El día 8 de marzo es el día la mujer trabajadora, una ocasión para recordar las luchas en las que continúa inmerso el movimiento feminista. Una de ellas es la de los partos informados, sanos, libres y sin patologización o medicalización innecesaria. La obstétrica sigue siendo una de las formas de violencia hacia la mujer más desconocida. Incluso, a veces, para las propias víctimas.
El mito alrededor del parto es, en parte, responsable de esta situación. Esa idea de que es el mejor día de tu vida, el momento en el que conoces a tu hijo, en el que todo lo demás deja de ser importante. Otro motivo es el rechazo que existe todavía dentro de la comunidad médica ante este tipo de reivindicaciones. Existe una creencia generalizada de que las historias de violencia obstétrica son exageradas. Incluso ciertos profesionales de la salud creen que el nacimiento de un bebé es una situación de riesgo en sí misma.
Las consecuencias de la violencia obstétrica
Se usan clichés machistas -como las mujeres son muy sentidas, muy sensibles, o que todo eran las hormonas- para minimizar su dolor, invalidar sus emociones o hacer luz de gas a su experiencia. Pero los estudios, ahora que por fin se escuchan las reivindicaciones de las mujeres, demuestran que la violencia obstétrica existe, en grados muy diferentes, en todas partes del mundo.
En España se observa, por ejemplo, en detalles pequeños como la rasuración del perineo o el uso de enemas, que ya prácticamente no se hacen. Pero también en otros más graves y más habituales como el alto porcentaje de cesáreas, de episiotomías, de partos inducidos o en el uso de maniobras desaconsejadas como la de Kristeller. Esta consiste en empujar la barriga, a veces hasta con el peso corporal de la matrona o ginecóloga, causando dolor, lesiones e incluso rotura del útero.
Por tanto, el resultado de la violencia obstétrica no se remite solo a los sentimientos heridos o a ilusiones rotas porque el parto no salió como esperaba la madre. Hablamos de infecciones, traumatismos, disfunción del esfínter anal, incontinencia, dolor al tener relaciones sexuales... Recientemente se ha demostrado, además, su relación con la depresión posparto.
Para evitar estas circunstancias se elabora una estrategia en 2008, con el Ministerio de Sanidad, el Observatorio de Salud de la Mujer que dirigió Concha Colomer, Científicas de Medicina Ginecológica y Obstetrica SEGÓ, la asociación nacional de matronas FAME, algunos jefes de servicio y la asociación El parto es nuestro (EPEN). Se establece el uso de un plan de parto, en el que la mujer estipula sus preferencias en diferentes situaciones. Aquello fue un hito, pero todavía queda mucho camino por recorrer, casi 20 años después, tal y como señalan desde EPEN.
Casi un 40% de mujeres considera que ha sufrido violencia obstétrica
Las historias están ahí. Hace un año, el Comité para la Eliminación de la Discriminación contra la Mujer de la ONU responsabilizaba por tercera vez a España por un caso de violencia obstétrica. Según datos del Observatorio de Violencia Obstétrica de España, casi un 40% de mujeres considera haber sufrido este tipo de situaciones durante el embarazo, el nacimiento del bebé o el posparto. Y se estima que la cifra es realmente mucho más alta, pero la falta de información es definitiva.
A veces cuesta creer también que una persona formada en el cuidado de los pacientes pueda llevar a cabo maniobras potencialmente perjudiciales. O que incluso sea una mujer, que a lo mejor también ha dado a luz y sabe lo que es, quien pueda crear un ambiente que perjudique a la madre. Pero ocurre, y muchas de esas historias de terror se pueden leer en la web de El parto es nuestro.
Pero para entender lo que sufren las mujeres que han sido víctimas de la violencia obstétrica no hace falta haberla vivido en las propias carnes. "Todos podemos empatizar con un mal trato en una consulta médica, con la infantilización o el miedo a preguntar", asegura Àlex Badía, productor del documental Parir.
Esta producción, que está en formato web en RTVE, cuenta las historias de varias mujeres, desde antes de dar a luz hasta unos meses después. Todas ellas en un pequeño hospital público que acompaña los partos con un modelo humanizado: poniendo a las mujeres en el centro y respetando sus derechos.
