Se conocen desde hace 18 años pero llevan tiempo sin intercambiar palabra. Andrey Kordochkin lidera la Iglesia Ortodoxa Rusa de España. Kostyantyn Trachuk se halla al frente de la Iglesia Ortodoxa Ucraniana. Andrey prometió fidelidad al Patriarcado de Moscú. Kostyantyn, en cambio, profesa lealtad al de Constantinopla. Son dos confesiones situadas, a su pesar, en un escenario de guerra. Protagonistas de un cisma sin precedentes, otra de las réplicas de un conflicto que arrasa ciudades, provoca éxodos y precipita rupturas.
“Para mí Andrey es un hermano a través de la iglesia”, murmura Kostyantyn, soldador de profesión. El Independiente ha forjado su reencuentro. La cita tiene lugar una sobremesa de esta semana. Es una jornada envuelta en la calima que arrastran los vientos del sur. Los protagonistas llegan con cierto adelanto sobre la hora acordada. Ambos han aceptado verse en la Catedral Santa María Magdalena, un pequeño templo de cúpulas doradas en el barrio madrileño de Hortaleza que dirige Andrey.
En el primer contacto, sin embargo, afloran los recelos. Kostyantyn, reacio a fotografiarse en el interior de la iglesia, establece como condición que la entrevista discurra en el exterior. Andrey, de nacionalidad rusa, acepta. La dificultades del diálogo, a dos tiempos y en dos escenarios, demuestra sin medias tintas lo que tres semanas de conflicto han causado sobre el frágil tejido social.
Cisma ortodoxo
“Nos une la humanidad, el amor a Dios y la misma liturgia”, advierte Kostyantyn. “Antes de los últimos acontecimientos podíamos decir que éramos una iglesia, porque la Iglesia Ortodoxa a nivel mundial es una familia de comunión de quince iglesias, cada una independiente. Por desgracia, hace unos años se rompió la comunicación entre los patriarcados de Moscú y Constantinopla”, rememora Andrey.
En enero de 2019 el patriarca de Constantinopla, Bartolomé I, reconoció y estableció oficialmente la Iglesia Ortodoxa de Ucrania y le otorgó autocefalia, la potestad de gobernarse autónomamente. El cisma entre ambos patriarcados se había producido unos meses antes, con el anuncio en octubre de que otorgaría esa autonomía “a la Iglesia de Ucrania”, independizándola de la rusa.
Después de todo esto, creo que la Iglesia Ucraniana que depende del Patriarcado de Moscú ya no existirá
Kostyantyn Trachuk, sacerdote de la iglesia ortodoxa ucraniana de madrid
“Hasta ahora había tres iglesias en Ucrania: la Ortodoxa Ucraniana; la Ucraniana que depende del Patriarcado de Moscú; y la Católica”, explica Kostyantyn. “Después de todo esto, creo que la Iglesia Ucraniana que depende del Patriarcado de Moscú ya no existirá. Será la decisión de la gente que ve lo que está pasando”, desliza.
“Es cierto que en este momento no podemos concelebrar pero nos une el mismo credo y el trabajo que estamos haciendo cada uno por su lado”, manifiesta Andrey. En sus misas, aclara, hasta tres cuartos de los parroquianos son ucranianos. “Nuestra situación puede ser un tanto distinta a la del padre Kostyantyn porque su comunidad es más étnica, más ucraniana. En ningún momento sentí nunca que tuviera un deber pastoral al frente de un pueblo o un Estado. Cuando me ordenaron sacerdote, mi primera parroquia estaba en el norte de Inglaterra, donde había serbios, búlgaros, británicos y rusos”.
“La Iglesia Ortodoxa Rusa no es una iglesia de Rusia. No servimos a ningún otro Estado y la geografía de nuestra iglesia es mucho más ancha que la propia Rusia”, arguye Andrey. Ambos sacerdotes vuelven a coincidir en que viven con “dolor y ansiedad” lo que sucede en los confines de Ucrania. “No hay palabras para definir realmente lo que está sucediendo y lo mal que lo estoy pasando porque algunos mis parientes y familia están allí”, comenta Kostyantyn, que recuerda estos días especialmente Mariúpol, la ciudad bajo un numantino asedio de las tropas rusas en la que residió durante tres lustros.
