Venecia, la ciudad de herencia bizantina ubicada en la famosa laguna del mar Adriático, en los últimos años ha hecho frente a la llegada de un turismo masivo e insostenible. Como resultado, a las medidas que se llevan tomando desde hace años para paliar sus efectos ahora se anuncia que los visitantes tendrán que pagar por entrar en la ciudad de los canales.
Esta decisión - que ya había sido pospuesta en dos anteriores ocasiones - entrará en vigor a partir del 1 de julio del próximo año, aunque su puesta en funcionamiento se adelantará a septiembre a modo de prueba. A partir de verano de 2022 el ayuntamiento usará una serie de torniquetes a la entrada del casco histórico de la capital de Véneto para restringir la llegada de turistas.
El periódico italiano La Stampa adelanta que el precio para poder acceder a Venecia rondará entre los 3 y 10 euros, atendiendo a la fecha y al número de personas que se prevea visitarán la ciudad entonces. Los habitantes de la localidad italiana no tendrán que pagar para poder entrar, aunque se plantea la posibilidad de que, al igual que los no sean de la zona, tengan que reservar su entrada a la ciudad.
Contundente decisión con la llegada de la 'nueva normalidad'
El anuncio de esta medida es especialmente llamativo tras el reciente y duro golpe que la pandemia por coronavirus supuso para la ciudad, una de las más turísticas del mundo. De acuerdo al informe más reciente de la Cámara de Comercio de Venecia:Venecia en cifras edición 2014, en 2013 el sector terciario suponía casi un 74% de la ocupación en la ciudad. Estos datos con gran probabilidad fueron superiores antes de la llegada de la Covid, considerando que, con respecto a 2013, Italia acogió en 2019 a 27 millones de turistas más.
La capital de Véneto está experimentado una rápida recuperación económica con la llegada de los meses de estío, después de más de un año de restricciones a la movilidad y confinamientos tanto a nivel nacional como europeo e internacional. La mejora de la situación provocada por el virus en el país, especialmente en las regiones del norte - que se vieron gravemente afectadas durante la primera ola - y la llegada de nuevo de turistas es lo que ha propiciado el control del número de visitantes que recorrerán a partir del año que viene sus calles.
A pesar de que las cifras aún se alejan de las previas a la pandemia (unos 110.00 visitantes diarios en temporada veraniega), Il Corriere della Sera explica que durante los diez primeros días de agosto la localidad norteña ha recibido a personas de 136 nacionalidades distintas. El diario indica que en los dos días con mayor afluencia se ha registrado un cúmulo de hasta 80 y 85.000 turistas. De media, apuntan a que unas 50 ó 60.000 personas procedentes de fuera de La Serenísima han paseado por ella en las jornadas del octavo mes del año.
Cruceros, cambio climático y Airbnb: los males contra los que luchan los venecianos
El sobreturismo pre-pandémico en Venecia provocaba indignación entre sus habitantes, quienes veían en él la conversión de esta ciudad histórica en una especie de parque temático. La llegada masiva de turistas ha obligado a los venecianos a mudarse a tierra firme, de forma que hoy únicamente unas 52.000 personas habitan las más de 100 islas que conforman la localidad.
Además del acaparamiento de las calles por parte de los que vienen de fuera, uno de los principales motivos detrás de este éxodo se encuentra la llegada continua de enormes cruceros al Gran Canal. Según Europa Press, la ciudad de los canales recibe cada año 25 millones de turistas, de los cuales cerca de 14 millones van a pasar el día, pero no pernoctan.
Estas inmensas embarcaciones, que proponen a los viajeros a bordo una rápida visita a la plaza San Marcos y el puente de Rialto para volver a poner rumbo hacia mar abierto en tan solo unas horas, también generan el enfado de los vecinos por su alto impacto medioambiental.
En 2016 decidieron incluso levantarse contra la llegada de los lujosos barcos bajo el lema 'No Grandi Navi' ('No a los barcos grandes'). La experta en ciencias medioambientales y directora de We Are Here Venice, Jane da Mosto, argumentó su posición contra estos barcos en XL Semanal explicando que «los 203 cruceros de lujo que navegan por Europa contaminan diez veces más que los veinte millones de coches del continente». La polémica, que continúa estando a la orden del día, no ha hecho más que acrecentarse tras accidentes como el sufrido en 2019 por un crucero al chocarse contra el puerto de Venecia.
Los efectos de los cruceros en la zona van más allá. La erosión que provocan con su paso por la laguna facilitan que se produzcan más inundaciones, las cuáles vienen teniendo lugar con creciente asiduidad como resultado de los efectos del cambio climático. Las lluvias torrenciales caídas en 2019 generaron las peores inundaciones registradas desde 1966, cuando la subida de la marea alcanzó los 187 cm de altura. A pesar de que las tormentas de 2020 no tuvieron tal alcance - se llegó a los 138 cm de altura - su virulencia dejó como resultado cuantiosos desperfectos en la ciudad.
La conocida como acqua alta - o crecida de la marea que provoca las inundaciones - es precisamente uno de los mayores reclamos turísticos en primavera y otoño para los visitantes. Los que deciden pasar unos días en la ciudad apuestan cada vez más por alojamientos turísticos como los Airbnb en vez de por hoteles. La falta de disponibilidad de viviendas supone que los precios sean extremadamente caros, imposibles de costear más que para estancias de unos días.
Así, se genera un círculo vicioso que beneficia a los trabajadores en el sector turístico pero que afecta de forma considerable a los oriundos y al medioambiente y fauna de la zona.
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