"La extrema derecha es una amenaza. Los partidos democráticos han de entender que su modelo es la democracia iliberal de Viktor Orban". Horas después de nuestra conversación con Steven Forti, autor de Extrema Derecha 2.0. Qué es y cómo combatirla (editorial siglo XXI), en Varsovia se han reunido los principales partidos políticos nacionalistas, anti inmigrantes y euroescépticos del continente. Son los que siguen el modelo del primer ministro húngaro. Han firmado la declaración conjuntoa la candidata presidencial francesa Marine Le Pen, de Agrupación Nacional, el líder de Ley y Justicia, Jaroslaw Kaczynski, los italianos Matteo Salvini, de la Liga, y Giorgia Meloni, de Hermanos de Italia, y el líder de Vox, Santiago Abascal, entre otros. Estos dirigentes se comprometen a reforzar sus lazos, aunque aún no han dado el paso de unir sus fuerzas en el Parlamento Europeo.
También esta semana el ultranacionalista Éric Zemmour ha confirmado su intención de tomar parte en la carrera hacia el Elíseo. Este domingo ha dado su primer mitin en el Zénith de París. Ha insistido en su tesis de la gran sustitución, la progresiva pérdida de poder de los franceses frente a la presión migratoria. Su agenda se focaliza en el nacionalismo a ultranza (quiere que solo sean legales los nombres franceses), el odio al islam, y el rechazo a la migración. En Hungría saben de lo que habla.
Para evitarlo, según Steven Forti, "los partidos políticos que representan y quieren representar opciones democráticas han de entender que la ultraderecha es una amenaza y han de hacer pactos para defender un bien común de un peligro que puede hacer reventar el sistema en el que vivimos. La alternativa que presentan es la democracia iliberal de Orban o más allá está el autoritarismo de Rusia y China".
Para Forti hay una diferencia clara entre la llamada izquierda radical y la extrema derecha, que también algunos denominan derecha radical. "No son los dos lados del espejo: izquierda y derecha radical. La diferencia es que, excepto algunos grupúsculos, la izquierda radical no pone en cuestión la democracia liberal, aunque sean críticos y querer llenarla de contenido social. Pero la mal llamada derecha radical tiene un modelo muy claro: la democracia iliberal de Orban, que sí pone en cuestión la democracia liberal. Syriza o Unidas Podemos no se han planteado otro modelo de democracia".
Habría que fomentar esta conciencia sin demonizar al votante. "El votante de ultraderecha puede estar convencido de algunas de sus propuestas, quizá no de todas. O bien optar por ellos como voto de protesta o hastío. No se tiene que demonizar a quienes votan a la ultraderecha sino mostrar mayor empatía para conquistar sus mentes y sus corazones. Hay que reconstruir lazos desde abajo. Habría que explicarles muy bien, con datos y argumentos, que realmente esa opción no defiende sus intereses. Es un ticket to hell", apunta Forti.
Según este profesor de Historia Contemporánea en la Universidad Autónoma de Barcelona "el cordón sanitario es un paliativo, pero no la solución". Sirve a corto plazo porque "la alternativa sería legitimarlos como fuerzas institucionales, pero hay que actuar en otros ámbitos. En primer lugar, ver las causas, los problemas de fondo que explican el fenómeno en cada país. Y actuar para no seguir su agenda. El cordón sanitario ha de hacerse bien, sin banalizarlos, y con participación de todos los otros partidos".
La extrema derecha, que Forti diferencia del fascismo por sus límites históricos, está logrando un gran éxito a la hora de imponer su agenda. El contexto les favorece: vivimos en sociedades cada vez más desintegradas donde la desafección con la política y las instituciones es cada vez mayor. En muchos países occidentales apenas es de un 15%.
"La ultraderecha sabe marcar la agenda política. Lo hace en un clima favorable debido al descrédito de la política. Saben aprovechar transformación de los medios y las redes sociales. No hay que dejarles la iniciativa y romper el circulo vicioso. No pueden ocupar todos los días las portadas", señala Forti.
Provoca y vencerás
Una de las marcas de la extrema derecha es la provocación. Un ejemplo sería Éric Zemmour, el nuevo contendiente en la carrera electoral francesa. Es un conocido polemista que sabe cómo atraer las miradas. Y lo hace recurriendo a la transgresión. Dice todo aquello que un conservador tradicional puede pensar pero no se atreve a decir. Flirtea con el discurso del odio. Hasta tal punto que YouTube ha vetado su video a los menores y ya ha sido condenado dos veces por esta razón.
"Zemmour es una expresión de la nueva extrema derecha, como lo son en Italia tanto Salvini como Meloni. Es una familia global, con redes, una agenda común y han compartido y siguen compartiendo experiencias, discursos, herramientas", señala el investigador.
