Luce con indisimulado orgullo el carné que le sirve de salvoconducto hasta territorio enemigo, las autoproclamadas repúblicas de Donetsk y Lugansk que Vladimir Putin ha reconocido como independientes esta semana. Tiene, según el citado documento, la condición de “veterano de guerra”. Mariano García Calatayud, un jubilado valenciano, lleva afincado en Ucrania desde que en 2014 las protestas del Euromaidán precipitaran la caída del gobierno de Víktor Yanukóvich y el conflicto con Rusia desempolvara viejas rencillas y ambiciones territoriales nunca saldadas.
“Ahora Putin, el señor de las guerras, ha endurecido de nuevo el tema”, advierte el español desde Jersón, una ciudad a orillas del mar Negro que el voluntario ha convertido en el epicentro de sus operaciones. Fueron precisamente otras escaramuzas las que alumbraron Jersón, hoy habitada por 280.000 personas. La urbe en la que ha fijado su residencia el valenciano nació a finales del siglo XVIII como una fortaleza y base naval rusa, en plena trifulca entre el imperio local y el Otomano. Los últimos acontecimientos han vuelto a recuperar su pasado bélico. “Todo el mundo está en alerta aquí. No se fían de Putin. Hasta los menores están haciendo prácticas de urgencias y primeros auxilios en las escuelas”, comenta.
Mariano sirve como voluntario en una organización que distribuye material de primera necesidad por las zonas calientes del conflicto ucraniano. Sus camaradas local le conocen con el alias de Mario, más fácil de pronunciar y recordar. “Es que, cuando llegué, empezaron a decirme Mario y lo adopté”, balbucea. Tiene 74 años y hasta hace cerca de una década trabajaba como funcionario en el ayuntamiento de Carlet, un municipio valenciano de 15.000 habitantes. “Pertenecía a un grupo de voluntarios de apoyo a Ucrania en Valencia y decidí venirme aquí. Enviábamos material pero nunca llegaba a su destino. Prejubilarme y venirme a vivir aquí era la mejor opción”, replica.
En territorio hostil
Primero aterrizó en Kiev. Meses más tarde, los contactos le condujeron hasta Jersón, una ciudad más próxima a la península de Crimea, anexionada por Rusia en marzo de 2014, y al este de Ucrania, donde fuerzas ucranianas y separatistas prorrusos, apoyados por Moscú, llevan desde entonces enzarzados en una contienda que vive ahora una nueva escalada. “Estoy a dos horas en coche de Crimea y a unos 550 kilómetros de la región del Donbás”, detalla Mariano. La región es el escenario de la última ofensiva del Kremlin, tras el reconocimiento de la independencia de las repúblicas populares de Donetsk y Lugansk. En los confines geográficos del Donbás, donde existe aún un cordón controlado por Kiev, se mueve el español.
Un francotirador ucraniano me contó: 'Te teníamos a tiro pero no te matamos. Todos queremos al voluntario español'
“Me establecí aquí y empecé a pedir ayuda a personas que conocía para lograr alimentos no perecederos, juguetes o material de escuela”, detalla. El septuagenario se abre paso por un territorio incierto asido a un carné que le acredita como “veterano” de la apodada “área de operaciones antiterroristas”, el término que Kiev emplea para identificar los bastiones de los separatistas alineados con las tesis de Putin. “Es enseñar el documento y poder entrar y salir de la zona. Es muy útil para visitar las fronteras y poder auxiliar a los niños de la guerra, las familias más necesitadas y nuestros soldados”, narra.
Mariano, que dice ser el único español por estas lides, se jacta de haber trabado lealtades a uno y otro lado de las trincheras, más allá de su defensa cerrada de las consignas ucranianas. “En cierta ocasión llevábamos una furgoneta cargada de material. Había llovido mucho y se estaba haciendo de noche”, rememora.
“Para nuestra desgracia, una de las ruedas quedó atascada en un agujero. Todos los que iban a bordo tenían miedo de bajar porque estábamos en una zona de guerra, rodeados de separatistas y terroristas. Salté del vehículo y coloqué piedras e hierbas para ayudar a que la furgoneta pudiera reanudar el camino”, admite. Aquella noche, apunta, recibió una llamada telefónica en la que un francotirador ucraniano aseguró haberle reconocido y haberle salvado la vida. “Me contó: 'Me di cuenta de que eras tú. Es Mario, le grité al prorruso que también te tenía a tiro. Y por eso no te matamos. Todos queremos al voluntario de España”.
“No pertenezco a ninguna milicia pero llevo muchos años aquí y he visto cosas que ni en ciencia ficción”, señala vagamente el voluntario. “Lo he visto personalmente y también lo he vivido en carne y hueso”, esboza. Durante sus años de estancia en el país las refriegas en el Donbás se han cobrado la vida de más de 3.300 civiles y más de 10.000 soldados, de uno y otro lado. En total, más de 20.000 uniformados han resultado heridos. Mariano insiste en “no haber empuñado ningún arma” desde que desembarcó en la ex república soviética.
Mariano García, natural de Valencia, posa en una serie de fotografías tomadas en zonas afectadas por el conflicto entre ucranianos y separatistas prorrusos en el este del país.
Empuñar las armas
Si un día llegara el momento de tomar las armas lo haré para defender a mis compañeros voluntarios
“No he tomado las armas pero también soy plenamente consciente de que, Dios no lo quiera, si un día llegara el momento de hacerlo la empuñaré para defender a mis compañeros voluntarios y a mi”, contesta sin titubear. “Yo sé manejar armamento. En España tenía licencia de armas de caza y durante dos años batí el récord de matar jabalíes en Valencia”, indica quien recuerda aún sus años de servicio militar obligatorio. “Hice dos meses de instrucción y luego estuve en el cuartel. Cuando llegué a Ucrania, me enteré de que en el ejército habían preparado unos cursos para otros voluntarios como yo y me apunté, pero estuve solo unos días. Al final me di cuenta de que ya lo sabía todo”.
Mariano, que asegura usar con cierta destreza el AK-47 y los rifles de largo alcance, tiene la seguridad de que “la situación seguirá empeorando”. “Yo espero una guerra abierta contra Ucrania. El señor de las guerras y sus secuaces no van a parar de asesinar a los ucranianos. Están entrando miles de soldados por la frontera”, sugiere. “Sabe jugar con la estrategia de la política militar. Solo parará cuando sea el dueño de lo que él quiere. Aspira a dominar Letonia, Lituania, Georgia… y todos aquellos países que considera patrimonio de Rusia. A su juicio, no son independientes por muchos documentos que existan que establezcan lo contrario”.
Espero un conflicto abierto contra Ucrania. El señor de las guerras no va a parar
El jubilado, que sufraga su vida en Ucrania con la pensión española, mantiene la determinación de permanecer en su país de acogida. No ha regresado a Valencia, donde tiene nietos, en los últimos años. “Tengo que estar aquí”, murmura.
El último cargamento de su ayuda aún ni siquiera ha salido hacia destino. “Lo teníamos todo preparado pero nos llamaron del ministerio de Defensa y nos dijeron que teníamos que suspenderlo porque nadie sabía que era lo siguiente. Y luego pasó lo de esta semana”, explica Mariano, a la espera de nuevos acontecimientos. “Nos colocaremos un brazalete blanco y habrá que volver a reanudar los viajes”, vaticina, decidido a seguir a 3.700 kilómetros de casa, en mitad de la hostilidad de una guerra cada vez menos ajena. “Amo España y es mi tierra pero entiéndeme. Llevo ya mucho tiempo aquí”, concluye.
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