Es una de las personalidades fundamentales para entender el siglo XX. Su nombre, Mijail (“igual a Dios”, en hebreo), su padre Serguéi, un campesino inteligente y trabajador, y su origen humilde, en un pueblo del Cáucaso, han marcado la trayectoria de quien desde la cuna estaba destinado a “ser el mejor”.
En su obra Gorbachov, luces y sombras de un camarada, que será editada por libros.com, Francisco Herranz realiza un retrato psicológico del último presidente soviético, que ni es el héroe que soñó Occidente, ni el traidor a quien el presidente Putin, y muchos rusos, culpan del hundimiento de la URSS. “A Gorbachov le traicionó su ego”, subraya el autor.
“Hay que quitar la máscara al personaje. Es un ser humano real, con muchas aristas. Yo también le tenía mitificado. Es fascinante. Incluso en su momento de declive, cuando tuve ocasión de entrevistarle en noviembre de 1992, junto a Pedro J. Ramírez, irradiaba confianza. No se veía como culpable de lo que había pasado. Arremetía contra Yeltsin. Tenía rabia. Titulamos: ‘A esto lo llaman democracia pero es como la época de Stalin’”, rememora Francisco Herranz, quien fue corresponsal en Moscú de El Mundo entre 1991 y 1996.
Lo que hace Pakovich, como le suelen llamar los colegas de la profesión por su amor por Rusia, es desentrañar a Gorbachov para acercar al ser humano y al político, y a la vez ayudar a descifrar las complejidades del alma rusa, un alma atormentada que se siente incomprendida por Occidente.
Gorbachov se dio cuenta de que Europa tenía que ir por libre. A Honecker le dijo que tenía que actualizarse", dice Herranz
Mucho se ha escrito sobre el papel que desempeñó Gorbachov para enterrar la Guerra Fría y, sobre todo, su crucial papel para hacer posible la caída del Muro. “Se dio cuenta de que Europa tenía que ir por libre. A Erich Honecker (entonces líder de la República Democrática Alemana) le dijo que había que aprender a actualizarse. Les dejó claro que si querían echar el Muro abajo no se iba a oponer”, señala Herranz.
Lo que hace el ex corresponsal en Moscú es indagar en la personalidad y en la vida del que fuera secretario general del PCUS (marzo 1985-agosto de 1991) para entender su proceder, unas veces visionario, como al retirar las tropas soviéticas de Europa oriental o facilitar la caída del Muro de Berlín (1989), pero otras veces errático, como al no impulsar las reformas económicas a tiempo.
Fue muy indeciso en situaciones cruciales. Por ejemplo, con la liberalización de los precios"
“Había una faceta que desconocía y que he ido descubriendo en las lecturas. Era demasiado narciso y hacía que sus asesores compitieran entre sí. No asumía la responsabilidad. Fue muy indeciso en situaciones cruciales. Por ejemplo, fue un error no propiciar la liberalización de los precios. No lo hizo porque temía una insurrección. Tenía la voluntad de hacer reformas pero le daba miedo actuar”, explica el autor de Luces y sombras de un camarada.
Otro de los errores que cometió por ese endiosamiento que le apartó de la realidad fue, a juicio de Herranz, subestimar a Boris Yeltsin, a quien tendría que haber apartado, pero acabó dándole sepultura política tras el fallido golpe de agosto de 1991. Gorbachov fue presidente de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas hasta el 25 de diciembre de 1991, cuando se disolvió la URSS.
“No fue a felicitar a los que se sublevaron y eso fue una equivocación”, añade. Pese a todos los errores, “es cierto que sin él, el país habría ido a una guerra civil y no fue un vendepatrias. Intentó salvar la URSS hasta el último momento”.
El ejemplo del padre
Mijail Serguéyevich Gorbachov va a cumplir el 2 de marzo 88 años. Nació en Privólnoye, un pequeño pueblo del Cáucaso del Norte, en una familia campesina. Su padre, Serguéi, era listo, trabajador y muy admirado en la comunidad.
