Empieza como cualquier reunión o clase virtual de las que hemos vivido estos años. Van apareciendo uno a uno en la ventana de la plataforma Teams, pero esta es una clase muy especial. Primero entra Jeba. ¿Cómo estás Jeba?, pregunta la profesora. Después se escucha la voz de Masha -“Estoy bien, gracias”-, contesta a la misma pregunta. Les siguen Alina, Polina..
Son niños ucranianos asistiendo a sus clases de español, hoy son ocho. La profesora es Olena Bratel, catedrática de la Universidad Nacional Tarás Shevchenko de Kiev y refugiada en España que da clases de primaria y secundaria en centros de la capital de Ucrania, además de en la universidad. Ella está en Villaconejos, una localidad del sur de Madrid. Ellos, no se sabe, unos en Kiev, otros en Polonia o en el oeste de Ucrania.
“Sólo los tutores saben dónde están los niños que tutorizan, los demás no los sabemos ni podemos preguntar. La recomendación de los psicólogos es no hablar de estas cosas, ni de la guerra, salvo que un niño quiera hacerlo, en ese caso sí se recomienda tratar el tema”, explica Bratel. De esta forma, dentro de la aplicación de Teams la vida no ha cambiado es un entorno que ya conocen por la pandemia.
“Hace tres semanas el gobierno decidió que se volviera a las clases telemáticas. Gracias al coronavirus, estamos acostumbrados a ir a clases un día sí y otro no y volver a clases telemáticas muy rápido. Para nosotros es una experiencia muy habitual, porque en Ucrania, solíamos volver a clases telemáticas con facilidad por el coronavirus”, afirma la profesora.
En Ucrania solíamos volver a clases telemáticas con facilidad por el coronavirus".
Olena Bratel
Olena llegó a España a mediados de marzo, ya ha formalizado sus papeles. Vive en Villaconejos (Madrid) en la casa que la Asociación de Acogida Santa Ana le ha buscado, es de una familia que se la ha dejado gratis, la asociación sufraga los gastos de habitarla. No es la primera vez que Olena está en Villaconejos, durante años venía a esta localidad, en viajes organizados por esta organización, con niños ucranianos y bielorrusos que huían del impacto de Chernóbil en su salud. "Yo era monitora de estos grupos de niños. Siempre que he venido a España ha sido por trabajo, nunca por vacaciones. No he visto el mar en España”, se lamenta entre risas.
Su casa en el pueblo de Villaconejos acoge a ella y a dos sus hijos y a su hermana y sus dos sobrinos. El resto de la familia, los padres de ellas y de sus hijos permanecen en Ucrania. La profesora no pierde la compostura con sus alumnos, se muestra dulce y paciente con los niños de su clase que en remoto pierden fácil el hilo de las clases. Tampoco delante de sus hijos, pero asegura que no duerme bien, que la preocupación por los suyos y por su país le asalta cada poco tiempo.
Clases interrumpidas por bombardeos
Sus alumnos se animan a participar más cuando Bratel les pone un juego multimedia. Canciones, juegos y para estudiar el tiempo -llueve, nieva, hace sol- y los días de la semana que repiten en la lejanía junto con la música del vídeo educativo. Los pequeños son los que mejor llevan las conexiones telemáticas con el colegio. Los mayores, más conscientes de lo que está pasando en Ucrania, lo llevan peor. “Normalmente los de primaria están más activos en clases, los de secundaria menos. Pero depende mucho de dónde están y depende mucho de su estado psicológico. Los más pequeños lo llevan mucho mejor, están muy activos, pero ya desde los doce o 13 años los niños están un poco más reservados. También depende de dónde están, si están en un lugar más o menos seguro, pues entonces se porta mejor en clase, es más activo”.
Si el profesor no vuelve en 10 minutos, tras sonar la sirena les dice que den terminada la clase"
Olena Bratel
Una de las directrices que han dado las autoridades educativas es que los niños pueden abandonar las clases en cualquier momento que tengan un aviso de bombardeo. “Cuando esto ocurre los niños, normalmente, salen sin preguntar, pero los niños más pequeños piden permiso para salir cuando suenan las sirenas. Te dicen profesora suena la sirena me voy pero intento volver rápido”, cuenta. “Esto ya nos parece una cosa tan normal que asusta, la verdad”, añade.
Además de como profesora vive la experiencia como madre con sus hijos. En particular al chico mayor le está afectando más, según su relato. “Él es un niño muy sensible y sufre mucho. Cuando uno de sus profesores le dice eso, que hay un aviso de bombardeo, que sale y que se va al pasillo y que si no pasa nada en diez minutos vuelve. Y si el profesor no vuelve les dice que por terminada la clase. Eso le estresa mucho”, afirma. Así que para evitar ese estrés Olena le ha dicho a su hijo que si ya sabe quiénes de sus profesores están en lugares peligrosos pues no se una a sus clases. “¿Qué le puedo decir?”, se pregunta.
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