“Dejé muchas cosas importantes en Moscú pero no lo lamento. Lo volvería a hacer”, reconoce en una conversación exclusiva con El Independiente Igor Volobuev, ex vicepresidente de Gazprombank, el tercer mayor banco de Rusia, propiedad del gigante petrolero Gazprom. Volobuev renunció a su cómoda existencia una semana después del inicio de la invasión rusa de Ucrania y es, hasta la fecha, uno de los principales desertores del entramado económico ruso.
Recién superados los cien días de guerra, el destierro sigue siendo un camino poco transitado en la Federación Rusa. El "establishment" que sostiene a Vladímir Putin mantiene una cohesión a prueba de tribulaciones. "La élite política, económica y militar sigue siendo sólida porque todo el mundo teme a Putin. No existe ningún grupo o partido político en la oposición capaz de unir a todos aquellos que se oponen a Putin y la guerra. El miedo es palpable", explica a este diario Andrei Soldatov, un conocido periodista de investigación ruso y cofundador de la web Agentura.Ru. "En realidad, es una combinación de miedo con una suposición infantil de que en pocos meses todo volverá a la normalidad", agrega.
Es una combinación de miedo con una suposición infantil de que en pocos meses todo volverá a la normalidad
Andrei Soldatov, periodista de investigación ruso y cofundador de Agentura.Ru
El estado de terror que la contienda ha incrementado no ha impedido, sin embargo, que se registren las primeras bajas entre los apoyos a Putin: cientos de soldados y miembros de las fuerzas de seguridad han rechazado acatar las órdenes de enfilar la ruta hacia el campo de batalla, a pesar de enfrentarse a un reguero de amenazas de cárcel y procesos judiciales; al menos cuatro oligarcas han abandonado el país; políticos y diplomáticos también ha puesto tierra de por medio con el Kremlin. Algunos funcionarios han osado incluso criticar en público la intervención militar.
"El espacio para la disidencia resulta muy pequeño. Se han dado muy pocos casos. Es que simplemente resulta muy arriesgado", arguye en declaraciones a este diario Andrei Kolesnikov, investigador senior en el Carnegie Endowment for International Peace que resiste en Moscú a pesar del cierre de la oficina rusa del think tank el pasado abril. "Algunas personas están renunciando a sus puestos, pero no lo están publicitando, como es el caso de los principales responsables del Sberbank", esboza.
En busca de sofocar cualquier expresión pública de descontento con el curso de los acontecimientos, el régimen ruso ha acentuado su deriva orwelliana. Ha promulgado con premura nuevas leyes que incluyen condenas de hasta 15 años de prisión para quien difunda "noticias falsas" sobre el estamento militar. Se ha propuesto, además, la creación de un órgano interno en los ministerios para que reporten al Kremlin sobre el "clima emocional y el estado de ánimo".
Cientos de soldados han evitado acudir a la llamada a luchar en Ucrania y afrontan ahora procesos judiciales o simplemente han sido expulsados y perdido sus empleos
Rebelión en las filas del ejército: Mikhail Khodarenok
Ha sido uno de los efectos más visibles y notorios de las fricciones que la bautizada como "operación especial" ha causado en las instituciones rusas desde el pasado 24 de febrero. Cientos de soldados han evitado acudir a la llamada a luchar en Ucrania y afrontan en estos momentos procesos judiciales o simplemente han sido expulsados y perdido sus empleos. "Sabemos que Putin ha despedido a varios generales y oficiales, así como a agentes del Servicio Federal de Seguridad. También hay pruebas de que muchos de los generales y agentes de la policía secreta están descontentos con la conducción de la guerra por parte de Putin. Algunos piensan que debería retirarse; otros, que debería intensificarla", indica a este diario Alexander Motyl, historiador estadounidense experto en Rusia.
"En cualquier caso, todos coinciden en que la 'operación especial' se ha convertido en un atolladero, que las pérdidas rusas de hombres y equipos son extremadamente elevadas y que probablemente no se pueda ganar la guerra", agrega el académico. A mediados de marzo la veterana organización de derechos humanos rusa Agora puso a disposición de los reclutas un canal de Telegram como asistencia legal a los que habían renunciado a empuñar las armas. En el lapso de las primeras diez jornadas recibieron la consulta de hasta 721 agentes y uniformados. Contactado por este diario, el grupo ha rehusado proporcionar cifras actualizadas alegando "razones de seguridad".
