La invasión rusa de Ucrania cumple dos semanas y Yuliia Pidipryhora no piensa en abandonar Kiev, la capital que las tropas de Vladimir Putin tratan de sitiar. “Es mi ciudad. Voy a permanecer aquí. Es donde yo nací. Aquí también nacieron mis padres, mis abuelos y mis bisabuelos”, dice esta profesora que imparte español en una universidad de la ciudad. Yuliia rechaza engrosar el éxodo que suma ya dos millones de refugiados, a pesar incluso de la amenaza cierta de los bombardeos.
“Las alarmas antiaéreas siguen sonando pero en mi edificio no hay ningún refugio. El más cercano es una estación de metro. Las primeras noches las pasamos allí. Ahora, en cambio, nos quedamos en casa. Hemos construido nuestro propio refugio usando las paredes del pasillo, como recomiendan los expertos”, narra esta hispanista para la que el español fue un sueño infantil. “Recuerdo que de niña me impresionó mucho un programa de televisión sobre España. Eran aún los tiempos soviéticos. Con 15 años me inscribí en unos cursillos para aprender español y después seguí en la universidad” .
De momento, son las ciudades satélites de Kiev como Irpin o Bucha las que están pagando el precio, su población y sus infraestructuras
Desde hace dos semanas, en cambio, vive una pesadilla que ha trastocado su vida cotidiana y la de su marido y sus dos hijos adolescentes. “Es otra vida. Nos parece que todo lo que nos sucedía hace dos semanas era otra vida. Nadie puede imaginarse cómo es vivir en tiempos de guerra pero, por desgracia, el conflicto en el este llevaba ya ocho años. Hemos comprendido que tenemos que luchar y que no tenemos otro remedio porque o resistimos y vencemos o no existiremos”.
Las refriegas se hallan instaladas en la periferia de Kiev, sin avances de las tropas rusas pero con la amenaza de una nueva ofensiva de Moscú en el horizonte. “Me inquietan los ataques aéreos porque están bombardeando zonas residenciales y a población civil, la más afectada. Existe el riesgo de que suceda en Kiev lo mismo que lleva días pasando en ciudades como Járkov, donde algunos barrios han sido destruidos”, admite Yuliia. “De momento, son las ciudades satélites de Kiev como Irpin o Bucha las que están pagando el precio, su población y sus infraestructuras. Hay una auténtica catástrofe humanitaria, pero el ejército ruso no ha hecho progresos en una semana”.
Vidas bajo los escombros
Las noticias escasean de los alrededores de Kiev, sometidos al plomo ruso. “No sabemos nada del profesor de mis hijos. Estaba en el sótano de su edificio junto a su familia y otros 20 vecinos y el inmueble se les cayó encima. Llevan días atrapados y los bombardeos son continuos, por lo que los servicios de rescate no pueden hacer su trabajo. No sabemos si están vivos o no”, indica con angustia la académica, que echa de menos “la paz, la seguridad, la posibilidad de hablar con los amigos o pasear por las calles de la ciudad”, costumbres que que ha perdido desde que estallara el conflicto. “Echo de menos esa vida pacífica”, murmura.
Llevan días atrapados y los bombardeos son continuos
Yuliia sigue, no obstante, caminando a diario por una ciudad que trata de preservar cierta rutina. “Los supermercados y las farmacias funcionan. Hay colas a veces, porque algunos establecimientos han cerrado. En mi barrio sigue habiendo de todo. Hoy hemos comprado carne y continúa habiendo fruta y verdura”, detalla. “Oímos algunas explosiones, pero a lo lejos. Ayer por la noche la defensa antiaérea derribó dos aviones rusos que estaban sobre Kiev y también fueron interceptados varios misiles. Lo más cercano que ha caído un misil fue en los alrededores de la estación de ferrocarril pero no hay señales de los bombardeos”.
Los principales temores, sin embargo, se concentran en el cielo. “La ciudad de Kiev está mucho mejor defendida que, por ejemplo, Mariúpol. Lo peor viene del cielo. Cuando las bombas caen, estamos indefensos”, sostiene. “Lo único que pido a la OTAN es que nos cierre el espacio aéreo o que nos ayude a conseguir cazas de combate. No soy experta en estas cosas, pero necesitamos sistemas para poder combatir los ataques aéreos porque el cielo representa el mayor peligro. En la tierra podemos combatir. Nuestro ejército es muy fuerte y tenemos armamento gracias a la comunidad internacional pero cuando caen las bombas estamos indefensos y quien sufre es la población civil”.
Putin está completamente loco. Sus acciones no se basan en la razón o la lógica, sino en una ideas tergiversadas por su mente enferma
Desazón por la familia rusa
Yuliia no duda cuando se le pregunta por Vladimir Putin. “No soy diplomática y puedo permitirme hablar con sinceridad. Considero que Putin está completamente loco. Sus acciones no se basan en la razón o la lógica, sino en una ideas tergiversadas por su mente enferma. Por eso resulta imprevisible. Y cuando dice, por ejemplo, que puede apretar el botón rojo de las armas nucleares, yo le creo. Moscú asegura que está en guerra con los nacionalistas ucranianos pero nosotros simplemente amamos nuestra tierra, igual que los rusos aman la suya”, agrega la profesora. “Esto son crímenes de guerra. Putin es un criminal de guerra y el tribunal de La Haya lo está esperando a él y a su camarilla”.
Siento mucha rabia por lo que pasa, porque es injusto
Sobre la sociedad rusa, cada vez más distante de sus “hermanos” ucranianos, Yuliia habla con tristeza. “Tengo parientes allí y me produce mucho dolor porque están tan manipulados por sus medios de comunicación que no me creen. Les digo que yo estoy aquí y están bombardeando las afueras de mi ciudad y me contestan que no puede ser. Que no es ninguna guerra y que Rusia no está atacando a nadie. Les han lavado el cerebro. Es horroroso. Viven en un mundo imaginario y creen todo lo que les dice la televisión”.
La profesora de español que, a su pesar, cambió sus clases por la traducción, encerrada entre las cuatro paredes de su casa niega tener miedo o pánico. “Siento mucha rabia por lo que pasa, porque es injusto. Y ahora también tengo mucho dolor por las vidas perdidas en esta guerra loca. Las razones de este conflicto solo existen en la cabeza de Putin. Estamos asumiendo el coste de ser una especie de escudo entre Europa y Rusia y terminaremos venciendo. Puedo parecer estúpida, pero tengo mucha fe en que Kiev permanecerá firme y las tropas rusas no desfilarán por mi ciudad”.
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