El jueves por la mañana un grupo de siete personas nos movilizamos para llegar a Lisboa. Seis desde Madrid, en dos coches, y una séptima desde Vigo. Nos une una década de experiencias marcadas por la música de Taylor Swift, que actuaba por primera vez en Portugal el 24 y el 25 de mayo. Compramos las entradas hace casi un año, en una batalla que llamamos The Great War (referencia a una de sus canciones que, a su vez, habla de la primera guerra mundial).
No fue nada fácil porque el proceso tenía varias etapas, no era solo entrar en una web y comprar. Por eso, la mayoría de nosotros tenemos entradas en otras ciudades: teníamos miedo de quedarnos sin verla (teniendo en cuenta que no viene a Madrid desde 2011), así que nos curamos en salud. En parte, también porque el Bernabéu tuvo hasta hace solo unos meses una única fecha, y fue de las últimas en venderse del Eras Tour en Europa.
Al igual que la mitad de los dos estadios que ha llenado Taylor en Lisboa estaban llenos de españoles, se espera que Madrid se llene de espectadores llegados de toda Europa.
La etiqueta 'swiftie' invade las calles
La llegada a Lisboa fue con Taylor Swift como banda sonora (por supuesto) y en las calles se respiraba energía fan. Miraras donde miraras te encontrabas a alguien llevando merchandising de esta cantante estadounidense de 34 años. En los bares y restaurantes te recibían con mensajes tipo "bienvenidos swifties", e incluso los más conocedores hacían alguna broma temática o te decían qué canciones les gustaban más. Por supuesto, no podía ser de otra manera: se espera que en Madrid se generen más de 20 millones en ganancias por concierto. Hay que tratar bien a quienes vienen a gastarse dinero.
El día 24 los preparativos comenzaron pronto por la mañana. Vestirse, maquillarse, arreglar los posibles problemas del vestuario hecho a mano y, después de comer, directos al Estádio da Luz, donde juega el Benfica. Allí había ya larguísimas colas, con gente esperando desde unos días antes para tener los sitios más cercanos. Nosotros teníamos grada, así que íbamos algo más tranquilos. Supuestamente las puertas abrían a las 16 horas, pero para algunos de nosotros se torció el plan.
"Una pesadilla" en la cola
Después de hacernos fotos e intercambiar pulseras (como rezan la etiqueta swiftie) nos separamos para ir a nuestros respectivos asientos. Los que iban al tercer piso de grada vivieron "una pesadilla", según sus propias palabras, en la cola. La organización cometió el error de juntar varias colas y retrasar la apertura de puertas. Lo que propició un tapón que hizo que Paramore, los teloneros, comenzaran su concierto con el estadio medio vacío. En la calle miles de personas esperaban pacientemente a que cinco pobres empleados dieran paso a una multitud. Llegó el momento en el que alguien se cansó y tiró abajo las vallas, haciendo que la masa entrara en el recinto del estadio sin pasar por los primeros filtros de seguridad.
Una lección que esperamos que la productora vasca, Last Tour –que lleva los conciertos de Taylor Swift en la península– haya aprendido de cara a las citas de Madrid. Sobre todo porque el Bernabéu está mucho más encajonado entre calles y las multitudes podrían descontrolarse fácilmente. Aunque esto no es el fútbol y eso se nota en el ambiente.
"No hubo momentos de tensión, la gente estaba tranquila", nos contaron nuestros amigos. Nosotras, que estábamos sentadas en nuestros asientos recibiendo el parte por WhatsApp, estábamos verdaderamente preocupadas porque se produjera una estampida al oír que acababa el set de Paramore. Por suerte, no ocurrió ninguna desgracia.
Una montaña rusa de emociones
Para cuando empezó a sonar Applause, el tema de Lady Gaga que marca el comienzo del concierto de Taylor Swift, el estadio estaba ya lleno. Llegaron las lágrimas y los gritos al escuchar el "it's been a long time coming" (porque de verdad, ha sido mucho tiempo) y comenzó el que, sin duda, ha sido el mejor espectáculo que he vivido.
Los recuerdos del concierto se emborronan. Gritos, llanto, risas, abrazos con las amigas. Mirar a mi alrededor para ver a la multitud sintiendo exactamente lo mismo que yo... la experiencia fue redonda. El show es espectacular: once eras repartidas en 18 años de carrera, con sus correspondientes cambios de vestuario, un amplio elenco de bailarines, música en directo y la voz de Taylor Swift firme durante las tres horas.
