En las fotografías y los vídeos que a diario captura Maria Avdeeva solo hay silencio. No queda rastro de humanidad sobre las calles nevadas de Járkov. Es como si la segunda ciudad de Ucrania se hubiera vaciado de súbito. La mitad de los 1,4 millones de habitantes que residían en ella hasta finales de febrero han huido y el resto permanece escondido en los refugios, al abrigo de los bombardeos que desde hace más de dos semanas sufre la apodada “Stalingrado de Ucrania”, un título que podría reclamar otro puñado de ciudades a lo largo y ancho del país.
A ese paisaje lunar sale cada mañana Maria con el propósito de documentar los nuevos golpes que durante la noche propina la aviación rusa, las heridas que el plomo ha infligido en el esqueleto de edificios residenciales, sedes gubernamentales y callejero cercano. “La aviación rusa mantiene los bombardeos sobre las zonas residenciales. Cuando un misil cae, no solo daña ese bloque de apartamentos sino que deja además a los edificios próximos sin electricidad, agua ni calefacción. Algunos edificios históricos del centro de la ciudad han quedado completamente destruidos”, explica Maria en conversación con El Independiente. Este martes Járkov ha sufrido nuevos bombardeos. Los servicios de rescate han localizado al menos siete cuerpos sin vida bajo los escombros de los inmuebles golpeados por el plomo en el distrito de Kholodnohirskyi.
"La ciudad parece congelada"
La testigo de la destrucción que va carcomiendo el plano de su ciudad natal litiga sin tregua con la sensación de vacío que la rodea cuando avanza por los páramos alcanzados por los ataques aéreos. “Járkov parece congelada en el tiempo, una ciudad fantasma. No hay nadie en las calles. Por las mañanas se ve a unas cuantas personas cerca de las tiendas para conseguir algo de comida pero el resto de establecimientos están cerrados. El transporte público no funciona y apenas circulan coches. Los pocos que hay son de voluntarios. Es desgarrador ver hoy mi ciudad”, comenta Maria, que hasta el estallido de la guerra estudiaba la desinformación del enemigo ruso.
La castigada Járkov, en el noreste de Ucrania, se halla a 32 kilómetros de la frontera con Rusia. Con una población mayoritariamente rusoparlante, es uno de los principales objetivos de la invasión que Vladimir Putin ordenó desde múltiples flancos. “Járkov es hoy la Stalingrado del siglo XXI”, declaró hace unos días Oleksiy Arestovich, asesor del presidente ucraniano. “Era una ciudad vibrante y universitaria, repleta de jóvenes estudiantes. Hoy las universidades permanecen cerradas y el personal ha sido evacuado. Es difícil dirigir esta situación”, desliza.
Járkov lleva a sus espaldas una larga historia de resistencia y no pocas cicatrices. Durante la II Guerra Mundial fue escenario recurrente de las refriegas entre las tropas nazis y soviética. Fue tomada por los nazis en octubre de 1941. Meses después, una ofensiva del ejército rojo para recuperarla acabó en fiasco. Lo lograron en febrero de 1943 pero, apenas un mes después, volvió a caer en manos de Berlín. Solo fue liberada en agosto de 1943. Para entonces, el 70 por ciento de la ciudad había quedado reducida a escombros y miles de vecinos habían perdido la vida.
“El plomo ruso está destruyendo ahora los edificios que sobrevivieron a los nazis. La nación que presume de ser una de las vencedoras de la II Guerra Mundial”, maldice Maria, que levanta acta de los nuevos zarpazos en mitad de la confusión. “Resulta imposible tener datos precisos de la destrucción. Tampoco sabemos cuántos vecinos han muerto. Sigue siendo una situación de emergencia. La gente que queda está haciendo lo que buenamente puede. Nada funciona con normalidad. Estamos en tiempos de guerra”, agrega excusando la ausencia de inventario.
El asedio como escenario
“Ayer, caminando por el centro de la ciudad, vi una tubería por la que seguía saliendo el agua, que se iba congelando por el asfalto. No hay nadie que pueda arreglarlo”, advierte. Este lunes el alcalde de Járkov denunció que la urbe se halla “bajo constante ataque de las fuerzas rusas” y que los bombardeos habían causado “un número sin precisar de bajas humanas”. “Han intentado entrar pero, de momento, las tropas rusas se hallan desplegadas fuera de la ciudad, en el norte y noreste”, confirma Maria, preocupada por la posibilidad de que la ciudad padezca el numantino asedio que protagoniza en el sur Mariúpol.
“Hay que contemplar todos los escenarios, incluido el de un asedio, pero estoy segura de que Rusia no tiene opciones de hacerlo en Járkov porque es mucho más grande que Mariúpol. No lo han conseguido en dos semanas y media y no creo que termine ocurriendo”, declara quien recorre el callejero durante las primeras horas del día. “Cuando cae la noche resulta peligroso. En las últimas noches bombardearon un centro comercial en el centro. Solía pasar por allí. Había abierto hace unos meses y se había convertido en uno de las principales atracciones para los habitantes de la ciudad”.
Mi propósito es documentarlo y enfrentar su campaña de desinformación masiva
El éxodo de la ciudad continúa por ferrocarril. “El tren sigue funcionando. Salir en coche no es seguro porque Rusia no está permitiendo ningún tipo de evacuación. Los ataques son permanentes. Las familias con niños han logrado evacuar a los menores porque llevaban dos semanas escondidos en los refugios. Ya no quedan muchos pequeños en la ciudad”, dice decidida a permanecer.
Crímenes de guerra
“Moscú está cometiendo crímenes de guerra en Ucrania y lo niega. Según su versión, está limpiando de nazis nuestro país. Mi propósito es documentarlo y enfrentar esta campaña de desinformación masiva”, esboza.
Maria lucha contra el apagón informativo que ya sufre Mariúpol y que se cierne como un riesgo probable sobre Járkov. “Es muy complicado encontrar una imagen real de lo que está sucediendo. Tenemos que lograr la declaración de zona de exclusión aérea parcial o total sobre Ucrania”, responde, replicando los deseos de Kiev, rechazados desde la OTAN alegando que imponerlo sería una declaración de guerra total contra el Kremlin.
Los inclementes bombardeos que golpean Járkov proyectan un porvenir inmediato negro. “Es primera hora de la mañana y la temperatura exterior es de ocho grados bajo cero. Si una vivienda se queda sin calefacción es imposible sobrevivir”, narra preocupada Maria.
Yo no me voy a marchar. Es mi hogar
“Por fortuna mi vivienda no ha resultado afectada, pero no sé cuánto tiempo permanecerá a salvo. El ruido de los bombardeos es totalmente perceptible”, detalla quien ha optado por dormir bajo la protección de un pasillo de su apartamento.
La analista que retrata los ataques al callejero de su ciudad ha encontrado en el futuro una suerte de evasión. “Imagino el instante en el que la gente vuelva y reconstruyamos Járkov. Será más bello que en el pasado”, murmura. “Yo no me voy a marchar. Es mi hogar y, si todos nos fuéramos, le dejaríamos expedito el camino a los rusos. Son ellos los que tienen que marcharse y salir del territorio ucraniano. No me voy a ir para esconderme o refugiarme en otro lugar. Debo seguir aquí”.
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