A sus 79 años, el escritor nicaragüense Sergio Ramírez se enfrenta a un incómodo “déjà vu”. En 1977 otro caudillo, Anastasio Somoza, dejó caer sobre él un castigo similar al que hoy dicta el régimen de Daniel Ortega. Una orden de busca y captura decretada por la fiscalía de su país a propósito de su última novela, “Tongolele no sabía bailar”. Un retrato del fin del sueño de la revolución sandinista del que Ramírez fue una vez militante y dirigente. "Uno siempre tiene que imaginar frente al poder absoluto los pasos que ese poder está dispuesto a dar por mantenerse supuestamente para la eternidad. Pero la eternidad en el poder no existe", relata el escritor a El Independiente.
El premio Cervantes no oculta que su pesadilla fue un día su utopía. "Una revolución en la que yo participé y que terminó en un régimen encabezado no por una persona sino por dos, que es un marido y una mujer, que eso es también inédito en la realidad latinoamericana", desliza. “Una pareja que desgobierna un país e impone las reglas del poder y que, como ocurría con Stalin, manda borrar a todos los que va purgando de las fotografías y se va quedando solo. Ahora es más fácil con el photoshop, entonces tenía que ser un negativo trabajado con un pincel”, bromea, recién iniciado su segundo “exilio forzado”.
“Ahora Ortega se quedó solo en la foto de la revolución. Estoy esperando el momento en el que será agregada su mujer que nunca participó para que sea la pareja arquetípica que estuvo en todos los frentes de guerra al mismo tiempo. Porque el mito que se fabrica alrededor de un caudillo es que lo hizo todo y estuvo en todas partes al mismo tiempo”, murmura.
Estamos viviendo en Costa Rica pero el tiempo nos dirá. Me siento muy bien en Costa Rica, país donde viví antes, pero también España y México son opciones para mi
Ramírez, que tiene también la nacionalidad española, sopesa estos días el lugar que escogerá para sobrellevar un destierro no del todo inesperado. "Todavía no lo sé. Estamos viviendo en Costa Rica pero el tiempo nos dirá. Me siento muy bien en Costa Rica, país donde viví antes, pero también España y México son opciones para mi", replica el escritor interrogado por este diario.
Entretanto, los ejemplares de su obra “Tongolele no sabía bailar” (Alfaguara), que en España ve la luz el próximo 16 de septiembre, permanecen desde hace dos semanas retenidos en las aduanas nicaragüenses. "Está prohibida pero está circulando por las redes. Es una forma de resistencia de la gente. Si me prohíben leer, yo leo", comenta, consciente de la vida alternativa que su novela ha encontrado en su patria. "Yo de lo demás no puedo opinar porque están de por medio mis derechos de autor", indica entre risas.
Ramírez abandonó en junio Costa Rica para someterse a un chequeo médico en Estados Unidos. El pasado miércoles la fiscalía de su país, controlada por la pareja presidencial, ordenó su detención acusado de “lavado de dinero, bienes y activos; menoscabo a la integridad nacional, y provocación, proposición y conspiración”. “No son días fáciles los que pasamos mi mujer y yo huyendo de nuestro país para no ir a la cárcel”, ha señalado el autor de "Adiós muchachos" en un acto celebrado a última hora de este lunes en la Casa América.
“Como escritor, mi novela fue prohibida antes de que dieran la orden de prisión contra mí. Para entonces yo no estaba en Nicaragua sino en Costa Rica. De alguna manera, me libré de unirme a los 240 prisioneros que existen hoy en Nicaragua. Todos los candidatos presidenciales han sido echados a la cárcel por un dictador. Si un novelista incluyera esto en una novela, sería muy exagerado, pero es el destino de todo aquel que amenaza el poder omnímodo que la pareja presidencial tiene en Nicaragua”.
En un acto previo, celebrado en la sede central del Instituto Cervantes, había reconocido con amargura la situación sobrevenida y su imposibilidad de regresar a casa “por una dictadura enemiga de los libros”. “Regresar a mi país significaría la cárcel y por lo tanto la muerte para mí. A mi edad no puedo estar preso sin los auxilios de un médico. Y ellos son muy despiadados. Hay prisioneros que pasan las veinticuatro horas del día con la luz encendida, otros en aislamiento… Son condiciones que yo no voy a ir a buscar”, ha admitido. “Ya me ha puesto ocho cargos penales, ¿qué puedo esperar? Pasar del aeropuerto al centro de detención de El Chipote, que es un lugar terrible”.