En Rusia la gente más joven no va a querer vivir en un país aislado y pobre, que tiene como modelo Corea del Norte. El Gobierno ruso ha elegido un camino suicida
Andrey Kordochkin, SACERDOTE DE LA IGLESIA ORTODOXA RUSA DE MADRID
"Nadie vencerá"
“No solamente estamos preocupados por el futuro de Ucrania sino también por el de Rusia, un país que ya está sufriendo cambios brutales”, indica Andrey. “Son los ucranianos los que más están sufriendo físicamente, pero en el sentido más profundo Ucrania y Rusia son víctimas de lo que sucede. En Rusia la gente más joven no va a querer vivir en un país aislado y pobre, que tiene como modelo Corea del Norte, pero nadie les está preguntando su opinión. El Gobierno ruso ha elegido un camino suicida”.
“En esta guerra no habrá ninguna victoria”, dice con amargura el padre ruso. El máximo líder de la Iglesia Ortodoxa Rusa, el patriarca Kirill, es un ferviente partidario de Vladímir Putin, a quien consideró en cierta ocasión “un milagro de Dios”. Sus sermones públicos han respaldado la estrategia del Kremlin. En las horas previas a la ofensiva sobre Ucrania, alabó “el responsable servicio al pueblo” del presidente y declaró que las fuerzas armadas “no debían albergar dudas de que habían escogido el camino correcto”.
El patriarca Kirill debería haber parado esto y lo único que hizo fue bendecir a los que fueron a la guerra
Kostyantyn Trachuk, sacerdote de la iglesia ortodoxa ucraniana de madrid
A juicio de Kostyantyn, “la iglesia no debe vivir la política”. “Tiene que vivir con Dios y preocupada por el bienestar del ser humano”, considera el ucraniano. “El patriarca Kirill comparte el mismo sentido político de Putin. Debería haber parado esto y lo único que hizo fue bendecir a los que fueron a la guerra”, apostilla. Andrey escucha en silencio sus palabras. No ha ocultado su postura. Es uno de los 275 sacerdotes ortodoxos rusos que, dentro y fuera de Rusia, han firmado una misiva dirigida al régimen de Putin exigiendo el fin inmediato de la guerra.
“Desde la iglesia, que no solo es el clero sino también sus fieles, podemos no apoyar la guerra; proclamar nuestra fe; y no vivir con el odio y la agresión. Podemos transmitir un sentido de paz y amor, porque las primeras víctimas de la guerra no son los que están únicamente en la zona de conflicto, sino cualquier persona que se halla movida por el espíritu del odio. Podemos intentar salvar a nuestras comunidades de estos sentimientos”, reflexiona Andrey.
- Si le pidieran consejo, ¿cómo acabaría con el conflicto?
-Mi creencia personal es que entre las personas o las comunidades no hay ninguna otra forma de interacción aparte del diálogo y la violencia. Cuando las personas no son capaces de hablar; de transmitir sus mensajes; y también escuchar. Cuando buscan solamente los intereses propios y no los del otro, entran en una relación violenta. En la situación en la que estamos, mi única esperanza es la recuperación de la capacidad de hablar y escuchar. Creo en las emociones humanas más fundamentales como la empatía o la compasión, que pertenecen no solamente a los cristianos sino a cualquier hombre, si está bien de cabeza.
El hombre noble hace cosas definidas por su deber mientras que el malo las hace motivadas por su beneficio. A veces tenemos que elegir
Andrey Kordochkin, SACERDOTE DE LA IGLESIA ORTODOXA RUSA DE MADRID
-¿Y Putin es capaz de escuchar y dialogar?
-Ahora mismo no muestra ningún signo de ser capaz. En cualquier caso, creo que cuando un país está en un estado de guerra, no podemos cargar toda la responsabilidad en una persona. Siempre hay una élite y una sociedad. Lo que pasa es que muchos son víctimas de la propaganda. Hay muy pocas personas que son capaces de leer varias fuentes y comparar la información. Muchos no tienen la capacidad crítica de hacer preguntas.
Miedo y represalias
Andrey es plenamente consciente de lo que dice y de su coste. De que sus palabras y las de su patriarca parecen separadas por un abismo. “No creo sinceramente que el patriarca Kirill esté apoyando la guerra abiertamente. Está buscando un cierto equilibrio y defiende que parte de sus fieles están en un lado y otros en el otro. Está haciendo un esfuerzo para no identificarse con uno de los lados. La iglesia no es un partido político. No tenemos un líder que hable por todos. El metropolitano de Ucrania está hablando de un modo muy directo, pudiendo al Gobierno ruso que acabe con esta guerra y recordando las imágenes de Caín y Abel”.
