"Nosotros el pueblo hemos votado". Han sido las primeras palabras del presidente electo, Joe Biden, desde Wilmington, en Delaware, una vez confirmada su victoria por el Colegio Electoral. "La fe en nuestras instituciones se mantiene. La integridad de nuestras elecciones sigue intacta. De modo que es hora de pasar página, como hemos hecho a lo largo de nuestra historia. Para unir. Para sanar".
Apenas unas horas antes, los 535 miembros del Colegio Electoral habían confirmado su votación con el resultado previsto: 306 votos electorales a favor del líder demócrata, Joe Biden, y 232 por el actual presidente, Donald Trump. Son precisos 270 para ganar la Presidencia. En 2016, Trump logró 306 votos electores frente a los 232 de la demócrata Hillary Clinton.
En votos populares Joe Biden batió todos los récords al ser el primer candidato en superar los 80 millones de apoyos. También Donald Trump consiguió incluso más respaldo que hace cuatro años: unos 74 millones. Sin embargo, el voto popular no da la Presidencia, sino el voto electoral. Hillary Clinton en 2016, como Al Gore en 2000, lograron más votos populares que sus rivales demócratas, pero no llegaron a la Casa Blanca.
Esta ceremonia del voto en el Colegio Electoral, que habitualmente no tiene trascendencia por lo previsible, ha adquirido especial relevancia este año debido a que Donald Trump se aferra a su tesis de que en las elecciones del 3 de noviembre hubo fraude. El masivo voto por correo, debido a la pandemia del coronavirus, con el visto bueno de los estados, le da excusa para sustentar sus acusaciones.
Justo después, el fiscal general, cargo equivalente al titular de Justicia en Europa, William Barr, presentó su dimisión. Hace unos días Barr reconoció que no se habían encontrado pruebas de fraude, lo que contradice claramente las insistentes denuncias de Trump.
Voto unánime del Supremo
Sin embargo, han sido consideradas sin fundamento por los estados afectados y, definitivamente, por el Tribunal Supremo. Ni siquiera una mayoría de jueces conservadores, tres de los nueve nombrados por el propio Trump, le ha servido para sustentar su teoría de la conspiración.
El Supremo rechazó por unanimidad la demanda del fiscal general del Texas, que tenía como objetivo anular los resultados de las elecciones presidenciales en cuatro estados clave: Georgia, Michigan, Pensilvania y Wisconsin.
Fue la puntilla para las aspiraciones de Trump, quien sigue erre que erre con su cantinela de fraude. Ya está en campaña con vistas a 2024 y poco le importa el deterioro que causa en la confianza en las instituciones.
El Congreso de Estados Unidos, es decir, las dos Cámaras, Senado y Cámara de Representantes, celebra el 6 de enero una sesión para ratificar a Joe Biden como 46º presidente de Estados Unidos. Para que el resultado se revirtiese se precisaría la mayoría de las dos Cámaras, pero los demócratas dominan la Cámara de Representantes.
El Senado aún está pendiente de la segunda vuelta que se celebra el 5 de enero en Georgia. Si los dos aspirantes demócratas ganaran, habría empate a 50 senadores y el voto de calidad correspondería a Kamala Harris, la vicepresidenta.
Sin embargo, los republicanos mantendrían la mayoría en esta decisiva Cámara si obtienen alguno de los dos puestos en liza en Georgia. Si fuera así, darán la batalla contra el presidente demócrata, Joe Biden. Para empezar el Senado ha de ratificar la mayor parte de los nombramientos del nuevo gobierno.
La transición culminará el 20 de enero de 2021, cuando Joe Biden y Kamala Harris asumirá como presidente y vicepresidenta de Estados Unidos. Aún está por ver si Donald Trump acudirá a la ceremonia. No parece, ya que no ha reconocido su derrota, ni parece que lo vaya a hacer.
De hecho, sigue alentando a sus seguidores, que el pasado fin de semana se manifestaron para secundar las demandas de Trump de "robo" electoral. El pasado fin de semana diez manifestantes resultaron heridas al enfrentarse miembros de los Proud Boys, supremacistas favorables a Trump, y los Antifa. En Washington DC libraron una auténtica batalla campal.
Uno de los principales desafíos de Joe Biden será precisamente esa curación a la que alude en sus discursos. Trump se irá, a su pesar, pero deja un país muy dividido. Al sembrar la sospecha sobre la victoria de Biden, socava lo más sagrado en Estados Unidos: los pilares de la democracia.
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