El sueño chino de la modernización, del progreso afianzado en la tradición, el avance con un camino propio, está unido al nombre del actual presidente Xi Jinping. La China de 2019 conquista la cara oculta de la Luna para lanzar una señal de sus conquistas tecnológicas y científicas. Ha comenzado un año que será vital para la consecución de ese sueño de la segunda potencia económica mundial y de su líder, Xi Jinping.
En las Olimpiadas de 2008 el lema fue “un mundo, un sueño”. Pero fue en 2012, al iniciar Xi Jinping su mandato como secretario general del Partido Comunista Chino, cuando comenzó a hablar del “sueño chino” en referencia a la “revitalización de la civilización china”.
Como objetivos para confirmar ese gran salto, China debería duplicar en 2021, centenario del nacimiento del Partido Comunista Chino, el PIB per capita de 2010. Y en 2049, centenario del nacimiento de la República Popular, habría de lograr el nivel de vida de los países desarrollados. Siempre bajo la guía el “socialismo con características chinas”.
Si bien China ha dado pasos de gigante desde 1949, aún le queda camino por recorrer. En 2017 su PIB equivalía al 60% del PIB de EEUU. En términos de paridad de poder de compra desde 2014 representa la primera economía mundial. Sin embargo, su renta per capita apenas llega a los 9.000 dólares, muy lejos de los casi 60.000 de EEUU. En el Índice de Desarrollo Humano ocupa el puesto 86.
La evocación de Xi Jinping va más allá de esas metas concretas en realidad. “El sueño chino es un afán permanente donde convergen las aspiraciones de varias generaciones, pero no es necesariamente una utopía”, escribe Xulio Ríos, director del Observatorio de Política China, en su libro La China de Xi Jinping (Editorial Popular).
“Todas las acepciones del sueño chino están asociadas con la revitalización de la nación y la superación de los lastres del pasado, el logro del bienestar colectivo para conformar una sociedad acomodada, la armonía étnica, el desarrollo integral alcanzado con un modelo de crecimiento que otorgue la correspondiente importancia a los factores tecnológicos o ambientales, la búsqueda de una aceptación internacional sugiriendo un diálogo constructivo con el exterior…”, añade Ríos. Es una ilusión, una aspiración y una confirmación de que se sigue el camino correcto.
En consonancia, una de las palabras que más utiliza el presidente Xi Jinping es fen (奋) es decir, esforzarse. Empeñarse en lograr un objetivo. Es lo que lleva haciendo Xi, desde que llegó al poder. Figura entre los términos favoritos del oficialismo en el año que acaba de concluir, según The Economist.
Con la vista puesta en ese sueño chino de grandeza frente a la decadencia pasada, y con la guía de la obra de Xulio Ríos, señalaremos cinco claves de la evolución de China en los próximos meses.
1. Año del cerdo, rico en aniversarios.
El Año Nuevo chino empezará el 5 de febrero. Es el año del cerdo, un animal que se asocia con la fertilidad, en principio, una buena señal.
Son varias las conmemoraciones señaladas, algunas muy esperadas por el presidente Xi y otras que quisiera que pasaran al olvido. De ahí que James Miles en el anuario de The Economist diga; “Xi ha acaparado un poder extraordinario, pero está preocupado sobre 2019”, en un artículo titulado La prueba del 9.
El 4 de mayo se celebra el centenario del movimiento estudiantil de protesta que condujo dos años después a la creación del Partido Comunista de China. En 1989 esa protesta de 1919 inspiró a los jóvenes que se rebelaron contra el poder, porque ellos se consideraban los herederos de esos primeros revolucionarios. El 4 de junio se reprimió la sublevación y de entonces es la imagen del estudiante frente al tanque en la plaza de Tiananmen.
