Corría el año 2010, una década después de que el mundo se volviera loco con el efecto 2000 y en pleno boom del último smartphone con teclado, la BlackBerry. Comenzaba esta nueva era, en la que ahora estamos inmersos, en donde la tecnología se ha ido convirtiendo cada vez más en un bien imprescindible. En estas circunstancias, en pleno puente entre el antiguo y el nuevo mundo, surge una de las mayores estafas del nuevo siglo: la Power Balance.

Una pulsera de silicona con un pequeño holograma que prometía mejorar el equilibrio, rendimiento, fuerza, flexibilidad y la salud general del portador. La teoría que se vendió entonces es que Power Balance actuaba a través de frecuencias positivas que alteraban la mala energía del cuerpo. Además, pretendieron demostrar su funcionamiento a través de unos tests musculares y kinesiología.

Anuncio de Power Balance.
Anuncio de Power Balance.

Los famosos que se sumaron a la fiebre por la Power Balance

Valía unos 30 euros y estrellas como Shaquille O'Neal, Cristiano Ronaldo o David Beckham las lucían con orgullo, incluso durante partidos. Más allá de los deportistas, otros famosos como Leonardo DiCaprio, Robert De Niro o incluso Lindsay Lohan se dejaban ver con ella. Hasta Kate Middleton se llegó a poner y se dejó fotografiar con una Power Balance. En España no fue menos, la exministra Leire Pajín o la infanta Elena la llevaban. No eran campañas publicitarias, según se desveló posteriormente, sino que realmente estos rostros conocidos creían en la posible eficacia de estas pulseras con holograma.

Unos años antes había sido la pulsera Livestrong, del mismo material pero en color amarillo y con objetivo benéfico para ayudar a pacientes de cáncer, la que se había popularizado. Pero la Power Balance barrió a toda la competencia. Se convirtió en el símbolo de los más fit, de la gente en forma, que se preocupaba por su salud.

Más de 35 millones en pulseras

Su precio competitivo hizo que llegaran a la agente de a pie, adultos y jóvenes, incluso niños lucían la conocida banda de silicona. Hasta el punto de que incluso había imitaciones, mucho más baratas, pero que también aseguraban que un holograma permitía alterar las frecuencias naturales del cuerpo.

Según publicaba el Daily Mail en agosto de 2010, unos dos millones y medio de pulseras se vendieron en esa primera etapa a pesar de que los expertos insistían en que no había estudios que demostraran este supuesto efecto positivo del mencionado holograma. A finales de ese mismo año la compañía esperaba facturar unos 35 millones de dólares gracias a su tremendo éxito, a pesar incluso de que algunos países habían comenzado ya a cuestionar a la empresa.

¿Quién creó Power Balance?

Los hermanos Rodarmel, estadounidenses recién salidos de la universidad, fundaron la compañía que vendía Power Balance en 2007 junto a su padre y un amigo de la familia. Ambos jóvenes estaban muy involucrados con la vida deportiva y, en particular Josh Rodarmel, había incluso tenido una breve carrera como futbolista universitario en Yale. En un primer momento eran solo los hologramas, las pulseras de silicona llegaron después y las ganancias comenzaron a llegar ya en 2008. Lo curioso es que antes de triunfar en Estados Unidos, este proyecto empezó a extenderse por Europa.

En sus numerosos intentos de dar a conocer la compañía, la familia Rodarmel se cruzó con un empresario italiano que aseguraba que podría vender las pulseras en el país mediterráneo. A partir de ahí fue extendiéndose por Europa y Asia, haciendo de Japón su mercado más lucrativo incluso en su mejor momento.

El ocaso de una estafa perfecta

Fueron precisamente los europeos quienes comenzaron a cuestionar a la empresa y terminaron por propiciar su final. FACUA denunció a Power Balance y a finales de 2010 en nuestro país la empresa fue multada con 15.000 euros con publicidad engañosa. No sin antes haber vendido unas 300.000 pulseras en España. Italia y Australia hicieron lo mismo pero la estocada final llegó un año más tarde, en California.

Un grupo de consumidores enfurecidos denunciaron a la compañía en enero de 2011 y antes de que acabara el año llegaron a un acuerdo de 57 millones de dólares. Aunque en diciembre se declararon en bancarrota, después publicaron que no cerrarían y a día de hoy la compañía todavía se encuentra en activo. Pero sin sus fundadores.

Josh Rodarmel abandonó el barco en febrero de 2012 y no miró atrás: tras varias apuestas empresariales a día de hoy es presidente de una agencia de publicidad enfocada al crecimiento del ecommerce; jefe de inversión en una empresa de formación profesional y coaching y también CEO en un holding de inversión que lleva empresas varias. Troy salió antes incluso, en diciembre de 2011, y trabaja desde entonces en una compañía fundada por él de la que es director general.