La reina Letizia ha formado parte de la tradicional recepción anual al Cuerpo Diplomático acreditado en España en el Palacio Real. Una ocasión para la que lució sus mejores joyas pero las equilibró con un vestido de lo más discreto. Se trata de las piezas que recibió como regalo de pedida, por parte de don Juan Carlos y doña Sofía, en 2003 con motivo de su boda con don Felipe.

Las estrenó en la cena preboda, en 2004, en el Palacio del Pardo con un vestido de raso color plata con los hombros al aire. Sin embargo, hacía dos décadas que no las sacaba (al menos públicamente) del joyero. Esta vez la ocasión, y el aniversario de su boda que se celebra ese año, pedían que volviera a ponérselas.

La reina Letizia se coloca la pulsera de diamantes, zafiros y perlas que recibió como regalo de bodas. | EUROPA PRESS

Un vestido al que no le gustan las joyas

Se trata de un conjunto de pendientes, collar y pulsera de diamantes, zafiros y perlas que pertenecieron a María de las Mercedes, la madre del rey Juan Carlos. Y concretamente el brazalete ha terminado en el suelo del Palacio Real este martes cuando, en medio de la recepción, se le ha desenganchado a la reina Letizia de la muñeca.

En vez de reaccionar de manera sorprendida o altiva, la reina Letizia se ha agachado rápidamente y con naturalidad a recoger la joya, a pesar de que no es lo que dicta el protocolo. Pero lo más sorprendente, es que es la segunda vez que a la mujer de Felipe VI le pasa algo así con el mismo vestido.

La reina Letizia llevó el broche en la mano hasta que pudo ponérselo de nuevo, una vez dentro de Palacio. | EFE

Este traje de color azul marino con cuello de pico y falda larga de vuelo ya formó parte de una anécdota similar. En 2022, mientras celebraban la Pascua Militar, la reina Letizia estrenó este vestido tan sobrio que había adornado con el broche con perlas que forma parte de las Joyas de Pasar, de la colección de la reina Ena. Es decir, también una de las piezas más importantes del joyero real, aunque por motivos diferentes.

Sin embargo, el vestido hizo de las suyas y el broche se cayó al suelo al igual que este martes ha pasado con la pulsera. Aquella vez fue el rey Felipe quien se dio cuenta y se agachó, inmediatamente, a cogerlo. De nuevo el protocolo fue lo de menos y se impuso la naturalidad.