Su madre, analfabeta, muy decidida y religiosa. Su abuelo Pantélei, a quien admiraba, también tenía un marcado sentido del deber y de la dignidad. Le inculcaron que los estudios le llevarían a cumplir su destino, ser el mejor. Contaba a su favor con un intelecto privilegiado.
La Segunda Guerra Mundial, o Gran Guerra Patria, dejó a su familia en la más absoluta pobreza. Cuando acabó la contienda, tenía apenas 14 años. Lector voraz, había tenido que dejar de ir al colegio y su familia se empeñó para que regresara a los estudios.
Primero rechazó la idea, pero reaccionó como si hubiera sentido una premonición y se dedicó a aprender sin descanso. En los veranos ayudaba a su padre con la cosecha con la misma tenacidad. Incluso se ganó la Orden de la Bandera Roja por su labor en el campo.
Su paso por la universidad
Relata Francisco Herranz lo importante que fue para Gorbachov el paso por la universidad. Tenía múltiples intereses, incluso era un gran actor y un apasionado de la literatura. Aunque también le interesaban las matemáticas. Acabó cursando Derecho en la Universidad Estatal de Moscú. Más tarde, hizo ingeniería agrícola por correspondencia.
Al mismo tiempo que se involucraba en el Partido Comunista, donde su don de gentes y su origen eran una buena carta de presentación, se relacionaba con otros jóvenes que le influirían mucho. Quizá el que más fuera el checo Zdének Mlynár, quien luego se convirtió en disidente. Según Mlynár, Gorbachov era en la época universitaria “un estalinista”.
Fue una mutación genética del sistema soviético, pero era una célula perfecta"
Herranz, que alude a otros autores como Andrei Grachev, va más allá: “Gorbachov fue una mutación genética del sistema soviético, pero era una célula perfecta. La ortodoxia hecha arte. Se sabía a Lenin de memoria. De origen campesino. ¿Dónde sufrió la radiación atómica? En la universidad. A través de Mlynár descubre lo que funciona mal en el comunismo en Europa. Es un choque. Su padre y su abuelo eran estalinistas. Por eso también le cuesta lo que concierne a la propiedad privada”.
Esa amistad con Mlynár fue investigada por el KGB pero Gorbachov superó la prueba. Parece que le echó una mano Yuri Andrópov, con quien había trabado amistad en Stávropol.
Para llegar tan lejos a Gorbachov, como a muchos de los líderes que marcan época, le ayuda la fortuna. En Stávropol, en donde empezó a despegar su carrera política, entre 1965 y 1970, coincidía en el balneario de Mineralnie Vodi con Yuri Andrópov, quien fue director del KGB (1967-1982) y luego sucesor de Brezhnev como secretario general del PCUS en 1982. Cuando Gorbachov empezó a destacar en Moscú, Andropov, fallecido en 1983, le aconsejó que sería mejor que Leonid Brezhnev no supiera de su cercanía.
En marzo de 1985 Gorbachov fue elegido secretario general del PCUS. “Hay varias versiones sobre esa votación. Parece que aprovechó que había ausentes. Otros dicen que hubo empate y luego ganó por mayoría pero no por unanimidad”. Sea como sea, había llegado a lo más alto en la URSS.
Transformación histórica
Y desde la cima empezó una transformación histórica, que sorprendió dentro y fuera de la Unión Soviética. En política exterior será recordado por su contribución al fin de la Guerra Fría y por no haberse opuesto a la unificación de Alemania.
Se entendía bien con el canciller Helmut Kohl, pero también con jóvenes socialistas como Felipe González. Con Ronald Reagan, con quien al principio saltaban chispas, terminó firmando el Tratado de eliminación de misiles de alcance intermedio (INF), en 1987.
Sin embargo, lo que no le perdonan sus compatriotas es que le engañaran sobre la expansión de la OTAN. “Está documentado cómo EEUU (James Baker, entonces secretario de Estado) aseguró que la OTAN no se abriría al antiguo espacio soviético y acabó incorporando hasta a los Bálticos”, dice el ex corresponsal.