Documentos británicos revelan que en #Tiananmen hubo 10 000 muertos. Amasijos de cadáveres bajo los blindados y manifestantes rematados con bayonetas por el ejército chino. Los restos despedazados de los cuerpos se incineraron y arrojaron a los desagües.https://t.co/Yeghv3KzO3 pic.twitter.com/ZlBwFFARQP
— Club Cortum (@cortum_club) December 24, 2017
Hoy no hay signos de inquietud en las universidades pero tampoco se predijo entonces que habría un levantamiento estudiantil. “En China no pasa nada hasta que pasa”, comenta Xulio Ríos, quien prevé que en este caso es previsible que haya protestas en Hong Kong y en Taiwán.
En la ex colonia británica, que es una región administrativa especial desde 1997, la sociedad local, especialmente los jóvenes, demandan regirse por las reglas de la democracia occidental, basadas en el sufragio universal. Pekín se opone y resiste. Con Taiwán, reconocido como país independiente por una veintena de naciones, el objetivo sigue siendo la reunificación.
También se conmemoran los 70 años de la fundación de la República Popular, un aniversario que servirá como fecha para hacer balance, justo cuando falten meses para que se cumpla el XIII Plan Quinquenal (2016-2020). Entonces se evaluará la labor del presidente Xi Jinping.
2. Prueba de fuego para Xi Jinping
El segundo mandato de Xi, que arrancó en 2018 y se prolongará hasta 2023, es crucial para su objetivo de pasar a la Historia a la altura de Mao Zedong.
En su primer mandato (2012-2017) logró que 60 millones de chinos dejaran de ser pobres. El reto es reducir la pobreza rural a cero en 2020. Asimismo lidió en sus primeros cinco años una batalla sin igual contra la corrupción. Un 10% de los miembros del Comité Central fueron objeto de purgas.
Xi ha creado el xiísmo. “Es un eclecticismo ideológico, porque se basa en el confucionismo, el marxismo, el leninismo, el liberalismo, el patriotismo, todo conjugado con armonía”, señala Xulio Ríos.
“Está construyendo el armazón político, económico, ideológico, tecnológico, jurídico de ese sueño chino. El fin es que China sea un Estado moderno. Son ideas novedosas que suponen grandes cambios con respecto a la China de siempre, es otra China”, añade.
En lo que se distingue de otros antecesores es que rompe con la tradición del liderazgo colectivo propugnada por Deng Xiaoping. Ha eliminado la limitación de mandatos. Este hecho genera dudas que se van expresando de forma hasta ahora sutil.
Será un año importante para China y nos dirá mucho sobre el segundo mandato, y sobre si habrá un tercero", afirma Xulio Ríos
“Será un año importante para China y nos dirá mucho sobre el segundo mandato, y sobre si tendrá un tercero. La situación interna y externa es difícil. Está en un momento de grandes cambios, sobre todo, un cambio en el modelo de desarrollo. Pretende que China sea una gran potencia tecnológica y no depender tanto de la inversión. Oficialmente el crecimiento es de un 6,5% pero algunas fuentes aseguran que en realidad sería de un 2%”, afirma el director del Observatorio de Política China.
Xiang Songzuo, profesor de economía de la Universidad Renmin, es uno de los académicos que habla de que el crecimiento no alcanza al 2%. Si fuera cierto, haría imposible cumplir los objetivos del plan quinquenal y el sueño chino correría el riesgo de quedarse en quimera.
Otros cuestionan proyectos como la Iniciativa de la Franja y la Ruta de la Seda, subrayan cómo crece la deuda de los gobiernos locales y los malos augurios por la caída de la Bolsa de Shanghai (25% en seis meses).
Autores críticos como Xu Zhangrun o Deng Yuwen muestran cómo Xi ha dejado de ser intocable. “Aunque su figura sigue siendo incuestionable y su liderazgo no corre peligro, proliferan los indicios de erosión de su presunta infalibilidad”, señala Ríos en el artículo China-EEUU, un año de desencuentros.
Hay voces que piden que se vuelva a poner límite a los dos mandatos o se recupere la dirección colegiada. Lo que suceda en 2019 puede ser crucial para sus planes de sobrepasar a Deng Xiaoping. En las sesiones de primavera podrá calibrarse hasta qué punto su poder está afianzado para seguir después de 2023.