Todos coinciden en que la 'operación especial' se ha convertido en un atolladero y que probablemente no se pueda ganar la guerra
Alexander Motyl, historiador estadounidense experto en Rusia
Desde el inicio de la contienda episodios similares se han ido acumulando. Algunos han quebrado el silencio imperante a través de abogados como Mikhail Benyash, que litiga en nombre de una decena de miembros de la Guardia Nacional, una unidad militar dedicada a sofocar las protestas. El letrado reconoce haber recibido un aluvión de peticiones de miembros de las fuerzas de seguridad y empleados del ministerio del Interior -hasta un millar en cuestión de días- con consultas relativas a su decisión de evitar el campo de batalla o negarse a reprimir manifestaciones. En abril su trabajo le colocó en el blanco de las autoridades: Benyash fue acusado de "desacreditar a las fuerzas armadas de Rusia".
Las primeras críticas han comenzado a aflorar incluso entre los veteranos del ejército. A mediados de mayo la bautizada como Asamblea de Oficiales de toda Rusia, una asociación independiente de veteranos que aspira a reformar la estrategia militar rusa, instó a Putin a declarar la guerra y ordenar la movilización parcial. Entre las razones por las que apostaban por el cambio de estrategia, figura el fracaso en la tentativa de cruzar el río Siverskyi Donets que arrasó casi por completo a un grupo táctico a mediados del mes pasado. La asociación exigió, además, el reconocimiento público de que las fuerzas rusas ya no sólo están "desnazificando" Ucrania, sino que "están librando una guerra por los territorios históricos de Rusia y por su existencia en el orden mundial".
No ha sido la única voz en sugerir las debilidades y peligros que enfrentan los uniformados tras tres meses de contienda. En un programa estrella de la televisión rusa Mikhail Khodarenok, analista militar y coronel retirado, pronosticó -para sorpresa del resto de invitados- que "la situación [para Rusia] empeorará claramente" a medida que Ucrania reciba más ayuda militar de Occidente. "El ejército ucraniano puede armar a un millón de personas", deslizó.
"El deseo de defender su patria es muy grande. La victoria final en el campo de batalla está determinada por la alta moral de las tropas que derraman sangre por las ideas por las que están dispuestas a luchar", argumentó, subrayando implícitamente el talón de Aquiles de sus compatriotas. "El mayor problema de nuestra situación militar y política actual es que estamos en un escenario de total aislamiento político y todo el mundo está en contra de nosotros, aunque no queramos admitirlo. Tenemos que resolver esta situación", alertó.
A la lista de renuncias se ha sumado esta semana Valentin Yumashev, yerno de Boris Yeltsin, que hasta ahora ejercía como asesor de Putin
Políticos: Anatoly Chubais
Es, hasta la fecha, el más destacado político que ha renunciado a sus cargos y abrazado el exilio. Anatoly Chubais, considerado el arquitecto de la privatización de la década de 1990 que contribuyó a la concentración del poder económico en los actuales oligarcas, abandonó el país en marzo. En 2020 había sido nombrado por Putin enviado especial del Kremlin para las relaciones con las organizaciones internacionales en desarrollo sostenible. "Es, sin duda, el más importante de los que desertaron", confirma Soldatov. "Pero no son muchos y no extremadamente importantes".
Chubais, que optó por escapar vía Estambul, había conocido tiempos mejores en los pasillos del poder ruso. Fue jefe de personal en tiempos de Boris Yeltsin y, paradojas de la Historia, fue la persona que sugirió el nombre de Putin para su primer puesto en el Kremlin, como subjefe del personal presidencial en 1997. Hasta su mutis por el foro, había sido un animal político, capaz de adaptarse a los nuevos vientos. En febrero, en mitad del ardor guerrero, Chubais comenzó a mostrar en público sus reticencias con la ruta del país.
El ex funcionario divulgó imágenes del líder opositor Boris Nemtsov y mencionó abiertamente algunas conversaciones mantenidas con el economista Yegor Gaidar, un crítico de "las ambiciones imperiales de Putin". "En nuestras discusiones sobre el futuro de Rusia no siempre estaba de acuerdo con él pero parece que Gaidar comprendió mejor que un servidor el riesgo estratégico. Yo estaba equivocado", alegó. Al menos otros tres altos cargos del Kremlin han seguido sus pasos. Él, no obstante, continúa siendo el rostro visible.