"En Francia el Frente Nacional tiene muchos votos desde finales de los ochenta. Pero la ultraderecha ha estado marginada en las instituciones por el sistema electoral a dos vueltas, tanto en las presidenciales como en las legislativas. Pero es probable que entre Zemmour y Le Pen se acerquen al 40%. Es decir, cerca de la mitad de los electores franceses no ve que un líder ultraderechista sea un peligro para la democracia. Y lo es", dice Forti, investigador del Instituto de Historia Contemporánea de la Universade Nova de Lisboa.
La polarización es clave para los partidos de extrema derecha. "Es una de las principales estrategias que estas formaciones utilizan. Si polarizas mucho, creas un terreno abonado en el que encontrar cualquier consenso. Lo ves en la identidad nacional, migrantes… Vivimos en sociedades deshilachadas o desintegradas socialmente hablando. Cuando se han ido perdiendo los anticuerpos en las instituciones y en la sociedad civil, aquello que refuerza los lazos en las comunidades, es más fácil que una propuesta rupturista y antisistema entre con fuerza. Así estas formaciones antisistema entran con fuerza", comenta.
Juegan a romper con el clivaje de izquierda y derecha. Por ello les molesta que les califiquen como extrema derecha. La reacción del candidato a la Presidencia de Chile, José Antonio Kast, es un ejemplo. Cuando le preguntaron en una entrevista, se distanció de la denominación y se retrató como "el candidato del sentido común".
"No quieren ser estigmatizados. Si acaban definidos ideológicamente, el caladero de votos al que pueden aspirar difícilmente representa a la mayoría de la sociedad. Y juegan al confusionismo ideológico. Pretenden romper los moldes tradicionales de izquierda y derecha y aumentar su caldero de votos. Tienen una estrategia muy clara y les funciona. Así se presentan como los representantes de la gente común, de lo que la gente dice en calles y bares", añade el autor de Extrema derecha 2.0.
Este mensaje basado en la provocación cala más en nuestra sociedad debido a que las redes sociales no ejercen como filtros, como lo hacían los medios de comunicación tradicionales. Los hechos alternativos ya no son solo un recurdo de los trumpistas. Las redes se han convertido en medios donde impera la ley del que grita más fuerte. En sentido, Forti reclama que sean consideradas como servicio público y se impulsen cambios legislativos para que no sea la empresa privada la que imponga límites sino que vengan marcados por la ley. En ese sentido, subraya la importancia del discurso del odio. "Es uno de los grandes problemas de nuestra sociedad y en las redes sociales se fomenta. No es exclusivo de la extrema derecha pero es quien más lo ha utilizado", dice Forti.
El nacionalpopulismo en Cataluña
Steven Forti, nacido en Trento hace 40 años, vive en España desde hace más de una década. Desde Barcelona ha sido testigo de la evolución del independentismo en los últimos años. Unas frases de su libro relativas JxCAT han provocado una reacción furibunda desde algunos de sus defensores. En el libro, Forti dice: "Si bien es una excelente noticia que una formación de derecha nacionalpopulista se haya sumado al cordón sanitario, no se puede obviar que dentro del partido liderado por Carles Puigdemont hay un número nada desdeñable de dirigentes y diputados que comparten ideas ultraderechistas, haciendo público su etnicismo identitario, aunque con otra afiliación nacional respecto a Vox".
Explica Forti cómo "el populismo es una herramienta de la política y lo empapa todo. Hay izquierdas populistas, derechas populistas o extremo centro populista (Macron). Y los nacionalistas recurren al populismo". Señala a su vez como "no podemos meter en un mismo saco al independentismo: no es lo mismo Junts que Esquerra, ni el Puigdemont de 2017 que el de ahora... Dentro del independentismo hay sectores, algunos extraparlamentarios, que están en las coordenadas de la extrema derecha y también en Junts hay elementos que en otro contexto nacional estarían en partidos de ultraderecha. Si trasladas las referencias históricas, podría ser algo como Le Pen. Hay una radicalización yt hay sectores que comparten muchos rasgos con los Trump y los Salvini. No me extraña que les duela que diga esto".
En este sentido, para Forti el fenómeno del procès "es la declinación populista de la ola global que ha marcado la última década. No quiere decir que sea trumpismo ni extrema derecha. Pero es la respuesta en contexto catalán a problemas globales como las consecuencias de la crisis financiera de 2008, la globalización, la desafección, cambios culturales, sumado a fenómenos como fue la sentencia del Constitucional. Recurrieron a la utopía disponible, en palabras de Marina Subirats. Todo ello sin quitar responsabilidad al gobierno de Rajoy, donde hubo una total falta de empatía".
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