“¡Gloria a nuestro heroico Ejército Rojo, que defendió la independencia de nuestra Patria y obtuvo la victoria sobre el enemigo! ¡Gloria a nuestro gran pueblo, el pueblo victorioso! ¡Gloria eterna a los héroes que cayeron en la lucha contra el enemigo y dieron su vida por la libertad y la felicidad de nuestro pueblo!” Josef Stalin anunciaba con este mensaje radiofónico al pueblo soviético el final de la Gran Guerra Patriótica el 9 de mayo de 1945. La Unión Soviética había derrotado al nazismo tras la caída de Berlín. La idea subyacente para la URSS era que “el bien” había triunfado sobre “el mal”. Este año la celebración patriótica del 9 de mayo, el 77 aniversario, tiene un especial significado para el actual líder ruso, Vladimir Putin, que ordenó la invasión de Ucrania el 24 de febrero pasado. Putin, que se mira en el espejo de la Segunda Guerra Mundial, necesita un trofeo y Mariúpol es ahora su victoria más simbólica.
La Segunda Guerra Mundial, que desde la invasión nazi de la Unión Soviética el 22 de junio de 1941 es para Moscú la Gran Guerra Patriótica, es un momento de extraordinaria gloria para la nación rusa. Contra pronóstico y tras vencer múltiples dificultades, vencieron a Adolf Hitler que al ordenar la Operación Barbarroja estaba lejos de aventurar que estaba cavando su tumba.
Así pues, se trata de una cuestión de vida o muerte para el Estado soviético, para los pueblos de la URSS: se trata de que sigan siendo libres o acaben esclavizados"
Stalin se dirigió al pueblo soviético el 3 de julio de 1941 al que dejó claro que la victoria en esa guerra era vital para su supervivencia. "¿Qué se requiere para poner fin al peligro que se cierne sobre nuestro país, y qué medidas debemos tomar para aplastar al enemigo? Por encima de todo, es imprescindible que nuestro pueblo, el pueblo soviético, entienda la inmensidad del peligro que amenaza a nuestro país y no caiga en la complacencia, el abandono, que no se suma en aquel clima de trabajo constructivo y pacífico que era tan habitual antes de la guerra, pero que resultaría fatal hoy en día ya que la guerra lo ha cambiado todo radicalmente. Así pues, se trata de una cuestión de vida o muerte para el Estado soviético, para los pueblos de la URSS: se trata de que los pueblos de la Unión Soviética sigan siendo libres o acaben esclavizados".
Stalin tenía que justificar cómo había podido confiar en la Alemania nazi y firmar con el régimen un pacto de no agresión (Molotov-Ribbentrop) en 1939. Cuando a Stalin le informaron de la invasión, tardó varios minutos en articular palabra. Hitler le había engañado.
"En el relato de Stalin la guerra no empieza hasta que Hitler invade la URSS. No podían decir que había comenzado en 1939 porque hasta entonces decían que era una guerra que no concernía a la URSS. Todos los contendientes eran imperialistas. Pero la invasión de la URSS hace que se deje de lado el discurso del comunismo y se haga una apelación nacional en la que se moviliza a la Iglesia ortodoxa o a los judíos, aunque Stalin era antisemita. Se defiende la Santa Rusia”, señala Joan B. Culla, profesor de Historia Contemporánea en la Universidad Autónoma de Barcelona.
La URSS partía con desventaja por esa falta de previsión y por la purga que había hecho Stalin en el Ejército Rojo en 1938, y de ahí que los alemanes al principio avanzaran rápidamente, pero la URSS tenía a su favor un territorio inmenso y un pueblo enorme y con gran capacidad de sacrificio. Entre los depurados en la purga estaba Mijial Tujachevski, padre de la estrategia soviética de la guerra en profundidad. En la operación Bagration, en el verano de 1944, aplicaron su manual de guerra.
La caída de Berlín
Por esa traición de Hitler la obsesión de Stalin desde el verano de 1941 era acabar con “el monstruo” y para ello los soviéticos tenían que ser los artífices de la caída de Berlín. "Stalin quería llegar hasta el nido de la bestia que se había atrevido a atacar la patria soviética", añade el historiador. Y lo consiguió. De igual forma, en los estertores de la contienda, el Ejército alemán prefería enfrentarse a los estadounidenses antes que a los soviéticos. Tenían miedo de que los convirtieran en sus esclavos, según confesó Franz von Pappen, a sus interrogadores, según relata Anthony Beevor en 1945. La caída.
