La esperanza demócrata de recuperar la mayoría en el Senado que hiciera posible poner en marcha su agenda se va diluyendo. En el mejor de los casos, lograrán un empate, pero no se sabrá hasta enero porque quedarán pendientes los dos senadores de Georgia hasta enero, cuando habrá segunda vuelta.
De momento los dos partidos tienen 48 senadores. Los demócratas necesitan cuatro, tres con Biden en la Presidencia para tener la mayoría, algo que parece muy difícil. En caso de empate a 50 (son 100 senadores) es el vicepresidente quien tiene el voto de calidad.
En Georgia se ha dado una situación peculiar. El senador republicano David Perdue se ha impuesto por la mínima al demócrata Jon Osoff, pero se ha quedado por debajo del 50%, de modo que se volverán a enfrentar en enero. La otra disputa por el otro puesto en el Senado es aún más peculiar: la senadora Kelly Loffler, republicana recién designada el año pasado, se enfrentaba a otros 20 candidatos. También habrá segunda vuelta con el mejor situado, el demócrata Raphael Warnock.
La cohabitación entre un presidente de un partido y un Senado del otro limita en extremo la acción de gobierno, algo que ya vivió Joe Biden como vicepresidente en la Presidencia de Obama cuando los demócratas perdieron el Senado en noviembre de 2014.
Empezó la pesadilla para Obama que chocaba una y otra vez con el muro republicano. Ahora, al menos han conservado la Cámara de Representantes.
Precisamente, la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, ha querido lanzar un mensaje de optimismo a los demócratas, que han perdido escaños, aunque conservan la mayoría y han ganado al menos un senador. "No hemos ganado cada batalla pero ganamos la guerra", ha dicho Pelosi a los demócratas.
Cuentan los demócratas con 209 representantes y los republicanos, 190. Quedan 36 por asignar pero los demócratas van a la baja. La ola demócrata de hace dos años, cuando los demócratas lograron un importante avance, sobre todo con victorias de mujeres en las dos Cámaras, ha chocado con el dique de contención republicano.
Una campaña extraordinaria
Donald Trump, lejos de ser una losa para los candidatos republicanos, les ha dado fuerza con la que han compensado el manantial de dólares que han dedicado los demócratas a la carrera por el Senado.
"Ha sido una campaña extraordinaria", dijo tras ser reelegido Mitch McConnell, el líder de los republicanos en el Senado. McConnell atribuyó parte del éxito a la pujanza de Donald Trump ya las escasas expectativas que había sobre sus posibilidades de mantener la mayoría.
McConnell ganó con facilidad contra la demócrata Amy McGrath, una ex piloto de combate, y lo hizo a pesar de que los grupos de izquierdas que apoyaban a la aspirante invirtieron hasta 50 millones de dólares en desbancarle. Pero el veterano McConnell ganó en 117 de los 120 condados de Kentucky. Su séptimo mandato.
John Yarmuth, congresista por Kentucky, decía a la CNN: "Lo que pueda conseguir el dinero está sobrevalorado en las elecciones. Poca gente ve la televisión en directo en estos día y muchos son los que odian los anuncios. Además, hay partidarios de uno u otro lado que no van a cambiar. Se invierte mucho dinero en persuadir a unos pocos". Es uno de los errores de la campaña demócrata: han dedicado cientos de miles de dólares a carreras muy difíciles de ganar.
El Senado condiciona las políticas y la agenda del presidente y su gobierno, ya que tiene la última palabra sobre leyes, tratados y nombramientos. Para empezar sobre las designaciones del gabinete.
Un equipo moderado
El equipo que forje la transición ha de ser del gusto de Mitch McConnell y los suyos, según anticipan Hans Nichols y Mike Allen en Axios, siempre que se confirme la mayoría republicana. Todos aquellos demócratas que hayan chocado con los republicanos tienen pocas posibilidades de contar con su aprobación.