Ramírez, Premio Cervantes 2017, ha sido acusado por la fiscalía de “realizar actos que fomentan e incitan al odio y la violencia”. En su primera huida, en cambio, fue condenado a cárcel por incitación al terrorismo o asociación ilícita para delinquir. "Yo regresé a enfrentar las acusaciones a Nicaragua y Somoza no se atrevió a meterme en la cárcel, pero yo tenía entonces 30 años. Esa es la pequeña diferencia”, opina el escritor, “verdaderamente abrumado” -dice- por las muestras de apoyo público que ha recibido en los últimos días.
Víctima de una "pareja siniestra"
Uno de los respaldos lo ha recibido de Mario Vargas Llosa, con quien ha compartido este lunes diálogo. “Es un gran escritor de nuestra lengua y acaba de sufrir un atropello absolutamente escandaloso que ha motivado muchas respuestas en el mundo y creo que tendríamos que rendirle un homenaje”, ha aseverado el peruano. “El comandante Ortega y su esposa acaban de prohibir su último libro y se ha salvado de milagro de estar en la cárcel con los muchos opositores que tiene esta pareja siniestra”, ha recalcado quien considera que “America Latina está más cerca de la ficción que otros continentes”. “La literatura crea lectores incómodos aunque no siempre sepan aquello que les provoca una rebeldía frente a la realidad. Si el ideal de una sociedad es tener ciudadanos críticos, esos ciudadanos deben ser muy buenos lectores de literatura”, ha opinado.
Se ha salvado de milagro de estar en la cárcel con los muchos opositores que tiene esta pareja siniestra
MARIO VARGAS LLOSA
Ramírez confiesa que “el detonante” de su persecución es una novela, la última, escrita a partir de la contestación callejera que vivió el país centroamericano hace tres años. “Es una novela que desnuda los atropellos y la violación de derechos humanos que se produjeron en las calles de Managua y otras ciudades del país en 2018. El libro ha sido prohibido, ha sido retenido en la aduana y no lo dejarán entrar. Las dictaduras, dichosamente, no tienen invención y responden a la mediocridad”, ha indicado quien fuera vicepresidente del primer Gobierno sandinista, entre 1979 y 1990.
Una nueva lucha contra la dictadura
Una historia, entrelazada a la política y la literatura, de la que Ramírez se ha vuelto a convertir en protagonista a su pesar. “En Nicaragua muchas cosas se explican porque casi siempre hemos vivido bajo dictaduras. Yo nací cuando el viejo Somoza; fui a la universidad bajo su hijo y me metí en la empresa de derrocar al último de los Somoza. Es imposible para mi salirme a lo largo de mi vida de la familia Somoza. Cuando creí que ya había terminado mi tarea en ese sentido, hoy estoy enfrentado a otra dictadura”, ha insistido.
Cuando creí que ya había terminado mi tarea en ese sentido, hoy estoy enfrentado a otra dictadura
“El autoritarismo en América Latina es de vieja data. No se ha resuelto en el siglo XXI y es algo que sigue pendiente. Se vuelve un recurso insoslayable de la novela. Esta realidad política de tantas aristas y relieves, que nunca es llana sino que está llena de abismos y cumbres y que siempre está interviniendo frente a los ojos del escritor”, ha sugerido el premio Cervantes de 2017. Su lucha inesperada busca ahora encontrar acomodo en un exilio en el que le acompaña su esposa Tulita. De momento, se halla en Costa Rica, donde ya residió previamente durante 14 años.
El escritor combatiente admite ahora que “la revolución me costó diez años de escritura” pero aquella sequía, que rompió en 1985 escribiendo por las noches, le permitió conocer el poder. “No sé qué pude haber escrito aquellos años pero yo sé lo que gané como escritor, la experiencia en el poder. Uno no puede hablar del amor si no ha estado enamorado. No puede hablar del poder si no ha estado dentro y no conoce las entrañas del poder que es igual bajo cualquier ideología o sistema. En el poder siempre hay inquina, zancadillas y disputas”, narra. “Me inscribo en la línea del escritor comprometido pero no es que me vaya a tentar la política porque no creo en la gerontocracia. Mi generación en Nicaragua debería haber salido del panorama y de la acción política”, ha concluido.
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