Antes de que las influencers tomaran el control de las redes sociales, la moda y el estilo de vida lo dirigían las it girls. Chicas jóvenes y estilosas con un gusto especial para ver la vida o presentarse ante el público, mujeres que habitualmente eran hijas de... eso que ahora llaman nepobabies. Una de esas estrellas rutilantes que estaba en todas partes hace 20 años era Peaches Geldof. Hasta que la luz se apagó un 7 de abril de 2014, cuando apareció muerta en su casa, víctima de una sobredosis accidental.
Hace una década de la muerte de Peaches, que acababa de cumplir 25 años, se había casado dos veces y era madre de dos hijos. En su corta vida fue, sin embargo, capaz de alcanzar multitud de hogares no solo con su estilo.
Escribía columnas desde los 14 años en varios periódicos, había cofundado una revista, participaba en programas de televisión y se había convertido en activista de la crianza con apego. Todos los medios británicos que se hicieron eco de su muerte aquel mes de abril de hace diez años lamentaron la pérdida de una joven inteligente y ambiciosa.
Huía de las comparaciones con su madre y acabó como ella
Peaches había nacido con estrella, literal y figuradamente. Era la hija del artista Bob Geldof y de la presentadora de televisión Paula Yates, una de las pocas mujeres que en los 90 podía quitarle el protagonismo a la princesa Diana. Así lo decía la propia Lady Di, a quien se atribuye la siguiente frase: "Me encanta cuando estás en la portada porque eso quiere decir que yo tengo el día libre".
Era atrevida, divertida e inteligente. Sus apariciones televisivas las más buscadas. Algunos aseguran que estaba en un constante estado de flirteo y que cautivaba con su estilo y su mirada. Llevaba el pelo corto y rubio platino, looks que mezclaban las tendencias con los estilos más clásicos. Paula Yates lo tenía todo. Pero cuando Peaches era una niña, en 1995, su madre dejó a Bob Geldof después de 20 años juntos y, tras muchas aventuras, se fue de casa con el cantante de INXS Michael Hutchence.
En esta relación con Hutchence perdió el control, dándose a las drogas y al alcohol y perdiendo la custodia de sus tres hijas junto a Geldof. Solo dos años después de su separación, el cantante australiano apareció muerto, colgado de un cinturón y con multitud de sustancias en sangre. El forense lo consideró un suicidio, pero la familia alegó que había sido una muerte accidental por intentar prácticas sexuales que incluyen la autoasfixia.
En el año 2000, cuando Peaches tenía solo 11 años, y en el día del décimo cumpleaños de su hermana Pixie, su madre murió de una sobredosis de heroína.
Las adicciones siempre la persiguieron
Paula Yates comenzó a tomar drogas con 12 años, según ella misma contó, pero durante años mantuvo un estilo de vida sobrio. No fue hasta que comenzó su relación con Michael Hutchence cuando volvió a consumir y perdió por completo el norte. En el caso de Peaches, el mundo entero pensaba que había dejado de lado su lado más alocado cuando se convirtió en madre. Ella misma aseguraba que se sentía treintañera desde los 13 años, pero esa supuesta madurez no fue suficiente para salvarle la vida.
Thomas Cohen, padre de los dos hijos de Peaches, calificó a su mujer como una "adicta" ante la policía. Según explicó, había estado en un programa de rehabilitación de dos años y tenía que hacer tests semanales en los que, supuestamente, salían resultados negativos a todo tipo de drogas. En cambio, tras su fallecimiento se dio cuenta de que debía estar mintiendo, puesto que encontraros grandes cantidades de heroína en su cuerpo.
Además de la cantidad, también era relevante (según indicó el informe del forense) que la pureza de la droga era del 61%, casi el doble de lo habitual en la calle. "Alguien deja de consumir y después vuelve tolera menos", expresaba el documento.
Una herida sin cerrar
Reino Unido se sumó entonces en una tremenda pena ante la niña perdida que siguió los pasos de su madre. Peaches había recordado en una entrevista que nunca terminó de procesar la muerte de su madre. Bob Geldof hizo que sus hijos acudieran al colegio al día siguiente del fallecimiento para mantener una sensación de normalidad.
Peaches asegura que no lloró el día de la muerte de su madre, al enterarse. Y que tampoco derramó una lágrima en el funeral. Explicó que no empezó a procesar la pérdida hasta los 16, pero también se preguntaba si en algún momento había sido capaz de entender la ausencia de Paula.
Pero en la última etapa de su vida, al menos de cara a la galería, aseguraba tener una vida perfecta. "Soy más feliz que nunca", escribía Peaches en su última columna, aunque admitía sentirse sola. "Mis auténticos amigos antiguos no me han abandonado y me conectan con mi antigua vida (a veces se me olvida que tengo solo 24)", confesaba.
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