Aunque da rabia que repita los mismos discursos en todas las ciudades, la primera noche del Eras Tour en Lisboa consiguió dos hitos. El primero: una ovación de más de cuatro minutos en donde llegaron incluso a encender las luces del estadio para que Taylor viera mejor el fervor que producía. El segundo: cinco canciones sorpresa, mezcladas para durar lo mismo que dos.
Primero interpretó Come Back... Be Here por primera vez en el Eras Tour, además de The Way I Loved You y The Other Side of the Door. Después le tocó el turno a Fresh Out The Slammer mezclada con High Infidelity, lo que para muchos fans confirma parte del universo narrativo: Taylor Swift ha sido infiel a alguna de sus parejas. Es decir, 60.000 personas presenciaron lo que parecía una admisión de culpa en una de sus rupturas.
La crisis del baño
Una de las preguntas que los swifties se están haciendo de cara a los conciertos es ¡¿cuándo se puede ir al baño!? Más de tres horas de espectáculo solo de Taylor Swift ha dado lugar a más de un quebradero de cabeza. Que si la cola, que si el telonero, que si empieza el Eras Tour. No te gastas 100 euros o más en un show tan especial como para perderte algo mientras estás en la fila del baño.
En el estadio de Lisboa había muchos baños y todos valían para todo el mundo, así que las colas iban ágiles. Sin embargo, hubo varios momentos de máxima afluencia.
No sigas mi ejemplo: yo fui al baño justo antes de que empezara Paramore y fue un error. La cola era eterna y me perdí la primera de las canciones. Tampoco fue apropiado hacerlo entre los teloneros y Taylor Swift, porque esa idea la tuvo todo el mundo. Una amiga, sin embargo, fue corriendo antes de que comenzara a cantar Enchanted, cuando hay un breve descanso de unos minutos, y consiguió hacerlo en tiempo récord.
Los que están en la pista lo tienen más complicado, pero ha llegado a mis oídos que en Lisboa la gente era respetuosa. No se perdía el sitio si te ibas al baño. Con suerte, en Madrid será igual.
La experiencia del 'parkineo'
El sábado 25 no teníamos entradas. La noche anterior habíamos acabado molidos, pensando que estábamos tan abrumados que no necesitábamos más Taylor Swift. A la mañana siguiente habíamos cambiado de idea y decidimos ir por la noche a escuchar el concierto en las inmediaciones del estadio. Casi un centenar de personas de todas las edades estaba sentada cerca de la tienda de merchandising, junto al centro comercial Colombo, para oír de fondo las canciones, cenando y tomando algo.
Pasados los treinta ya no tenemos vergüenza alguna. Así que empezamos un círculo para bailar al ritmo de Willow y empezaron a unirse chicas de todas las edades. Desde fuera: el corro de la patata bailado por adultos y niños. Desde dentro: una experiencia casi religiosa en la que un grupo de mujeres siente la suficiente comodidad y hermandad como para darse la mano con desconocidos y sacar toda la energía contenida.
Intercambiamos pulseras de la amistad y escuchamos atentamente las canciones sorpresa. Hubo disgusto, porque escogió cantar el himno You're On Your Own, Kid en una mezcla con otro de sus grandes éxitos de resiliencia: Long Live. Hubo lágrimas y abrazos, pero en un ejercicio de la practicidad nos marchamos antes de que acabara el concierto para evitar a las multitudes en el metro, pese a que la noche anterior nos sorprendió la organización. Al parecer, Taylor pide en cada parada de su Eras Tour que los trabajadores sean amables y pone todas las facilidades para que sea así.
Un recuerdo imborrable (y el dinero, gastado)
Sin duda, el cómputo final de emociones es mucho más que positivo. Un fin de semana con las amigas en una ciudad tan bonita como Lisboa, aderezado con ver a tu cantante favorita y que todo el mundo te trate genial. Pocas pegas se pueden sacar. Aunque el atasco al entrar en Madrid siempre te devuelve a la realidad a la fuerza, al ritmo de luces de freno y malos humos.
Si hay algo que se puede buscar es ya para sacar punta. En medio de una ciudad llena de vendedores ambulantes de drogas, ¡no había merchandising pirata! No puedes caminar dos pasos por la plaza del Comercio de Lisboa sin que te ofrezcan mariguana o cocaína, pero para comprar una camiseta del Eras Tour o de Taylor Swift e integrarte entre los fans tenías que gastarte los 45 euros de mínima que costaba el oficial. Ser fan es caro.
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