También sabe del miedo que experimentan algunos compañeros, que prefieren el anonimato o el silencio. “Cualquier sacerdote que firma ese documento pidiendo el fin del conflicto representa un acto de valentía. Está más justificado tener esos temores estando en Rusia. Yo considero que estoy hasta cierto nivel en un lugar más seguro. Conozco el caso de un sacerdote que fue multado por pedir la paz. Es completamente absurdo”, desgrana. “Hay un dicho de los chinos antiguos que dice: el hombre noble hace cosas definidas por su deber mientras que el hombre malo las hace motivadas por su beneficio. A veces tenemos que elegir”.
Rezo para que Dios ilumine a Putin porque es un hombre sin humanidad
Kostyantyn Trachuk, sacerdote de la iglesia ortodoxa ucraniana de madrid
La Rus de Kiev
Su homólogo ucraniano descarta sentirse alistado “en un bando diferente” al de Andrey, pero marca las diferencias. En su opinión, la Rus de Kiev -la federación de tribus eslavas que las actuales Bielorrusia, Ucrania y Rusia consideran la génesis de su legado cultural, también para la iglesia local- “es historia y Ucrania”. “Es donde empezó la ortodoxia y luego se extendió por Rusia”, replica. El cura ruso disiente: “La Rus de Kiev no es Ucrania, pero tampoco Rusia ni la Unión Soviética. Sería un anacronismo decir que es una cosa u otra”.
“Las raíces de nuestra identidad cristiana, tanto para ucranianos como rusos, están en Kiev. Los primeros santos de nuestra iglesia son los hijos del príncipe Vladimiro, que cristianizó Rusia en el siglo décimo. Tras su muerte, comenzó una lucha en sus descendientes. En mil años no hemos hecho ningún avance porque estamos ante una guerra verdaderamente fratricida”, dice Andrey.
Y en mitad de las refriegas, de una violencia que ha reducido a escombros edificios y segado vidas, el sacerdote ucraniano confiesa que su fe no ha flaqueado a lo largo de estas semanas. “Si existe Dios, ¿cómo puede permanecer impasible ante todo esto?”, le interrogó. “Si hubiese dudas de Dios, no valdría la pena vivir porque la fe es lo primero”, responde sin apenas pensarlo. La rabia no es, advierte, el refugio: “Un cristiano no puede odiar”. Y Andrey comparte su prédica: “Estoy absolutamente seguro de que muchas personas están descubriendo su fe estos días, en los momentos más difíciles de su vida e incluso de su muerte”.
Los sacerdotes no servimos a los intereses de las autoridades sino al evangelio. Somos más capaces de reaccionar de un modo más adecuado que los políticos
Andrey Kordochkin, SACERDOTE DE LA IGLESIA ORTODOXA RUSA DE MADRID
Las mismas lágrimas
“¿Cuántas personas en el poder, en ambos bandos, enviarán a sus hijos a luchar? Ninguno. Al final ellos toman las decisiones y nosotros, los sacerdotes, celebramos los funerales e intentamos consolar a las madres”, señala el cura ruso. “Las personas y pueblos son distintos, pero en la profundidad de la naturaleza humana coincidimos en el sentido de que las lágrimas de las madres ucranianas no son distintas de las de las madres rusas que están perdiendo a sus hijos en esta guerra. Los sacerdotes no servimos a los intereses de las autoridades sino al evangelio. Somos más capaces de reaccionar de un modo más adecuado que los políticos”.
¿Resulta posible perdonar a quienes iniciaron esta guerra? “El que tiene que perdonar es la víctima. En la carta que enviamos al Gobierno ruso, recordamos que no existe otra forma de entrar en el Reino de Dios que siendo perdonado por los demás. Temo que muchos de los gobernantes alcanzarán el final de su vida sin ser perdonados por las madres y las víctimas de un conflicto que no nos va a llevar a ningún lugar”, murmura Andrey.
Su colega ucraniano reconoce rezar incluso al enemigo “para que Dios les guíe en sus actos entre sus hermanos y hermanas”. “Rezo para que Dios ilumine a Putin porque es un hombre que no tiene humanidad. Carece de sentimientos incluso hacia su propia gente. Dios perdona a todo el mundo pero para Putin no hay perdón”, concluye.
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