A la lista de renuncias se ha sumado esta semana Valentin Yumashev, yerno de Boris Yeltsin, que hasta ahora ejercía como asesor de Putin. Su papel era reducido y no remunerado pero con su salida también se pierde a uno de los últimos nombres que conectaban la etapa actual con la del gobierno reformista de Yeltsin y con una etapa de apertura hacia Occidente que ha quedado completamente sepultada. Yumashev -casado con la hija de Yeltsin, Tatyana- abandonó el cargo hace un mes pero no había sido comunicado hasta ahora. Hace dos décadas llegó a ser jefe de gabinete del Kremlin.
El conflicto armado es una locura de la que nos avergonzaremos durante mucho tiempo
Oleg Deripaska, MAGNATE RUSO
Empresarios y oligarcas: Oleg Deripaska
Durante años Igor Volobuev circuló por la cúspide del poder económico, representado en las siglas de Gazprom. Hasta que la anexión de Crimea y, definitivamente, la invasión de Ucrania de hace tres meses le pusieron en el dilema moral de sacrificar su posición y respetar sus convicciones. No es el único caso. Cuatro oligarcas, vinculados a la era de Yeltsin, han optado por el destierro desde el inicio de la guerra: Alexander Mamut y Alexander Nesis, dueños de la compañía de oro Polymetal, y Mikhail Fridman y Petr Aven, al frente del Alfa Group, uno de los mayores conglomerados privados de la Federación Rusa.
"La mayoría de las élites están sufriendo económicamente debido a las sanciones", apunta Motyl. Los rumores que circulan sobre la salud del presidente ruso, alega, podrían abonar las deserciones entre quienes manejan los hilos financieros. "La élite económica podría estar asumiendo que su fin está cerca y que tiene que prepararse para una intensa lucha por el poder. Ninguno de los acontecimientos fortalece a Putin. Y cuanto más dure la guerra, más débil será su posición y más se disputará el poder", pronostica el experto.
No todos han podido seguir sus dictados. En declaraciones ofrecidas por allegados a diversos medios occidentales, han trascendido casos como el de Elvira Nabiullina, presidenta del Banco Central de Rusia. Trató de dimitir cuando los países occidentales comenzaron a imponer sanciones, pero Putin no aceptó su renuncia y hoy continúa al frente de la institución. Otras figuras como el magnate del aluminio Oleg Deripaska ha alertado del colapso económico al que se encamina el país, "hasta tres veces peor que la crisis financiera de 1998".
A su juicio, el capitalismo de Estado promovido por el Kremlin durante los últimos 14 años "no ha conducido al crecimiento económico ni el incremento de los ingresos de la población en general". "El conflicto armado es una locura de la que nos avergonzaremos durante mucho tiempo", indicó antes de repartir la responsabilidad de las escaramuzas con Occidente.
En 18 años, Sergey Lavrov pasó de ser un intelectual profesional y educado a una persona que constantemente transmite declaraciones contradictorias y amenaza al mundo
Boris Bondarev, EX DIPLOMÁTICO RUSO
Diplomáticos: Boris Bondarev
“En veinte años de carrera diplomática he sido testigo de cambios en la política exterior, pero nunca me había sentido tan avergonzado de mi país como desde el 24 de febrero”. Es de las sentencias más duras que escribió Boris Bondarev en el comunicado que envió a Moscú y compartió con algunos colegas diplomáticos a finales de mayo, anunciando su dimisión. Hasta entonces ejercía como consejero en la misión permanente de Rusia ante la ONU en Ginebra.
“La agresiva guerra desatada por Putin contra Ucrania, y en realidad contra todo el mundo occidental, no sólo es un crimen contra el pueblo ucraniano, sino también, quizás, el más grave crimen cometido contra el pueblo ruso, con una letra Z en negrita tachando todas las esperanzas y perspectivas de una sociedad libre y próspera en nuestro país”, deslizó Bondarev en el texto. Se había incorporado al ministerio de Asuntos Exteriores en 2002 y trabajaba en Ginebra desde 2019.
"Lamento tener que admitir que a lo largo de estos veinte años el nivel de mentiras y falta de profesionalidad en el trabajo del Ministerio de Exteriores se ha incrementado", escribe el diplomático arrepentido. "Aquellos que urdieron esta guerra solo quieren una cosa: permanecer en el poder para siempre, vivir en palacios pomposos e insípidos, navegar en yates comparables en tonelaje y coste a toda la Armada rusa, disfrutar de poder ilimitado y total impunidad”, esbozó en un ejercicio de disidencia poco común entre el personal diplomático ruso.
Bondarev no escatimó dardos contra el que fue hasta dos semanas su jefe, el ministro de Asuntos Exteriores Sergey Lavrov, "un buen ejemplo de la degradación de este sistema". "En 18 años, pasó de ser un intelectual profesional y educado, a quien muchos de mis colegas tenían en alta estima, a una persona que constantemente transmite declaraciones contradictorias y amenaza al mundo (esto es, a Rusia también) con armas nucleares".
