La de mayores dimensiones que se recuerda. La cumbre de la OTAN en Madrid debe marcar el rumbo de una organización revivida por las arremetidas de Rusia y aspira, de paso, a pulverizar cifras. Es primera hora de la mañana. Las primeras aglomeraciones asaltan los autobuses municipales que conectan con el recinto ferial de Ifema, el fortín que alberga desde este miércoles la reunión de 40 jefes de Estado y Gobierno.
El punto de encuentro son las inmediaciones del Instituto de Secundaria Gabriel García Márquez, junto a la estación de metro de Mar de Cristal. Lejos de cualquier Macondo, un batallón de policías monta guardia al pie de las lanzaderas, que llegan con cuentagotas en una jornada en la que el tráfico rodado parece haber huido de Madrid. “Mochilas al suelo”, reclaman los agentes mientras un pastor alemán cruza la fila. “Buen chico”, dice uno de los polizontes cuando el perro completa la misión infructuosa de detectar explosivos.
Quienes esperan son, por amplia mayoría, periodista acreditados. Hasta 2.000 profesionales llegados de todos los dominios de la alianza atlántica que aguardan con estoicismo los controles. La primera sorpresa, antes de que arranquen los motores en dirección a Ifema, es la ausencia de tecnología. Las acreditaciones, que no disponen de ningún dispositivo electrónico, son revisadas manualmente por los policías. Las cotejan una a una con un documento de identidad, antes de permitir el abordaje de los autobuses.
Sin alardes de tecnología
Los vehículos parten hasta la bandera hacia el acceso norte del recinto ferial. Pasadas las diez de la mañana, un puñado de transeúntes camina por el callejero. Desde Mar de Cristal, los últimos 3 kilómetros se recorren exclusivamente en autobús. Una vez en las instalaciones de Ifema -que ya acogieron la cumbre de la OTAN de 1997-, los reporteros deben superar un segundo control, donde -esta vez sí- se usan escáneres y se revisan los dispositivos electrónicos. “Hablo un poco de inglés”, se disculpa un policía en los accesos. Los tornos de acceso al recinto ferial descansan desconectados y sin uso.
Superada la revisión, los reporteros transitan a pie durante 15 minutos hasta el pabellón número 14 que acoge un centro de prensa de imponentes proporciones: hasta 1.200 puestos repartidos en la primera planta. No hay, no obstante, grandes lujos: unos surtidores ofrecen agua fresca y café. Y, sin miedo a la factura, el aire acondicionado funciona a ritmo sideral.
El covid, en cambio, parece un agente ausente. Apenas quedan signos de mascarillas ni existen restricciones establecidas por la organización, salvo en los autobuses. A media tarde, sobra aún el espacio entre sets montados por las televisiones y cabinas de edición. El mayor revuelo sucede alrededor de la una de la tarde, cuando el secretario general de la OTAN Jens Stoltenberg y Pedro Sánchez visitan fugazmente las instalaciones.
Un "lugar ideal"
Una columna de flashes les acompaña y se dispersa segundos después, cuando ambos se dirigen hacia el pabellón número 12, donde se alzan las salas de una cumbre que arranca oficialmente este miércoles, sacudida por el seísmo de la invasión rusa de Ucrania y una sucesión de réplicas, desde las solicitudes de adhesión de Suecia y Finlandia hasta el compromiso de incrementar el gasto en defensa de los países aliados, ya suscrito en 2014 pero lastrado por las reticencias y los aplazamientos. “Es la cumbre de mayores proporciones que recuerdo”, admite un veterano periodista de una televisión extranjera. “Aunque hay algunos inconvenientes. En el centro de acreditación ninguna de las personas que nos atendieron hablaba inglés y en el recinto ferial las distancias a pie son importantes”, lamenta.
¿Esta ciudad está siempre tan vacía?, se interroga un periodista extranjero
Las instalaciones han merecido este martes las alabanzas de Stoltenberg, que las ha calificado de “magníficas” y un “lugar ideal para albergar una cumbre de la OTAN”. “Son las mejores instalaciones posibles para la cumbre de la OTAN aquí, en Madrid”, ha deslizado Stoltenberg, agradecido por la celebración anoche de una cena de gala para los jefes de Estado y de Gobierno, que fueron llegando durante el martes con las imágenes de sus aviones tomando tierra en Torrejón de Ardoz y sus caravanas cruzando las calles de Madrid. “¿Esta ciudad está siempre tan vacía?”, se interroga un reportero en el centro de prensa.
