La cultura no descansa, no frena, no baja de revoluciones. En constante movimiento es normal que las cosas pasen de moda pero, ¿pueden pasar de moda los clásicos? Es lo que se preguntan los artistas de variedades que alguna vez actuaron en El Molino o que soñaron con subirse a su escenario. El conocido teatro barcelonés ha reabierto sus puertas este otoño, toda una celebración. Pero lo ha hecho renunciando a algo tan esencial de su historia como es el burlesque, el cabaret o la revista.

Géneros populares en siglos pasados que están muy asociados a la clandestinidad, a la noche y a la sexualidad. Pero la realidad es que forman parte de la cultura española y que han sido el género en el que han saltado a la fama artistas como Bibiana Fernández, Bárbara Rey o La Terremoto de Alcorcón. Artistas como Loles León o Yolanda Ramos incluso hicieron sus pinitos en El Molino al comienzo de su carrera.

Un grito para salvar El Molino

Ha sido la artista de burlesque Miss Loot, que además es influencer body positive, quien ha querido visibilizar esta gran pérdida para la cultura de Barcelona y de España. "A pesar de que los diferentes espectáculos de burlesque que hay ahora mismo en Barcelona hacen sold out noche tras noche, los dueños de El Molino tienen otra opinión", asegura en su vídeo, que ha alcanzado más de 23.000 visualizaciones en Tik Tok y otras 10.000 en Instagram.

En conversación con este periódico, una agrupación de artistas de burlesque señala que hay "siete shows recurrentes que logran completos o se acercan mucho a ello". Entre ellos mencionan el Rhythm and Boobs, il Monstro, Muses & Soul, Twilight Tease, el Cabaret Foxy o las noches de burlesque en La Whiskería. "Además de festivales internacionales como el Barcelona Burlesque Meeting, que reúne a artistas y audiencias de todo el mundo", completan. Así pretenden dejar claro que sí hay un mercado para este tipo de arte, a menudo pasado por alto.

Porque según señala la artista de burlesque Hannah the Hatchet, este arte "ha llegado a lo mainstream desde su resurgimiento" en el cambio de siglo. "Hoy en día llega a un público bastante grande e internacional", añade.

La historia de El Molino se remonta al siglo XIX

El Molino se llamaba originalmente La pajarera cuando se abrió en 1896. Era un bar con mala fama pero lo compró "un señorito andaluz", supuestamente por cien pesetas, poniendo un tablao flamenco y ofreciendo espectáculos de variedades.

A principios del siglo XX cambió tres veces de nombre. Pasó a ser el Gran Salón del Siglo XX en 1905, con el primer proyector de cine Gramphone Gaumeont que se instaló en España. En 1908 se convirtió en Petit Palais, donde se interpretaban los shows que triunfaban en París. Y fue en 1910 cuando el empresario teatral Antoni Astell quiso renovar el teatro y convertirlo en el Petit Moulin Rouge. Con un toque modernista y una fachada más elegante, se convirtió en todo un icono de la zona.

"En momentos de represión el espectáculo siempre florece"

Pero la famosa fachada llegó en 1929, cuando Antoni Astell pidió al arquitecto Josep Alemany i Juve que añadiera el molino con aspas que ahora es tan característico. Pasó a llamarse solamente Moulin Rouge en honor al conocido espectáculo parisino. Llegó a ser sede de la Unión Patriótica Española, fundada por Miguel Primo de Rivera, y durante la guerra lo gestionó el sindicato de la CNT. Pero en 1936 lo compraron otros empresarios de Paralelo y le quitaron el apellido rouge, por eso de no evocar a los rojos en ningún caso, y cambiando su nombre al español.

"En momentos de represión el mundo del espectáculo siempre florece y sale a la luz porque es el sitio donde se dan libertades de hacer cosas que la gente no puede hacer en la calle", cuenta Miss Loot. Esta gallega afincada en Madrid hace espectáculos de burlesque desde hace seis años y ha actuado por toda la península con sus números divertidos y glamurosos. "Es un bien de importancia histórica" que debe salvarse, dice a su vez la artista de burlesque Santa Catalina. Y su idea la reafirman desde la mencionada agrupación de performers: "No solo entretiene, sino que también libera tanto al público como a quienes lo crean. En ciudades como Barcelona, donde la tradición del cabaret y las variedades es rica, este arte ha ayudado a revitalizar la escena cultural".

La reapertura ha sido a manos del Ayuntamiento

Sin embargo, más recientemente el local había estado dando tumbos. Cerró en los años 90 y estuvo más de una década sin actividad hasta que en el 2010 reabrió de la mano de la empresa Ocio Puro. La pandemia terminó por aplastar el negocio que nunca había terminado de triunfar como en sus mejores años.

El Molino es uno de los últimos teatros que quedan en el Paralelo de Barcelona, por lo que en julio de 2021 el Ayuntamiento compró el centenario establecimiento por 6,2 millones de euros. Su intención era "salvarlo", al considerarlo "un símbolo" de la ciudad. Su anterior propietaria, Elvira Vàzquez, había rechazado durante años venderlo al mejor postor porque "no quería verlo convertido en un puticlub".

Aunque la intención era reabrirlo en 2022 no ha sido hasta 2024 cuando El Molino ha reabierto. Y, como se mencionaba al comienzo del texto, no ha sido con la programación que siempre ha formado parte de la sala. En el concurso que la ciudad de Barcelona convocó en marzo, se aseguraba que sería un espacio "dedicado a todos los estilos musicales. "Con énfasis especial en las músicas populares y, especialmente, la canción de autor, el jazz, el flamenco, las músicas de raíz, tanto las tradicionales como las de formato más urbano o la rumba catalana".