Carta íntegra de Boris Bondarev
Mi nombre es Boris Bondarev. He trabajado en el ministerio de Asuntos Exteriores de Rusia desde 2002. Desde 2019 hasta ahora, he sido consejero de la Misión de Rusia ante la Oficina de la ONU en Ginebra.
Durante veinte años de carrera diplomática he visto diferentes giros de nuestra política exterior, pero nunca he estado tan avergonzado de mi país como desde el 24 de febrero de este año.
La agresiva guerra desatada por Putin contra Ucrania y, en realidad, contra todo el mundo occidental, no sólo es un crimen contra el pueblo ucraniano, sino también, quizás, el más grave crimen contra el pueblo de Rusia, con una audaz letra Z que tacha todas las esperanzas y perspectivas de una sociedad libre y próspera en nuestro país.
Los que urdieron esta guerra sólo quieren una cosa: permanecer en el poder para siempre, vivir en pomposos palacios de mal gusto, navegar en yates comparables en tonelaje y coste a toda la Armada rusa, disfrutando de un poder ilimitado y una impunidad total. Para conseguirlo están dispuestos a sacrificar tantas vidas como sea necesario. Miles de rusos y ucranianos ya han muerto sólo por esto.
Lamento admitir que durante todos estos veinte años el nivel de mentiras y falta de profesionalidad en el Ministerio de Asuntos Exteriores ha ido en aumento.
No puedo seguir compartiendo esta ignominia sangrienta y absolutamente innecesaria
Sin embargo, en los últimos años, se ha vuelto sencillamente catastrófico. En lugar de información imparcial, análisis imparciales y previsiones sobrias, hay clichés propagandísticos en el espíritu de los periódicos soviéticos de la década de 1930. Se ha construido un sistema que se engaña a sí mismo.
El ministro Lavrov es un buen ejemplo de la degradación de este sistema. En 18 años, pasó de ser un intelectual profesional y culto, al que muchos de mis colegas tenían en alta estima, a una persona que emite constantemente declaraciones contradictorias y amenaza al mundo (también a Rusia) con armas nucleares.
En la actualidad, el Ministerio de Asuntos Exteriores no se ocupa de la diplomacia. Se encarga del belicismo, las mentiras y el odio. Sirve a los intereses de unos pocos, muy pocos, contribuyendo así a un mayor aislamiento y degradación de mi país.
Rusia ya no tiene aliados, y no hay que culpar a nadie más que a su política imprudente y mal concebida.
Estudié para ser diplomático y lo he sido durante veinte años. El Ministerio fue mi hogar y mi familia. Pero sencillamente no puedo seguir compartiendo esta ignominia sangrienta y absolutamente innecesaria.
Representantes municipales y regionales: Aleksei Gorinov
Tuvo la temeraria osadía de denunciar en público "el crimen de agresión" que Moscú estaba cometiendo contra la vecina Ucrania. Lo hizo, además, en una institución pública, un consejo municipal. Se llama Aleksei Gorinov y era concejal del distrito Krasnoselsky de Moscú. Está acusado de haber difundido "información falsa a sabiendas" sobre las Fuerzas Armadas rusas. "Lleva cinco semanas en prisión preventiva, y podría enfrentarse a hasta diez años de cárcel si es declarado culpable", detalla Marie Struthers, directora de Amnistía Internacional para Europa Oriental y Asia Central.
Gorinov mencionó la muerte de niños ucranianos que ha provocado la guerra
La primera vista de su juicio se celebró el pasado 1 de junio en el tribunal del distrito Meshchansky de la capital rusa. En el proceso también figura su compañera concejala Elena Kotyonochkina, que presidía la sesión en la que se vertieron las críticas y que está siendo juzgada en rebeldía. Durante el consejo municipal, Gorinov mencionó la muerte de niños ucranianos que ha provocado la guerra, que las autoridades rusas siguen calificando de "operación militar especial".
Ha sido procesado en virtud a un artículo del código penal modificado recientemente. Desde entones las autoridades rusas han iniciado al menos 53 investigaciones penales sobre "noticias falsas" referidas al ejército. A principios de mayo, cuando arreciaban las sanciones económicas, cuatro gobernadores de las regiones de Tomsk, Saratov, Kirov y Mari anunciaron su renuncia con efecto inmediato. Las elecciones están previstas para el próximo septiembre.
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