Berlín, que Adolf Hitler creía que sería la tumba del Ejército Rojo, había quedado al alcance de los cañones soviéticos el 19 de abril de 1945. Al día siguiente, cuando Hitler cumplió 56 años, bombardearon la capital del Reich aviones Lancaster británicos y estadounidenses B-17. Miles salieron huyendo y Berlín se quedó a oscuras.
La última esperanza del líder nazi fue que el 12º Ejército comandado por el general Walther Wenck, que se enfrentaba en Magdeburg a los estadounidenses, acudiera al rescate de Berlín. Pero el general Wenck no logró romper el cerco de la capital que vivía sus últimos días de agonía. El general Helmuth Weidling intentó organizar la defensa sin éxito. La suerte estaba echada.
Un brillante cometa se ha extinguido", dijo el general de brigada Mohnke al saber del suicidio de Hitler
Cuando Hitler vio que no tenía salida, organizó su suicidio el 30 de abril de 1945. Primero se casó con Eva Braun, que también siguió su destino, al igual que su perra Blondi. Combinaron los disparos con el consumo de cianuro. Y sus cadáveres se incineraron en el jardín del Reichstag. El Führer no quería caer prisionero de los soviéticos. Estaba obsesionado con la imagen de Mussolini y su amante, Clara Petacci, "colgados boca abajo", palabras que subrayó la transcripción del informe sobre el suceso. La idea de que su cuerpo fuera exhibido en Moscú le espeluznaba. Había dado orden en una carta al general Weidling de que no se capitulara. “Un brillante cometa se ha extinguido, dijo el general de brigada Mohnke, de las SS. Solo podía saberlo Stalin, que se enteró antes del desfile del Día del Trabajo.
Fue el comandante supremo, el mariscal Georgy Konstantinovich Zhukov, quien llamó a la dacha de Stalin, que ya dormía. “Lástima que no hayamos podido apresarlo con vida”, replicó Stalin. Y ordenó que se negaran a todo lo que no fuera una rendición incondicional. “Y no vuelvas a llamar hasta mañana por la mañana si no es por algo urgente: quiero descansar antes del desfile”, añadió.
La noticia llegó a la población el 2 de mayo de 1945. Richard Beier, un locutor de 18 años, de Grossdeutscher Rundfunk: “El Führer ha muerto. ¡Larga vida al Reich!” Karl Dönitz sería su sucesor y aguantaría en Flensburgo hasta el 23 de mayo de 1945 cuando se entregó a los británicos. Los aliados se negaron a reconocerlo.
Junto a la muerte de Hitler, de quien se obtendría la mandíbula para comprobar su identidad una vez encontrado el cadáver el día 5 de mayo de 1945, era vital la conquista del Reichstag. La propaganda soviética, tan amiga de las fechas, quería tenerlo controlado el 1 de mayo. Los sargentos del Ejército Rojo querían a toda costa que sus batallones participaran en el asalto. El general Alexander Shatilov ordenó que se ondeara la bandera roja lo antes posible. Encontraron mucha resistencia de los alemanes que utilizaban bazucas o granadas. “La sangre salpicaba las colosales columnas de piedra”, relató un teniente, según cita Beevor.
Las fuentes soviéticas aseguraban que habían colocado la bandera roja sobre la cúpula del Reichstag a las once menos diez de la noche. Pero aquello no fue más que una performance porque la batalla continuó. Tras encarnizados combates, acabaron entregándose unos 300 soldados y oficiales alemanes. Había 500 heridos en el sótano del Reichstag.
Aún hubo jornadas de violentos bombardeos como el 6 de mayo de 1945, cuando incluso los soldados estadounidenses se vieron en peligro. Y al día siguiente ya se había derrumbado el perímetro de seguridad. Las últimas piezas de artillería disparaban los proyectiles que aún les quedaban. En la toma de Berlín habían muerto 78.291 efectivos y 274.184 habían resultado heridos de los tres frentes. Según los historiadores, las víctimas fueron tan elevadas por la intención de llegar a tomar el Reich antes que los aliados occidentales. Algunos cayeron víctimas del fuego amigo, dada la concentración de ejércitos en ese asalto.
La caída de Berlín y la muerte de Hitler precipitaron los acontecimientos finales en otros lugares donde combatían los aliados, tanto el norte de Italia como el sur de Austria. Fueron dándose claudicaciones masivas.
Rendición en Reims y en Berlín
En la madrugada del 7 de mayo de 1945, el general Alfred Jodl firmaba un documento de rendición, en nombre de Dönitz, en el cuartel general de Eisenhower, en Reims. Firmó el general Susloparov en representación del alto mando soviético. “Stalin montó en cólera al recibir la noticia, dado que la rendición debía haberse firmado en Berlín, dirigida por el Ejército Rojo, que había tenido que afrontar la mayor parte de la lucha”, escribe Beevor en 1945. La caída. Había focos de resistencia aún en Checoslovaquia y Curlandia.