3. La pugna comercial y tecnológica con EEUU
La primera y la segunda potencia económicas mundiales libran un pulso que en 2018 derivó en una guerra comercial. De momento está en vigor una frágil tregua de 90 días, a la que se llegó en el G20 del 1 de diciembre de 2018.
El presidente de EEUU, Donald Trump, argumenta que la culpa del déficit comercial de su país con China se debe a que el yuan estaba artificialmente infravalorado, entre otros abusos. En 2017 se calculaba que el déficit comercial de EEUU con China rondaba los 375.000 millones de dólares.
Trump, que se ha autoproclamado el campeón del proteccionismo, ve en la imposición de aranceles la única vía para compensar este desfase. En esta pugna el líder chino, Xi Jinping, se ha convertido en el adalid del liberalismo en un mundo globalizado. Su primera intervención en Davos, en enero de 2017, se ha convertido en la demostración de cómo el mundo ha dado un giro de 180 grados.
En un primer paso, Washington impuso aranceles a productos básicos chinos por valor de 250.000 millones de dólares. China respondió con medidas similares a bienes estadounidenses por valor de 110.000 millones de dólares.
Pese a las bravatas de Trump, y teniendo en cuenta que tampoco a Xi Jinping le interesa esta batalla, EEUU puede que tenga más que perder frente a China. Las dos economías están “inextricablemente entrelazadas”, según Ríos. Cada día 1.600 millones de dólares en productos y servicios fluyen entre los dos países.
“Si China deja de comprar aviones o se deshace de los títulos del Tesoro y otros activos financieros en su poder, si las empresas chinas reducen su demanda de bienes estadounidenses, la primera potencia económica del mundo podría experimentar serios aprietos”, escribe el director del Observatorio de Política China en La China de Xi Jinping.
Algunos datos más que lo demuestran: China es un gran proveedor de empleo en EEUU. Por ejemplo, 180.000 empleos dependen de sus compras a Boeing. La relación bilateral genera 2,6 millones de puestos de trabajo en EEUU. China posee un 10% de la deuda pública estadounidense.
Si bien es cierto que una colisión de los dos gigantes provocaría una grave incertidumbre mundial, lo que a China le impediría cumplir con su sueño de modernización. Por ello, Xi intenta actuar con moderación para evitar pasos en falso.
Batalla tecnológica
El arresto de la heredera de Huawei en Canadá, a demanda de la Justicia de EEUU, simboliza una de las luchas más encarnizadas que se van a librar en 2019 y más adelante.
A Meng Wanzhou, hija del fundador de Huawei, antiguo oficial del ejército chino, la Justicia de EEUU le hace responsable de haber comerciado con Irán. Huawei vende más teléfonos móviles que Apple y ha invertido en investigación y desarrollo más dinero que países como España el año pasado, por ejemplo.
Por temor a que compartan los datos de los usuarios con el Gobierno de Pekín, algunos países le han vetado el acceso como Nueva Zelanda o Australia, y otros ponen condiciones como Canadá o EEUU.
Resulta difícil no interpretar esta medida como un aviso a China de dónde están los límites en su expansión tecnológica. En el cambio a la tecnología 5G, que solo en EEUU supondrá inversiones de unos 275.000 millones de dólares, la compañía china ha apostado muy fuerte. Ha anunciado que ya tendrá el primer móvil con esta tecnología en el primer cuatrimestre de este año.
4. Pulso por la supremacía en el siglo XXI
Más allá del enfrentamiento comercial y tecnológico, hay una lucha entre las dos superpotencias. “La confrontación entre China y EEUU es probable que se acentúe porque se trata de poder e influencia, que se manifiesta en la guerra comercial, pero también en otros pasos estratégicos”, señala Isabel Hilton, fundadora de China Dialogue,
Según el autor de La China de Xi Jinping, “el problema de fondo son las tensiones estratégicas. EEUU está librando con China la batalla por la supremacía en el siglo XXI. Se van a acentuar las tensiones a nivel global”. Tanto el presidente Trump como el vicepresidente Pence han reconocido la rivalidad con China y su carácter de amenaza.