¿Un escaparate para artistas?

Añadían además que debía incluir propuesta gastronómica y "funcionar como centro de apoyo al tejido musical". Así como "escaparate para los y las artistas que se dedican a este campo de la creación". Es decir, a pesar de que el Ayuntamiento quiso ayudar a recuperar este icono de la ciudad, no puso como condición que se mantuvieran las variedades que le dieron vida. Incluso a pesar de que, entre los artistas que mencionan por dar vida a la sala, están Merche Mar, Lita Claver 'La Maña', Escamillo o Susana Egea, que son "mitos de la revista".

La vedette Bella Dorita, en una foto de los años 30.

"Los anteriores gestores de la sala ya lo probaron y no funcionó", asegura Víctor Partido, el actor director de la sala, a El Periódico. Habla de los géneros que un día poblaron El Molino y que ahora ya no tienen lugar en su programación. "Es más nicho que otra cosa. No hay, objetivamente, público para eso en Barcelona. El que había ya quedó absorbido por los musicales", añade. Algo con lo que los artistas de burlesque de nuestro país no pueden estar más en desacuerdo.

"Todas las artes escénicas son un nicho"

"El cabaret y el burlesque nacieron como expresiones contestatarias frente a las adversidades sociales y políticas. Su esencia reside en la perseverancia de artistas que, a lo largo de los años, han mantenido vivo su espíritu revolucionario", añaden a este periódico los artistas agrupados. "Es evidente que persiste un temor infundado hacia el desnudo artístico. A pesar de que este género celebra la liberación, la diversidad y el empoderamiento, especialmente de la mujer y personas queer, desafiando estereotipos y normalizando la diversidad corporal", añaden.

"Todas las artes escénicas ahora mismo son un nicho", asegura a El Independiente el actor y artista de burlesque Dito Castro. El madrileño, que de hecho tiene un simpático número llamado El señorito que hace honor a la cultura de la capital, considera que cada show necesita de publicidad porque "el público, al igual que los productores, no es aventurero". La gente suele apostar más por lo que conoce o por aquello para lo que ya está convencido. Sin embargo, para el productor del Foxy Cabaret y fotógrafo Yiste, "un buen productor de eventos debe encargarse de planear estrategias de marketing para poder llegar a más personas"

"Creo que se puede hacer una cartelera de variedades y meter shows de todo tipo. Aunque no es lo que me gustaría", dice Miss Loot, que preferiría que la historia de El Molino permaneciera en la actualidad. "El Molino, cuya estética actual se inspira en los clubes de cabaret, debería honrar su historia en lugar de convertirse en un espacio genérico más", puntualizan desde el sindicato, exigiendo que se "respete y proteja este legado".

"El burlesque es desconocido e injustamente tergiversado"

Pero en cualquier caso, siempre hace falta comunicación e información para que el potencial espectador se entere de qué es lo que va a ver. "En este aspecto, el burlesque es tremendamente desconocido e injustamente tergiversado. Cuando en realidad es heredero de artes sumamente conocidas y arraigadas en el público por tratarse de género chicos o ínfimos (como se denominaban), artes de la calle, populares", cuenta Dito Castro.

"El cabaret y el burlesque no solo son parte esencial de la historia cultural de Barcelona, sino que también contribuyeron a forjar su carácter cosmopolita", puntualizan los artistas catalanes. "El Ayuntamiento debería abogar por conservar la esencia transgresora de Barcelona y ofrecer oportunidades para que podamos seguir creando, preservando y adaptando este arte al contexto actual", añaden.

"Es anecdótico el público nuevo, de todo tipo de edades y género, que no sale de un buen show de burlesque enfervorecido y con ganas de más", añade a su vez Dito Castro, que lleva seis años bailando este género y que actúa por toda España. Sin embargo, vivir exclusivamente de este tipo de espectáculos es un reto.

Vivir del burlesque, cada vez más difícil

"No existen sitios donde actuar, shows o locales que programen específicamente a este tipo de artistas", admite Dito Castro. Y desde el último cierre de El Molino hay uno menos. Algo que resuena también para la artista de burlesque afincada en Barcelona Hary Vicious, que organiza el show Twilight Tease: "Hemos ido aprendiendo a organizar nuestros propios espectáculos". Pero no es lo ideal, porque acabas realizando el trabajo de artista, productora, coreógrafa... todo en uno y por un salario ínfimo. "Si se consiguen espacios es difícil que paguen bien", reitera Yiste. "Se siente como si estuviéramos siendo silenciados y obligados a marginarnos a pequeños espacios fuera del ojo público", añade.

"La mayor dificultad reside en encontrar un espacio para organizar nuestros shows, hay teatros en Barcelona pero el alquiler es inasumible. Y es difícil llenar con 250 o 300 personas un show, aunque lo logramos una vez al año trayendo a artistas de todo el mundo", dicen por su parte Lulú Txispún y Jordi Gonzo. Ellos organizan cada año el Barcelona Burlesque Meeting y coproducen mensualmente el show Rhythm and Boobs.

En Madrid, lugares como Salvaora Brown, La circa, La reina lagarta, Berlín Cabaret o Cheek to Cheek pretenden mantener con vida este mundo. Y en las ciudades más pequeñas resulta todavía más difícil encontrar esta clase de shows. "Mantengamos vivos los espectáculos, apoya a tus artistas locales", recuerda Miss Loot.