La retirada de tropas rusas de zonas como el norte Kiev no sólo ha desvelado el horror de la ocupación sino que ha puesto de relieve la amenaza que se queda en los campos y ciudades donde han tenido lugar los combates. Minas colocadas por los ejércitos y, sobre todo, muchos proyectiles sin explotar son los peligros que tienen que afrontar los civiles que quieren regresar a sus casas.
No existen, en este momento, cifras de lo que puede significar esta amenaza, tampoco hay mapas, todavía, que localicen las zonas minadas, pero de entrada, cualquier zona que ha sido escenario de enfrentamientos armados es una zona peligrosa. Esta es una de las prioridades para las autoridades ucranianas y para la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE) que ha iniciado una campaña para concienciar de esta amenaza a civiles que viven en zonas afectadas por combates actuales o recientes, porque el uso de sistemas modernos de artillería siempre deja restos peligrosos para los civiles.
“Es importante para ellos que sean conscientes que en las guerras modernas hay muchos peligros. Por ejemplo, si quieren volver a sus casas o si permanecen en una zona con hostilidades pueden encontrarse minas puestas por los militares o pueden encontrarse proyectiles sin explotar. Tienen que saber qué hacer, tienen que saber que hay ciertas reglas de seguridad que deben seguir. Son muy sencillas, básicamente son no tocar y llamar a las autoridades”, explica Andrii Dziubenko, coordinador de programas de la OSCE en Ucrania.
Un problema con historia
Los ucranianos llevan años arrastrando problemas con proyectiles abandonados. “Este no es un problema nuevo, ya había muchos restos de explosivos de la II Guerra Mundial", explica este responsable de la OSCE. “Hace dos años en un campo en el norte de Ucrania había 700 proyectiles de mortero de la II Guerra Mundial, esto es, 77 años después de terminada la guerra, todavía hay material peligroso”, añade.
El problema de las minas adquirió una nueva dimensión cuando empezó la guerra en el Donbás. Según datos de la OSCE entre 2019 y 2020 murieron 13 civiles y 46 fueron heridos por culpa de minas y explosivos de la guerra. “Y eso ocurrió después de muchos esfuerzos de autoridades y organizaciones internacionales en desminado y en alertar e informar a los ciudadanos”, asegura Dziubenko. “Con el conflicto en Donbás ya se estimó que el esfuerzo de desminado de Ucrania iba a suponer un ejercicio enorme, ahora es un problema mucho más grande que necesita ser abordado por las autoridades, por agencias de desminado y con la ayuda de la comunidad internacional”, añade.
Una amenaza a la recuperación
Además del peligro para las vidas de los civiles, la presencia de minas y residuos de la guerra amenaza la vuelta a la normalidad y la reconstrucción de la vida social y económica de los lugares afectados por los enfrentamientos. “Si tú tienes un cultivo en el que hubo combates no sabes si va a ser seguro arar la tierra, ni siquiera puedes ir al bosque a buscar setas. Es un gran desafío para cualquier comunidad que haya sufrido hostilidades”, asegura el responsable de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa.
Los proyectos de desminado después de un conflicto duran décadas, "de hecho -explica Dziubenko- el director técnico de desminado de la OSCE en Ucrania procede del programa de Croacia, que continúa funcionando”. El conflicto bélico en Croacia se cerró en el año 1995.
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