Stalin montó en cólera al saber de la firma en Reims, dado que quería que se hiciera en Berlín, dirigida por el Ejército Rojo, que había tenido que afrontar la mayor parte de la lucha"
antony Beevor, '1945. la caída'
Como quería Stalin también hubo firma al día siguiente en Berlín, en concreto en el edificio que había albergado los comedores del Colegio Alemán de Ingeniería Militar de Karlshorst. Ante los generales Spaatz, comandante de las fuerzas áreas de EEUU en Europa, el comandante Tedder, segundo de Eisenhower, y De Lattre de Savigny, y el mariscal Zhukov, firmaron las actas de capitulación los miembros de la delegación alemana: Keitel, Friedeburg y Stumpff. Esa madrugada del 9 de mayo de 1945 el mariscal Zhukov bailó la Russkaya.
No había llegado la medianoche en Berlín y por eso en Europa se celebra el fin de la guerra el 8 de mayo, pero ya era 9 en Moscú y por eso el Día de la Victoria en Rusia se conmemora al día siguiente. En 1945 el desfile militar tuvo lugar en Moscú el 24 de junio de 1945, cuando ya había caído también el gobierno de Dönitz y habían regresado los combatientes. El pueblo soviético tenía un héroe a quien aclamar: el mariscal Zhukov. Por tradición un hombre a caballo encabezaría el desfile triunfal. Stalin, según le reveló su hijo Vasily al mariscal, habría querido encabezarlo pero no se vio en forma para montar a caballo tras haber ensayado. El semental blanco elegido no era fácil y Zhukov tuvo tiempo de amaestrarlo gracias a ese aviso. El cielo lloró a sus muertos esa jornada en la que Zhukov fue protagonista.
"El punto culminante del desfile llegó cuando marcharon hacia el mausoleo doscientos veteranos, uno detrás de otro, para arrojar a los pies de Stalin las banderas nazis que llevaban", relata Beevor. Zhukov sufrió arresto domiciliario hasta mayo de 1965, cuando reapareció fugazmente en el vigésimo aniversario del fin de la guerra. Stalin no llevó bien su protagonismo.
La victoria 'legitima' a Stalin
Dos años después del final de la Gran Guerra Patriótica, en 1947, la jornada dejó de ser festiva. Cuando murió Stalin, en 1953, empezó a desmantelarse el culto al dictador. En su discurso secreto de 1956, Nikita Kruschev echa por tierra su legado, salvo en lo que se refiere a la guerra. Cuando se cumplen los 20 años, en 1965, es cuando vuelve a ser festiva la jornada.
El día de la victoria sobre la Alemania nazi es el gran hito legitimador del estalinismo y de toda la experiencia soviética en bloque"
joan b. culla, historiador
"Desde que Krushev hace el informe en el que retrata a Stalin como un monstruo lo que legitima su mandato es la victoria en la Gran Guerra Patriótica. El día de la victoria sobre la Alemania nazi es el gran hito legitimador del estalinismo y de toda la experiencia soviética en bloque. Fue lo mejor que hizo aunque el precio fue enorme. Un gran sacrificio humano", señala el historiador Joan B. Culla.
Murieron en la contienda 26,6 millones de ciudadanos de la URSS, según el último informe realizado en tiempos de Mijail Gorbachov. Ningún otro país perdió a tanta población. El 9 de mayo se concibe como homenaje a los caídos, con los Regimientos Inmortales, los desfiles con fotografías de las víctimas. Es, sobre todo, un canto al patriotismo, y con Putin al mando se ha convertido cada vez más en una muestra del poderío militar del Kremlin. Los rusos han crecido con la idea de que la Segunda Guerra Mundial se ganó gracias exclusivamente a ellos y considera trivial la aportación de los aliados occidentales.
“En los años 70 era una fiesta de los veteranos de guerra. No había desfiles. En las plazas de los pueblos se congregaban los veteranos y la gente iba a rendirles homenaje, a darles flores. Entonamos canciones patrióticas. Mi abuelo murió en la guerra. A mí todavía me conmueve. Putin utiliza muy hábilmente esta celebración”, señala Yulia Tarán, coordinadora regional de la Asociación Solidaria con la Sociedad Civil y el Desarrollo de la Democracia en Rusia. “Putin empezó con los desfiles militarizados a partir de 2008. Y ahora utiliza ese sentimiento de amor a la patria en su beneficio. Ahora la gente lleva la Z y disfraza a los bebés de militares”.