Su gran aportación, más que la 'perestroika' es la 'glasnost', es decir, su compromiso con la libertad de expresión"
Para Herranz, la gran aportación en Rusia de Gorbachov fue, más que la perestroika (reestructuración o reforma económica), la glasnost (transparencia informativa). “Quería que las decisiones del partido llegaran a la población. Confiaba en el sistema. Apostó por la libertad de expresión”. El cambio era revolucionario: antes los medios oficiales ocultaban hasta el angioma que tiene Gorbachov en la cabeza.
Raisa, su alma gemela
La vida y obra de Gorbachov no se puede entender sin Raisa Maxímovna, nacida Titarenko (Rubtsovsk, 1932). Su primer encuentro fue en 1951, en una sala de baile. El joven Mijail se había quedado estudiando pero acudió finalmente a buscar a dos compañeros de estudios. “Poco sabía yo que iba a encontrarme con mi destino”, confiesa el ex líder soviético en sus Memorias.
Mijail cayó rendido ante la belleza y la elegancia de Raisa, que estudiaba Filosofía. Tuvo que esperar meses a un segundo encuentro. Descubriría a una mujer inteligente, culta y segura de sí misma. Se casaron modestamente el 25 de septiembre de 1953. Siguieron juntos, formando una unión que iba más allá del amor, hasta que Raisa murió víctima de una leucemia en 1999.
Raisa nunca superó el calvario por el que pasaron cuando a Gorbachov le tildaron de traidor en su propia patria. Su única hija Irina, según recoge Herranz, ha reconocido el profundo dolor que le acusó a su madre esa defenestración.
En 1996 participó en la campaña electoral y apenas obtuvo un 1% de los votos. “Recuerdo cómo fui a un acto en el que había más participantes porque un profesor había obligado a los alumnos a acudir a escucharle”, evoca el ex corresponsal de El Mundo en Moscú.
Raisa era como una parte de sí mismo. Eran una sola persona... Gobernaron juntos", afirma el autor
“Raisa era como una parte de sí mismo. Eran una sola persona. Sus asesores estaban escandalizados. Daban interminables paseos juntos en los que hablaban sobre todo lo que sucedía. Ella no llevaba la voz cantante. Pero gobernaron juntos”, señala Francisco Herranz. A los dos les apasionaba la música, la literatura y el teatro. “Eran dos máquinas autodidactas”, dijo Irina de sus padres.
Las anteriores esposas de líderes soviéticos estaban relegadas y vivían en la sombra. Raisa no, incluso es una celosa guardiana de su intimidad y recorta al máximo los encuentros con otros dirigentes del partido.
Raisa, muy fuerte mentalmente, siempre tuvo una salud frágil. Gorbachov ha revelado recientemente, según recoge la obra de Herranz, que Raisa tuvo que abortar una vez debido a una dolencia cardíaca.
Cuando muere Raisa, Gorbachov confiesa que su vida ha terminado. Cae en una profunda depresión, que con el tiempo parece haber superado.
Ahora, cuenta el autor de Luces y sombras de un camarada, Gorbachov admite algunos errores y se ha vuelto más nacionalista. Asegura que si volviera a empezar de nuevo, “no cambiaría nada, pero haría muchas cosas mejor, tomando la delantera… Todo lo que hice jugó su papel”.
Churchill señalaba que la única clave que puede dar una pista para entender cómo puede actuar Rusia es “el interés de Rusia”. Por ello a Gorbachov le duele especialmente que, tras el colapso de la URSS, le reprochen que no se guiara por el interés de su patria, cuando siempre lo tuvo presente.
Su vida entera se ha dedicado a ser el mejor, como escribe Herranz, y el olvido de sus compatriotas es su peor condena
Gorbachov: Luces y sombras de un camarada está editado, gracias a un crowfunding, en libros.com
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