Y hay que tener en cuenta, por ejemplo, que McConnell es un republicano que es capaz de conjugar su lealtad a presidente con un calculado distanciamiento de sus demandas de que se pare el recuento.
"Bueno, no es inusual que haya quien diga que ha ganado una elección. Ha pasado en numerosas ocasiones. Pero eso es diferente a querer interrumpir el recuento. Y lo que vamos a ver en los últimos días es que se van a terminar los recuentos", dijo a los reporteros McConnell.
Ningún republicano de primera fila ha defendido la intención de Trump de parar el recuento. Su hijo mayor, Don Jr., es quien abandera su pelea legal con un batallón de abbogados.
Los medios estadounidenses dan por hecho que Joe Biden tendrá que renunciar a los más izquierdistas dentro del Partido Demócrata. Tendría que inclinarse por centristas como Lael Brainard en el Tesoro o Tony Blinken, que ya estuvo en la Administración Obama, como secretario de Estado.
Será difícil que pueda ofrecer en ese caso ser jefa de la diplomacia a la afroamericana Susan Rice, que fue embajadora en la ONU y asesora de Seguridad Nacional con Obama.
Susan Rice sonó como posible candidata a la vicepresidencia, pero finalmente Biden se inclinó por Kamala Harris, hija de india y jamaicano. Rice defendió la controvertida respuesta de la Administración Obama al ataque al consulado de EEUU en Bengasi, Libia, lo que fue muy criticado por los republicanos.
También sería víctima de esta necesidad de pactos con los republicanos Stacey Abrams, quien fuera líder de la minoría demócrata en la Cámara de Representantes de Georgia, uno de los estados clave en la recta final a la Presidencia. El empuje de los demócratas en Georgia tiene mucho que ver con el carisma de quien fue la primera mujer que dio el discurso de réplica al discurso de estado de la Unión en febrero de 2019.
Senadores como Chris Coons pueden verse beneficiados por la cortesía que suelen mostrar en la Cámara Alta con sus compañeros de bancadas, según informa Axios.
Al igual que con el equipo le pasaría con la agenda política que quiera emprender. Todos los tratados y leyes que hayan que pasar por el Senado han de pactarse. "Los estadounidenses quieren que lleguemos a consensos", decían varias voces republicanas, con cierto optimismo. En un momento de crisis como la que se vive en la primera potencia global sería más que necesario.
Y es un hecho que Joe Biden se ha forjado en la política de pactos en el Senado. De hecho, llegó a fraguar una sólida amistad con el senador republicano, John McCain, quien fuera su contrincante de fórmula electoral en 2008. Biden aspiraba a la vicepresidencia con Obama y McCain a la Presidencia con Sarah Palin de número dos.
El papel crucial con el Supremo
Uno de las labores más relevantes de los senadores es su papel en la confirmación de los jueces del Tribunal Supremo. Apenas una semana antes de la jornada electoral del 3 de noviembre, el Senado confirmaba a toda velociada a la juez conservadora Amy Comey Barrett como juez del Supremo.
Son en total nueve jueces que están en el puesto de por vida. Y ella tiene apenas 47 años. Ocupa la plaza que dejó vacante Ruth Bader Gainsburg, la juez progresista que se convirtió en un icono feminista.
Los demócratas intentaron sin éxito que la confirmación del Senado se postergase porque consideraban que una decisión de tal trascendencia tenía que tomarlo una Cámara ya renovada. Los republicanos se negaron y procedieron en un tiempo récord.
El Supremo puede revisar leyes, y por ello el temor a que un nuevo Supremo de mayoría conservadora dé marcha atrás con la ley Rae versus Wade, que regula el aborto, o bien la asistencia mínima sanitaria.
A su vez, el Supremo es la máxima instancia que podría dictaminar si los votos por correo han de contarse o invalidarse, como reclama Donald Trump. El actual presidente ha designado a tres de los nueve jueces actuales del Supremo.
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