Es la vuelta al punto de partida. Hace siete años se firmaban los Acuerdos de Minsk 2 (Minsk 1 se había firmado en septiembre de 2014 y solo duró unos meses). Y con motivo de la crisis de Ucrania vuelven a ser una referencia para rusos, ucranianos, y también para Alemania y Francia, las potencias que se sientan a la mesa en el formato llamado de Normandía, junto con la OSCE.
De los firmantes entonces, solo sobrevive en el poder el líder ruso, Vladimir Putin. Junto a él estaban en 2015 la alemana Angela Merkel, el ucraniano Petro Poroshenko y el francés François Hollande.
Es vital recuperar estos Acuerdos con los que se intentó poner fin al conflicto entre Rusia y Ucrania en 2014, que ya ha costado la vida a 14.000 personas y obligó a cientos de miles a dejar sus hogares. Tanto ucranianos como rusos se reprochan su incumplimiento.
Sin embargo, como remarcó el presidente francés, Emmanuel Macron, en Moscú: "La solución a la cuestión ucraniana puede solo ser política, y la base de la solución solo puede estar en los Acuerdos de Minsk. Son el único camino que permitirá lograr una paz duradera".
La decisión de la Duma de instar al presidente ruso, Vladimir Putin, a reconocer la independencia de Lugansk y Donetsk sepultaría los Acuerdos de Minsk 2. En su encuentro con Putin, el canciller alemán, Olaf Scholz, ha llamado la atención al líder ruso para que no dé ese paso. "Sería un desastre", ha subrayado, y ha evocado los Acuerdos de Minsk, que se convertirían en papel mojado para siempre.
Si el Kremlin reconociera la independencia de estas provincias ucranianas, podría intervenir para proteger a los ciudadanos rusos. El Kremlin ha repartido en el Donbás unos 700.000 pasaportes.
Putin denuncia el "genocidio" que sufriría la población rusa en Donetsk y Lugansk, mientras que los ucranianos aseguran que los rusos violan continuamente el alto el fuego. Los ucranianos lo niegan y denuncian cómo los ucranianos en la frontera viven en situación de guerra no declarada.
La divergencia fundamental es que los ucranianos consideran a Rusia un Estado agresor que apoya a los rebeldes prorrusos. Y lo hace política y económicamente. Estos Acuerdos los firmó Putin pero no mencionan a Rusia. Moscú sostiene que en el Donbás hay una guerra civil y que se pactó establecer un diálogo con Donetsk y Lugansk.
Los ucranianos demandan que los rusos cesen sus agresiones, mientras que los rusos piden que se ponga en marcha el proceso político. Es un continuo toma y daca que hasta ahora no ha llevado a ningún sitio.
Puntos del acuerdo
El alto el fuego inmediato que impusieron los acuerdos en el Donbás ha reducido los choques armados, pero la misión de observación de la OSCE da cuenta de violaciones diarias.
También se acordó la retirada de armas pesadas; la amnistía de prisioneros; la retirada de tropas extranjeras del territorio ucraniano y el desarme de grupos ilegales; el levantamiento de las restricciones en las áreas rebeldes de Ucrania; la descentralización de las regiones; y el control ucraniano de la frontera con Rusia.
Kiev reprocha a Moscú que intenta convertirse en mediador, cuando es parte en el conflicto. Ucrania insiste en que es básico el orden cronológico que debería seguirse para que entre en vigor el estatus especial y se convoquen elecciones locales. En primer lugar, deberían retirarse las tropas rusas y Ucrania tendría que recuperar el control de la frontera. Moscú insiste en lo contrario: el traspaso del control se daría justo después de que se aprobara una reforma constitucional que garantizara la descentralización del país.
Este año el impulso de Macron y Scholz ha logrado que se celebren dos rondas negociadoras por primera vez en 24 meses en el formato llamado de Normandía. En París las partes acordaron una declaración conjunta: hubo un compromiso de alto el fuego. Además, había voluntad de que se acercara la interpretación de los acuerdos.
Sin embargo, dos semanas después en Berlín, la negociación se estancó porque Rusia insiste en que Ucrania hable directamente con los separatistas prorrusos. Kiev recela del proceso político porque sostiene que acabaría dando fuerza a Moscú en la política ucraniana a través de los separatistas prorrusos.
De ahí que sea tan relevante la carta de la independencia que maneja ahora Moscú. Es una forma de presionar para que los Acuerdos de Minsk se apliquen a su modo, según interpreta Kiev. Supondría consolidar la anexión que buscaba con la agresión en 2014.
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