Existe otra manera de dar a luz
La intención de la productora, Barret, era demostrar que este tipo de parto existen. Que el acto de dar a luz puede realizarse de una manera totalmente diferente a la que acostumbra a mostrar el medio audiovisual. No tiene por qué ser tumbada en una cama. De hecho según los estudios esta opción favorece la medicalización y dificulta el proceso natural de la mujer. Por supuesto, cuando la situación se complica los profesionales sanitarios, formados de manera profesional para responder, toman las decisiones correspondientes en base al plan de parto.
"Todavía sigue siendo excepcional que las mujeres tengamos a nuestra disposición lo que la ciencia ahora mismo nos puede ofrecer. Se sabe que el agua es el mejor analgésico no farmacológico que hay. El agua y el movimiento son las mejores opciones para el trabajo de parto", comenta Ana Polo, de EPEN. "Pero en los hospitales españoles hay poquísimas bañeras. La mayoría de las mujeres siguen teniendo los cinturones de control del bienestar materno y de la criatura con sistemas de telemetría fija. Es decir, correas que van a un monitor fijo que tiene un cable cortísimo, así que la mujer no se puede levantar, no puede pasear a su gusto. Una vez estás tumbada en una camilla lo que quieres es que te analgesien, lo que lleva consigo una serie de intervenciones sanitarias", explica.
Y todo esto no son peticiones al azar. Forman parte de las recomendaciones que se marcaron en 2008, tras el trabajo conjunto del Ministerio de Sanidad y EPEN.
La falta de cuidados posparto también es violencia obstétrica
Pero la violencia obstétrica no tiene por qué terminar tras el parto. Desde El parto es nuestro señalan la importancia del cuidado de la mujer después de dar a luz. "Todo el mundo quiere ver al bebé cuando nace pero lo que necesitan la mujer y su hijo es estar protegidos y que atiendan todas sus necesidades", comenta.
Esa madre tiene que cuidar de su bebé, atender a los que le rodean, y todo ello, probablemente, sin dormir. Está agotada. Le duele todo. Es posible que le hayan cosido un desgarro o que tenga los pezones agrietados. Pero sin perder esa mentalidad de que has vivido el mejor día de tu vida. "Tiene que dedicar muchísima energía a sentirse bien pero no puede ni meterse en la ducha", añade Ana Polo. Y los servicios de salud autonómicos (tanto públicos como privados) no ayudan a la recuperación de la mujer, no hay visitas de matronas porque no hay personal suficiente.
Está en manos del poder económico de la mujer el poder permitirse después tratamientos a veces imprescindibles para su bienestar. Por ejemplo sesiones para recuperar la firmeza del suelo pélvico, para aliviar la diástasis abdominal o incluso asesoramiento de lactancia. Por lo tanto, un gran porcentaje de las madres quedan marcadas de por vida, con más o menos secuelas que no pueden tratarse.
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hace 9 meses
A ver, venga, vale, es el día de la mujer y hay que decir alguna «boutade». En todas las profesionales hay mejores y peores profesionales. En la Sanidad en concreto no sé si habrá «violencia obstétrica» por rasurar alguna parte o empujar la barriga. Lo que sí sé, y no soy sanitario, es que los médicos se dejan la piel cada día para salvarnos la vida y por tanto también habrá violencia oncológica, violencia prostática, violencia ulcerosa o violencia ortopédica. No sé si es que solo lo que les pasa a las mujeres es importante, pero, menos la prostática, todas las demás también pueden sentirlas. A ver si algún día conseguimos que este neo-feminismo deje de echar la culpa siempre de todo lo que les pasa a los demás (sobre todo si son hombres).
hace 9 meses
La mitad de lo que se dice en este artículo es mentira. Repugna ver cómo se pretende hacer de la mujer una enferma crónica. El postparto no es el mejor momento, desde luego, pero no saquemos las cosas de quicio. En cuanto a tener un parto en una bañera, yo no lo quiero ni regalado.