Valentyna (nombre ficticio para proteger su identidad) llora sin consuelo ante la presencia de los médicos. Después de 15 minutos de llanto, su cuidadora la recoge y coloca su cuerpo, dolorido por las contracturas severas que suelen derivar en escoliosis, a los pies de la cama. A pesar de las lesiones provocadas, no recibe ningún medicamento ni relajante muscular porque, según los trabajadores de este centro para niños con discapacidad en el oeste de Ucrania, esta menor de 14 años no sufre ni tiene dolor, solo está “sobreestimulada”.
Como ella hay miles de niños en el país que sufren más que nadie los estragos de una guerra que ha mermado el ya de por sí hostil sistema institucional de menores: centros colapsados, escasez de trabajadores, carestía de medicamentos… Las personas con discapacidad, sobre todo las que tienen un grado grave o permanente, son las grandes olvidadas del conflicto. Muchas ni siquiera han podido huir al tener movilidad reducida; no contar con familiares directos que puedan evacuarles; o residir en zonas sensibles de la guerra, como las regiones bajo asedio ruso, donde miles de civiles permanecen atrapados.
La organización Disability Rights International (DRI) denuncia en su último informe las pésimas condiciones en las que se encuentran los menores discapacitados en orfanatos. Han quedado abandonados a su suerte, en condiciones de insalubridad y bajo un trato personal que podría ser considerado como “tortura”, tal y como ha podido documentar Eric Rosenthal, fundador y director ejecutivo de DRI.
“Vimos a niños sentados en la cama todo el día, a niños atados a sus camas porque no tenían personal que les atendiese o con los brazos amarrados a la espalda. Es un comportamiento abusivo y esto sucede porque no hay suficientes trabajadores”, explica Rosenthal a El Independiente tras su peregrinaje por cuatro centros ubicados en el oeste del país que albergan en total a unos 650 menores. Una de las instalaciones está dedicada a recién nacidos y niños de hasta seis años.
Aunque ya se daban antes de la guerra, los abusos se han incrementado, en parte, a causa de la saturación por la llegada de menores de las zonas del Donbás, Kiev o Dnipro a instituciones del oeste, la drástica reducción de personal por los recortes sufridos durante años o porque muchos trabajadores han tenido que abandonar el país o alistarse en el Ejército. Cuando Rusia inició su ataque a gran escala, cuidadores y médicos de estos centros situados en localidades cercanas a la frontera se marcharon sin mirar atrás, dejando a miles de niños abandonados.
“El director de uno de los centros nos dijo literalmente que el personal huyó, dejando a los menores solos como si fueran ratas”, relata Rosenthal. El descuido es tal que muchos de ellos se encuentran ahora hacinados en habitaciones sin ventilación ni luz, y rodeados de orina y heces. Además, la falta de cariño de un ser querido y la ausencia de actividad y de espacio donde poder moverse hacen que su problema empeore a niveles irreversibles.
Lo mejor para ellos sería estar con sus familias, pero necesitarían la ayuda económica del Gobierno, algo que no sucede
“Había niños con los brazos y las piernas deformes, sus extremidades se atrofiaban al no tener espacio para moverse. Eso y el no tener el amor que necesitan de su familia los deja completamente vulnerables. Lo mejor para ellos sería vivir con su familia, pero para ello sería necesario que el gobierno les ayudase económicamente, algo que no sucede”, lamenta.
Trabajos forzados, abusos sexuales y trata
Una vez cumplidos los 18 años sus problemas, lejos de desaparecer, aumentan al quedarse en los centros. Es en ese momento cuando empiezan a ser sometidos a trabajos forzados, según cuenta a este diario Halyna Kurylo, directora de programas de DRI en Ucrania.
“Cuando las mujeres cumplen 18, las ponen a trabajar cuidando a los pequeños más vulnerables que llegan al centro ante la falta de personal, sin obtener remuneración alguna. Es verdad que lo aceptan, pero no podemos hablar de un consentimiento real ya que no tienen otra opción”, denuncia.
Al no tener donde ir, entran en la espiral del trabajo gratuito. “Están encantados de ayudar, pero al mismo tiempo trabajan 24 horas los siete días de la semana sin que les paguen nada. Esto ya pasaba antes de la invasión”, agrega Kurylo.
Tampoco ayuda a su integridad física el hecho de que las salidas de las adolescentes no estén controladas y que personas externas puedan acceder a orfanatos para pasar la tarde con los niños a cambio de dinero, una situación que los convierte en potenciales víctimas de abuso sexual y los deja desprotegidos ante las redes de trata.
Nos contaron que los niños desaparecían por la noche y no se les volvía a ver
“Hemos escuchado muchas historias de niñas que han sido víctimas de tráfico. En esta última visita, entrevistamos a varios menores que nos contaron cómo entraba gente y desaparecían niños por la noche y no se les volvía a ver”, relata Rosenthal, que también observó estas señales de alarma en la actitud de algunas chicas.
“Hubo un momento en el que varias chicas de entre 15 y 20 años vinieron a recibirnos y a tocarnos de una forma rara que alguien no haría con un desconocido. Esto obviamente no prueba nada, pero nos hace sospechar que han aprendido a estar en contacto con personas de fuera del centro”, añade.
Estigma, segregación y un sistema negligente
Los tratos vejatorios documentados también tienen su razón de ser en el estigma y la propia concepción de la discapacidad que tiene la sociedad ucraniana. La mayoría de los menores que residen en estos orfanatos tienen familiares directos, pero muchos no pueden hacerse cargo de ellos por dificultades económicas y porque son vistos como personas difíciles y “no educables”, por lo que en muchos casos quedan totalmente excluidos del sistema escolar.
En Ucrania, las personas con discapacidad son consideradas ciudadanos de tercera
La deshumanización que sufren estas personas en Ucrania y los países del este de Europa es algo que viene denunciando el Comité Español de Representantes de Personas con Discapacidad (CERMI). “En Ucrania el problema es que los parámetros modernos en cuanto al concepto de discapacidad no están totalmente establecidos. Tienen una concepción catastrófica y hay mucha segregación y abandono. Al final, los discapacitados son considerados ciudadanos de tercera”, explica a este periódico Javier Albor, secretario de la Comisión de Cooperación Internacional Inclusiva del CERMI.
Y es que las negligencias en estos centros son, por desgracia, la norma, tal y como pudo constatar DRI durante otra visita en 2015. Incluso el año pasado relatores de Naciones Unidas expresaron su rechazo a las políticas de discriminación y se mostraron preocupados por las violaciones de derechos humanos cometidas en estos orfanatos. Una situación que apenas ha cambiado.
“Hay muchos errores en los procedimientos. A estos menores se los considera personas sin capacidad intelectual que no entienden ni sienten lo que les está pasando. Todo el sistema de orfanatos en Ucrania está basado en ideas anticuadas y acientíficas”, añade Rosenthal.
La organización destaca que, a pesar de los avances conseguidos en la última década, el Gobierno decidió el año pasado excluir a los niños con necesidades especiales de su programa de desinstitucionalización, cuyo objetivo es reducir al máximo el número de menores en centros.
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