Cuando estalló la guerra en el este de Ucrania en 2014, hombres de todo el país se presentaron para luchar contra los independentistas pro rusos. Entre los más voluntariosos estaban los ultranacionalistas ucranianos, muchos de ellos adscritos a grupos extremistas de equipos de fútbol. No es la primera vez que milicias dentro de un conflicto armado se alimentan de seguidores ultras de fútbol, pasó en las guerras de los Balcanes de los años 90. El grupo más famoso fue el de la Guardia Voluntaria Serbia que se llenó de ultras del Estrella Roja de Belgrado y ha pasado a la historia como los Tigres de Arkan que cometieron numerosos crímenes de guerra. El Batallón Azov se ha convertido en el grupo que mejor responde a estas características en Ucrania.
Este grupo cuenta con con destacados ex ultras del Dínamo de Kiev como Denis Projipenko, comandante de la unidad en estos momentos. El Batallón Azov lleva años exhibiendo emblemas, simbolismo y estética nazi y supremacista blanca. “En la fase del conflicto de 2014 a 2016 detectamos abusos, hubo saqueos y algunos episodios graves como ejecuciones extrajudiciales, actos de aquel momento podrían ser considerados crímenes de guerra”, explica Carlos de las Heras, portavoz de Amnistía Internacional. “Ambas partes, tanto los prorusos como los batallones proucranianos como el Azov o Pravi Sector, cometieron este tipo de actos”, añade.
Del comportamiento de los miembros de Azov desde que Rusia agredió a Ucrania, ni Amnistía Internacional, ni nadie, tiene constancia de abusos, pero la trayectoria y el origen filonazi del Batallón Azov se han convertido en el foco de la propaganda de Rusia. “El argumento de desnazificar Ucrania viene por este tipo de grupos que, efectivamente, son de ideología de extrema derecha con mucha simbología nazi. Es uno de los argumentos del Kremlin pero esto no puede ser justificación de la invasión de Ucrania, por supuesto”, afirma De las Heras.
Simon Schlegel, analista del centro de estudios International Crisis Group tampoco tiene constancia de sus actuaciones actuales. “No está claro cómo se están comportando, hay mucho ruido sobre los hechos, especialmente porque están muy concentrados en Mariupol que es donde tienen su base”, asegura.
Cuentas prorusas de Twitter publicitan cuantos prisioneros y bajas se producen entre los miembros de Batallón Azov. Algunos apuntan a que su base ya estaría bajo control ruso, pero lo que sí es cierto es que gran parte de los miembros de Azov están dentro de la ciudad asediada del sureste de Ucrania. Los rusos hacen exhaustivos registros de todos los hombres en los controles a los que obligan a mostrar su torso y brazos para detectar si tienen tatuajes y emblemas de la unidad o nazis.
El batallón ha estado reclutando voluntarios desde las protestas del Maidan de 2014 y han operado como una unidad independiente hasta que en 2015 se integraron junto con otras unidades de voluntarios en el Ejército. “Una de las razones por las que los quisieron integrar era porque no daban buena imagen, además no estaba clara cuál era su agenda militar, así que los integraron en la Guardia Nacional, no en el Ejército regular”, explica Schlegel.
Su relación actual con el Ejército ucraniano es de apoyo mutuo, según este analista. “Ahora están más integrados que cuando empezó la guerra en 2014. Son muy activos en redes sociales pero el papel que le atribuyen los medios rusos es desproporcionado, no son ni tan grandes ni tan poderosos como son retratados y su ideología supremacista no está extendida en las fuerzas armadas como los medios rusos sugieren”, asegura el analista del Crisis Group. “Son fácilmente explotables por la propaganda rusa. Su presencia en Mariupol se usa como excusa por parte de los rusos para explicar las muertes de los civiles porque les acusan de usarlos como escudos humanos o porque la presencia del batallón entre los civiles es la razón de las víctimas colaterales”, añade Schlegel.
El Batallón Azov cuenta con una rama civil que les apoya “que hace cosas como educación patriótica y campamentos juveniles, son una red de seguidores que les han estado ayudando en aspectos logísticos y de recursos, como transporte y comida”, asegura este analista. Andriy Biletsky, uno de los fundadores del batallón Azov lidera la Asamblea Social-Nacional, el brazo político de este movimiento político ultra. Hasta 2019 formó parte del parlamento ucraniano, pero desaparecieron del hemiciclo por no sumar el 5% de votos necesario para formar grupo y eso que unieron fuerzas con otros partidos similares. El movimiento político de corte pacifista de Volodímir Zelensky arrasó en las urnas y les dejó fuera.
“Pese a que los grupos políticos que les han apoyado no tienen presencia parlamentaria, estos extremistas, sí han tenido influencia en la política ucraniana de los últimos años, especialmente la opinión de los excombatientes de la guerra iniciada en 2014, pero eso no convierte a Ucrania en un país de nazis”, concluye Schlegel.
Miembros del Batallón Azov y su brazo político intentaron sabotear la política de Zelensky de perseguir la paz en el este de Ucrania. El presidente se dirigió al frente y vivió un sonado encontronazo con miembros de la unidad desplegados allí. "Soy el presidente de este país, tengo 41 años. No soy un perdedor. He venido hasta aquí y os digo que dejéis las armas". El hoy líder aclamado del país atacado se convirtió tras esta acción en objeto de ataque de los ultranacionalistas ucranianos.
President of Ukraine Zelensky has visited disengaging area in Zolote today https://t.co/scFZLt45C2 pic.twitter.com/JlD1cWPQ39
— Liveuamap (@Liveuamap) October 26, 2019
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