sin duda, el servicio se convierte en uno de los principales focos de atención desde el principio. Incluso expresan uno a uno sus percepciones sobre su jefa.

Isabel Preysler rodando con su hija pequeña, Ana Boyer. | Disney+

Como sacados de una película

Al ritmo de una música que bien podría sonar en Los Bridgerton, el documental presenta a una mujer de otro siglo que cuida de su hogar con la ayuda de sus trabajadores. Descubre también algunos detalles de su rutina, como que disfruta de un desayuno y un entrenamiento privados en casa antes de empezar el día.

Su desayuno está compuesto por agua caliente, zumo de pomelo, un kiwi, pomelo, semillas de lino y agua de Jamaica. Un menú digno de alguien que, como mínimo, lee las revistas de moda. Isabel lo admite, todo lo que se publica sobre su familia lo lee y le interesa más. Aunque considera que mucho es falso.

Cuando llega el momento de salir de casa, lo hace en un coche con cristales tintados conducido por su chófer de confianza. Isabel le pregunta con aparente cotidianidad por los fotógrafos que están apostados en la puerta, que incluso llevan micrófonos esta vez. Acostumbrados a ver las imágenes de Isabel desde la calle, resulta curioso ver cómo se vive desde dentro del coche.

Isabel Preysler en una imagen de noviembre. | José Oliva / Europa Press

La historia de cómo conoció a Julio Iglesias no es del todo correcta

Siempre se ha contado, así lo reflejan infinitas publicaciones de ¡Hola!, que Isabel y Julio Iglesias se conocieron en una fiesta de los Terry. No es del todo así como la cuenta ahora ella, algo más libre y desenfadada de lo que era hace unos años, probablemente.

Según explica, estaban de camino a esta cita social cuando, en un semáforo, vieron a Julio Iglesias con Julio Ayesa en el Mercedes descapotable del cantante. Charlaron por la ventana y supieron que iban al mismo destino. Antes de que se dieran cuenta los amigos de Isabel la habían sacado del coche el que iba para que fuera con los dos jóvenes. Un simpático recuerdo que la protagonista ha contado con cierto aire de melancolía en los ojos y una sonrisa tierna.

Un cariñoso recuerdo a Miguel Boyer

Julio Iglesias y Miguel Boyer son las dos exparejas de Isabel Preysler que tienen más protagonismo. Se habla de Miami y el expolítico sale en la mayoría de los vídeos caseros de Navidad, se muestra cariñoso y natural en un ambiente familiar. Se escuchan detalles, como a Enrique o Julio José diciendo a su padrastro que no les gusta leer aunque su madre les haya regalado libros, por ejemplo.

"Siempre preparaba regalos y unos sobres a cada uno en los calcetines. No era nada serio, pero comprendo que en el trabajo diera esa impresión. Tenía mucho sentido del humor, era muy cariñoso y muy tierno", desvela Isabel. También habla de la relación que tenía con su hija Tamara, que era muy pequeña cuando sus padres se divorciaron y llegó a su vida el nuevo marido de su madre.

"Era muy disfrutón y muy querido. Mis hijos lo querían mucho. Él llega a casa cuando Tamara era muy pequeña y cuando le firmaba los regalos y las notas le firmaba como 'tu casi padre'. Miguel fue un pilar muy importante en la vida de Tamara. Y Tamara lo adoraba", desvela Isabel.

En particular, se habla con cariño y con mucho dolor de la etapa en la Miguel Boyer estaba enfermo. Isabel recuerda su tiempo en el hospital, momento en el que dice que dejó de hacer yoga porque estaba solo pendiente de su marido, y de su vuelta a casa, en donde falleció.

La socialité explica que el espíritu de Miguel Boyer sigue muy presente en la casa porque muchos de los trabajadores le conocían también. Tanto es así, que el chófer llega a emocionarse al recordar el día en el que el exministro de Economía falleció en 2014. Unas lágrimas que sorprenden, porque Isabel prefiere mostrarse fuerte. Y admite que no fue fácil serlo cuando su marido sufrió el ictus.

Hacerse mayor en versión Preysler

A sus 72 años, Isabel Preysler puede presumir de llevar un estilo de vida activo, sano y lleno de emociones. Sin embargo, admite que hace unos años decía a los cuatro vientos que quería morirse al llegar a los 70. Bajo su punto de vista, la séptima década era ya muestra de un recorrido bueno, de haber disfrutado y haber sentido todo lo que tenía que sentir. Sin embargo, ahora tiene sus dudas.

Admite no tener miedo a la muerte, pero hacerse mayor no es tan agradable: "Pierdes agilidad, no solamente física sino mental. Envejecer es una lata. Después tienes que depender de gente. Eso es horrible. Y la enfermedad. Todo eso viene con la vejez".

Isabel Preysler en un fotograma de su documental. | Disney+

Todo ello expresado con una naturalidad que poco antes había dicho que no tenía. Isabel Preysler asegura que, mientras sus hijos son cercanos y naturales ante las cámaras, a ella se le da mal comunicarse en vídeo. Prefiere las fotografías, admite. Se refiere incluso al fiasco de su programa de televisión en los años noventa.

Ante la pregunta de qué deseo pide para el nuevo año, Isabel lo tiene claro: "Que se parasen todas las guerras [...] y que todos los niños pudiesen disfrutar de la Navidad".