“La buena relación entre Xi y Trump podría ayudar si esas tensiones no fueran tan fuertes. Con Putin la relación es muy estrecha. El Foro de la Ruta de la Seda de abril será el gran invitado de honor. Las tensiones de fondo entre China y EEUU van más allá”, añade el experto.
Con Taiwán EEUU tensa la cuerda con China. En su primer discurso del año, como es tradicional, Xi Jinping recordó que China tiene como objetivo la reunificación. Con su estrategia comercial en Latinoamérica, está consiguiendo que cada vez menos países reconozcan a Taiwán, que a su vez depende económicamente de Pekín. EEUU no renuncia, sin embargo, a vender armamento a la isla rebelde.
La presión de China sobre Taiwán aumentará a medida que el régimen necesite distraer a la población de problemas internos", dice Hilton
“Taiwán es vulnerable a la presión de China y en los dos últimos años China ha ido tentando a los países más pequeños que aún lo reconocen. La presión de China aumentará a medida que el régimen necesite distraer a la población de problemas internos. Es improbable que Taiwán encuentre la fórmula de ‘un país, dos sistemas’ atractiva después de la reciente experiencia de Hong Kong”, señala Isabel Hilton.
En el Mar de China oriental y meridional China mantiene disputas sobre diversas islas, donde intenta mantener la supremacía con avances disfrazados de expediciones científicas o de carácter turístico.
En septiembre pasado, dos buques de guerra de China y EEUU, que cuenta con aliados en la zona como Corea del Sur y Japón, casi chocaron. Las posibilidades de un accidente son altas y desde entonces al menos tratan de mejorar la comunicación entre los militares de ambos países. A pesar de la modernización del ejército de China, la diferencia con EEUU es enorme.
5. Influencia, no líder global
La pregunta recurrente suele ser: ¿será China la nueva superpotencia global? ¿Desplazará a EEUU? Sin embargo, olvidamos que China tiene su propio camino y un modelo que no pretende exportar, debido en gran parte a su diferencia cultural.
“La clave es hacer un país moderno, poderoso y con peso en el mundo, pero reconociendo que no puede liderar el mundo. Eso diferencia a China de la URSS, que exportaba su modelo. China plantea una relación pragmática. Ni siquiera Venezuela o China buscan imitar su modelo, porque es un modelo que hunde sus raíces en su propia cultura, en una identidad propia”, afirma Xulio Ríos.
China tiene ahora una interdependencia con el exterior insólita en otras épocas. Participa en misiones de paz hasta el punto de ser el mayor contribuyente de los países miembros del Consejo de Seguridad. Su política exterior está en manos del presidente Xi Jinping, dada su relevancia. Pero no busca un liderazgo global.
“Puede y está creando una esfera de influencia que puede ir ampliándose, pero la idea del liderazgo global no es algo que China sea capaz de llevar a término ni tiene experiencia para hacerlo. Busca crear vínculos con países más pequeños a través de préstamos e inversiones y desarrollos en infraestructuras a través de la Iniciativa de la Ruta y la Franja. Además, su sistema político no es lo suficientemente atractivo para ejercer autoridad moral”, explica Hilton, de China Dialogue.
Algunas voces por ello advierten de que es un riesgo tener tanto protagonismo en la escena internacional y soliviantar a EEUU. Todo ha de estar al servicio del sueño chino y despertar al fantasma americano es contraproducente.
Nada hay peor que quedarse fuera de ese ideal de modernización, que cada vez más chinos identifican con el éxito, ser rico, guapo y alto. Uno de las palabras más despectivas en chino es qiou, una combinación de sucio, pobre y feo. Sobre todo los jóvenes tienen miedo a fracasar. China se empeña en cumplir su sueño.
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