Hace tiempo que Hollywood necesita, requiere, suplica por una estrella de cine de las de antes. Por supuesto, astros en el firmamento de la fama hay muchos. Unos más que otros, pero todo levantan pasiones y despiertan flashes allá donde van. Pero pocos consiguen ese efecto starlet que todavía se recuerda y guarda, como oro en paño, de Marilyn Monroe, Rita Hayworth o Ava Gardner. En contraposición con la elegancia y sofisticación de la época ahora se encuentra con más facilidad el shock de la abundancia (cuanto más grande, mejor) o el impacto de la desnudez.
Pero hay excepciones. Una de ellas es, claramente, Zendaya. Una joven estrella que busca siempre epatar con sus estilismos mientras intenta hacerse un hueco como actriz. En la era de la inmediatez y de las redes sociales resulta prácticamente imposible triunfar sin ser previamente reconocible. Por eso Anya Taylor-Joy está haciendo un magnífico trabajo para consagrarse antes incluso de tener su primer gran éxito: y Cannes está siendo la prueba.
Lujo silencioso (o no tanto)
Año tras año, el festival de Cannes ofrece la posibilidad de soñar con un tiempo pasado que, aunque no fue mejor, sí parecía brillar más. Por eso en el vestuario de Anya Taylor-Joy, cuyo rostro ya trasladó al público a los años 60 en Gambito de dama, es todo un hito. A su llegada a la ciudad francesa para presentar Mad Max: Furiosa, empezó con una pamela extragrande y un diseño que acentuaba su figura. Sus formas de triángulo invertido resultan rompedoras en la era de las Kardashian, aunque la delgadez nunca ha dejado de estar de moda.
Este primero era un vestido de Atlein, de color óxido y tela plisada, con escote asimétrico y falda cruzada en un favorecedor pliegue en la cadera. Potenciando la imagen veraniega sandalias en tono tierra y, por supuesto, la enorme pamela que, aunque aparatosa, no parecía interponerse entre Anya y su camino.
Y aunque el tiempo no acompañaba, puesto que las temperaturas máximas apenas rondan los 20 grados centígrados estos días en Cannes, en su segundo look repitió la fórmula del éxito. Con un vestido blanco semitransparente de Jacquemus y un gorro de paja tipo cordobés que, en lugar de llevar puesto en la cabeza, lo lucía colgando del cuello.
Sujetaba así su larga melena platino, que solo está en los presupuestos de ciertos afortunados. Porque, por supuesto, ese no es su pelo natural a pesar de que casi nunca la veamos con raíces oscuras y mantener un tono así que, como mínimo, caro.
Tanto el negro del lazo atado al cuello como los labios oscuros contrastaban con el blanco del vestido, delicado y lleno de flores en 3D. Una mezcla perfecta con la que potenciaba la inocencia de su rostro al mismo tiempo sin obviar su fuerte personalidad.
Una princesa intergeneracional
Por la noche, llegaba el momento princesa con un traje de ensueño de Dior. Un vestido de escote palabra de honor, de tul bordado de color beis y lleno de brillos.
Tanto el corte del traje como el peinado clásico en un pulido moño al estilo francés, así como las joyas de Tifanny's, daban forma a un relato casi evidente. Anya Taylor-Joy podría dar vida, si lo deseara, a Grace de Mónaco. El lujo y la sofisticación se reiteraron con los básicos: un delineado estelar y unos labios rojos.
Pero es que tras apostar por el vestido de noche más clásico (e infalible) que existe para la premiere de Furiosa, cambió de registro. Al fin y al cabo, Anya Taylor-Joy tiene 28 años y es una estrella de las de ahora. No tiene miedo a salir de los clichés y en su armario abundan las apuestas arriesgadas, como cuando hace solo unos días se dejó ver con un vestido y casco a juego de Rabanne cubierto de flechas.
Además, representa a su generación. Por mucha pasión que tenga por los clásicos, Anya tiene alma de rockera. Solo hay que ver a su marido (o su boda con tarta de corazón anatómico sangrante) para entender que hay mundo más allá de las alfombras rojas.
Por eso después de convertirse en princesa optó por un look más cabaré para la noche, pero que también firmaba Dior. En la imagen sobre este texto luce un minivestido de flecos de azabache, transparente y con guantes hasta el codo, completado con collar y pendientes de brillantes.
Siempre rompedora
Los dos últimos estilismos que Anya Taylor-Joy ha lucido en su impresionante pasarela por Cannes han sido más discretos. El primero, un conjunto de chaqueta abierta con microshorts negros, ambos de Dior. Un look relajado, quizás no tan original, pero en tendencia. Cabe señalar que a lo largo de los últimos años los pantalones diminutos, que casi parecen bragas o incluso pañales, han irrumpido en el mundo de la moda.
Pero ha sido el segundo de sus estilismos el que ha consagrado su estatus en este recorrido por el festival. Además, reiteraba el amor de Anya por los sombreros. En otra oda a un tiempo pasado, para la conferencia de prensa con los medios de comunicación se ha puesto un conjunto de Jil Sander. Formado por minifalda y chaqueta de tweed con los bajos deshilachados, el detalle definitivo es el tocado brillante con flecos sobre la frente.
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