El Instagram de Cristina Fallarás está funcionando estas semanas como un tablón de anuncios de situaciones de abuso o violencia. Todas compartidas por personas anónimas y señalando sobre todo a hombres cuyos nombres no se mencionan tampoco. Sin embargo, sí que se ofrecen algunos detalles que, para aquellas personas que han sufrido experiencias similares, pueden servir para atar cabos y concluir de quiénes se tratan. Este tipo de publicaciones han estado repitiéndose en los últimos años, ya que hay otras cuentas como la de @abusosenlamusica que dejó de publicar el pasado otoño.
Entre los más reconocibles hay políticos de PSOE, la CUP o Ciudadanos, jugadores del Real Madrid, cantantes, colaboradores de televisión. Y por supuesto, han seguido saliendo historias de Íñigo Errejón, cuyo nombre ya nadie intenta ocultar. Los recuerdos de víctimas no hacen más que llegar al buzón de Cristina Fallarás, que comparte uno tras otro los testimonios del horror vivido.
Motivo por el cual Meta llegó a suspender su perfil el pasado fin de semana. De hecho, su perfil permanece oculto en las búsquedas internas de Instagram y para encontrar sus publicaciones hay que poner su nombre de usuario exacto o buscarlo en internet.
El miedo y la vergüenza
Revisando lo que cientos de mujeres han querido compartir desde el anonimato, se aprecian algunos puntos en común. El miedo o la vergüenza son dos de las palabras que más se repiten, así como la sensación de impotencia al no poder reaccionar. "Estuve mucho tiempo con ansiedad", recuerda una persona cuya expareja tenía un vídeo privado suyo. "Esto fue hace más de 10 años y hasta hace un par de meses no lo había contado a nadie por vergüenza", cuenta otra cuya pareja le forzó a realizarle una felación. "Cuando me vi allí sin poder pedir ayuda me bloqueé", añade otra con una historia de violencia ejercida por un cantante granadino. "Me paralizó por completo" y "recuerdo contárselo al día siguiente a mis padres con mucha vergüenza", desvela alguien a quien un exjefe le tocó sin permiso.
Posiciones de poder
Otro de los patrones más repetidos es el de hombres en posiciones de poder. "Un productor de RNE", un "jefe de Relaciones Laborales", un "médico", un "conocido futbolista del Real Madrid", un "policía", un "director de marketing de Warner Bros", un "director creativo de Ogilvy" [agencia de publicidad]... podrían seguir mencionándose ejemplos durante párrafos y párrafos. "Un diputado de la Comunidad de Madrid, abogado indignado de buena familia y muy bien relacionado", "un periodista muy conocido, exdirector de un diario y después de TV pública"... hay muchísimos.
Rayos de esperanza
Algo más difícil de encontrar, pero que también aparece, es la esperanza. Cualquier gesto que deje entrever que siempre hay una oportunidad de que un compañero, una amiga, alguien que pasaba por ahí, proteja a la potencial víctima. "Un compañero en la misma situación de precariedad que yo, cuando se lo conté, decidió no despegarse de él para evitar dejarnos solas, a todas, con él", cuenta, por ejemplo, una persona. "Gracias a una compañera pudimos hacer 'algo'", explica otra persona.
"En ese momento un amigo mío, mi salvador, me encontró y me sacó de allí, si no no sé qué hubiera sido de mí", recuerda en una historia terrible alguien que sufrió a manos de un cantante granadino.
Es ese apoyo el que marca la diferencia, es el que separa los casos en los que no hay ni ayuda ni denuncia ni protección. Y se puede apreciar en los testimonios de quienes no tuvieron a nadie que les apoyara. "No denuncié a un acosador sexual que tuve en el trabajo durante muchos años, ¿por qué? Porque siempre sentí que no me iban a apoyar, que era imposible demostrarlo. Y sentí miedo de posibles represalias", cuenta otra persona.
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hace 3 semanas
Esta Cristina, ¿se lo cree todo o sabe discernir entre lo verosímil y lo fantasioso?
hace 3 semanas
Ahora nos vamos a creer las denuncias anónimas que cualquier loca publica en redes sociales. Me parece increíble que haya medios y juntaletras progres como la autora de este artículo que defiendan eso. Volvamos a los tiempos de la caza de brujas, donde bastaba una denuncia para condenar a una persona. No hace falta ni juicio ni sentencia, basta con someter al escarnio público y quemar en la hoguera de la pureza moral a cualquier «sospechoso» de machismo. Por supuesto a la hembrista promedio ni se le ocurrirá que haya denuncias falsas o motivadas por afán de venganza, intereses crematísticos, desengaños amorosos, etc. Cada día más cerca de la barbarie.
Venga, Marina. El día que acusen a tu padre, tu hermano, tu pareja o tu hijo mediante una denuncia anónima, entonces me reiré.