La Z, símbolo del apoyo a Putin, ahora se interpreta como dos sietes enlazados por los 77 años desde el final de la Gran Guerra Patriótica. Fue justo en 2007 cuando Putin se desmarcó ante los aliados occidentales con un discurso en la Conferencia de Seguridad de Múnich en el que denunciaba la ampliación de la OTAN a Europa del Este. Desde entonces el discurso de demonización de Occidente ha ido in creciendo.
Esas concentraciones espontáneas de veteranos son el origen de la llamada marcha del Regimiento Inmortal, una procesión gigantesca que tiene lugar desde 2012 en las principales ciudades de Rusia, y otros países que formaron parte de la URSS. Desfilan nombres y mujeres con fotografías de los caídos en la Segunda Guerra Mundial. Llevan también flores y banderas rusas. Fueron tres amigos y periodistas, Igor Dmitriyev, Sergey Lapenkov y Sergei Kolotovkin, quienes organizaron la primera marcha en 2012.
"Sus motivos no eran comerciales y tampoco políticos sino la preservación de la memoria personal de cada familia de la generación afectada por la guerra”, escribe Mira Milosevich, investigadora principal en el Real Instituto Elcano, en el artículo El Regimiento Inmortal: orgullo y prejuicio de Rusia. En 2013 ya hubo marchas en 120 ciudades. Y en 2018 en más de un millar. “Ahora es uno de los muchos instrumentos del Kremlin para divulgar su visión e interpretación de la Segunda Guerra Mundial”, añade la investigadora del Real Instituto Elcano. ¿Quién se puede oponer en Rusia a un homenaje a las víctimas de la Gran Guerra Patriótica? Todos tienen a alguien a quien recordar. Esa es la gran habilidad de Putin.
Rusia invencible, mensaje de 2022
Rusia combina cada 9 de mayo ese recuerdo a las víctimas de la Gran Guerra Patriótica con la exhibición de armamento militar en la Plaza Roja. Este año desfilarán 11.000 hombres y mujeres, 62 aviones y 15 helicópteros. Hay rumores de que puede organizarse un acto en Mariúpol.
“El mensaje será que Rusia es una potencia invencible y de supervivientes. Uno de los mitos de la nación rusa es que siempre ha resistido a los ataques externos: desde los mongoles hasta Hitler”, comenta Mira Milosevich. Es imbatible.
El mensaje de este 9 de mayo será que Rusia es una potencia invencible y de supervivientes... Rusia siempre ha resistido a los ataques externos: desde los mongoles al nazismo"
mira milosevich, real i. elcano
El relato de la Segunda Guerra Mundial o Gran Guerra Patriótica sirve a los intereses de Putin. Ahora se imparten entre ocho y 12 horas de clase sobre periodo histórico. Con Boris Yeltsin eran cuatro horas. Películas como White Tiger, en la que Hitler apunta que Occidente quiere deshacerse de Rusia forman parte de la propaganda. No es de extrañar que los eslóganes hayan dejado atrás el pacifismo del "nunca más" para ser cada vez más belicosos: "1941-1945: Lo podemos volver a hacer" o "Llegan los rusos".
Lo paradójico, como apunta la investigadora, es que Rusia haya convertido a sus aliados de esa guerra en cómplices del nazismo que atribuye a Ucrania. “Putin sigue en el pasado porque ve que Rusia ha tenido su esplendor pero ya no lo tiene y no está claro que puede pasar en el futuro. Ese apoderamiento de la Segunda Guerra Mundial es injusto porque Rusia no actuó sola, sino que era toda la Unión de República Socialistas Soviéticas”, dice Milosevich.
Según el historiador Joan B. Culla, “Putin es un producto tardío del sistema soviético así que es lógico que ensalce la victoria sobre el nazismo, su gran logro. Por eso desde el primer día de la invasión de Ucrania habla de descalificar el país como si fuera una variante del III Reich. Aplastar esta supuesta reencarnación del nazismo legitima a Putin”.
“Putin piensa que la conquista de Ucrania sería un equivalente menor de la victoria de Stalin sobre el III Reich Intentará que Mariúpol sea su Berlín”, concluye el historiador. La ciudad de Mariúpol se ha convertido en un símbolo para Rusia porque se facilita el corredor entre el Donbás y Crimea y por la relevancia del Batallón de Azov, a quienes se ha vinculado a la ultraderecha. "La caída de Mariúpol es por ello el símbolo de la lucha contra los nazis", dice Milosevich, que no ve tan probable una declaración de guerra que llevaría a una movilización total. "Así se cumplirá con esa victoria anhelada". Pero Mariúpol dista mucho de ser el Berlín de 1945.
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