En los mostradores de información habilitados en la sala las solicitudes se despachan remitiendo a los correos electrónicos. Los periodistas que desfilan preguntan por idénticas coordenadas: tratan de averiguar si han resultado agraciados con su asistencia a algún pool. “Eso lo lleva directamente la OTAN. Espere respuesta a su correo”, sugiere una de las empleadas. El sistema de pool, a la llegada de los mandatarios y a las puertas de las instalaciones vetadas a la prensa, constituye una de las escasas posibilidades de recoger reacciones en una cumbre en la que el principal foco es el Concepto Estratégico, una hoja de ruta que se publicará entre este miércoles y jueves y que marcará las directrices de la alianza atlántica durante la próxima década, con Rusia y China como rivales y amenazas.
Los gemelos de Kiev
Ucrania sigue siendo el foco. “El lunes unos civiles fueron asesinados en un centro comercial. Rusia sigue propagando mentiras y el ejército de Putin continua destruyendo Ucrania y matando a civiles. La mayoría del mundo libre sigue observando la ruptura de la ley internacional”, denunció a última hora de este martes Wladimir Klitschko junto a su hermano gemelo, el alcalde de Kiev Vitali. Dos ex boxeadores que pasaron por el foro paralelo de la cumbre para exigir que “las armas lleguen de una vez y el espacio aéreo se cierre”, las demandas que han voceado durante estos 125 días de guerra. “¿A qué esperan? Los siguientes para Rusia serán ustedes”, declaró con alma de púgil.
De Ceuta a Asturias
Los corredores del pabellón donde tiene lugar la cumbre exhiben fotogramas de lugares como Potes (Cantabria), el castillo de Olite (Navarra), el monasterio de San Juan de la Peña (Aragón), el castillo de Almansa (Castilla-La Mancha), Peñíscola (Comunidad Valenciana), el castillo de Bellver (Islas Baleares) o el castro de Baroña (Galicia). Otros enclaves escogidos con el Acueducto de los Milagros (Extremadura), Vall de Boí (Cataluña), Durango (País Vasco), el castillo de Cornago (La Rioja), el de Manzanares el Real (Madrid), la ciudad de Segovia (Castilla y León) y el pueblo de Cudillero (Asturias).
Los pasillos y estancias han sido decorados para la ocasión. "El Abrazo", el icono de la transición española firmado por Juan Genovés, ha dejado unos días el Congreso de los Diputados para exhibirse en la sala dedicada a los VIP de la cumbre. También ha hecho lo propio "Un mundo", de Ángeles Santos. Un lienzo de 3 x 3 metros que provocó asombro en 1929, cuando fue presentado en sociedad por una artista que por aquel entonces apenas tenía 17 años. Una “Santa Teresa de la pintura, oyendo palomas y estrellas que le dictan el tacto que han de tener sus pinceles”, escribió Ramón Gómez de la Serna de ese universo tan personal, cercano al realismo mágico que durante años se guardó en los almacenes del museo.
Salas inspiradas en la geografía española
La veintena de salas donde se celebrarán las reuniones bilaterales -el principal reclamo al margen de una cumbre en la que casi todo está cocinado- han sido bautizadas con nombres de municipios españoles y sobre sus muros se han colgado instantáneas de la geografía nacional, desde las murallas de Ceuta -cuyo estatus, fuera de la zona de protección de la OTAN marca uno de los asuntos que el Gobierno trata de abordar- o Caravaca de la cruz (Murcia) hasta los jardines del Generalife, en el recinto de la Alhambra, o una panorámica de la Caldera de Taburiente en La Palma, que adorna la oficina de Estados Unidos.
Ejemplares de olivos y limoneros pueblan el territorio de la cumbre. Hasta medio centenar han “crecido” en sus confines. El jueves, cuando se certifique el fin de la cumbre, los árboles que hayan superado el trajín de las delegaciones y las vicisitudes de las discusiones -la principal es el veto turco al ingreso de Suecia y Finlandia, despejada este martes- serán trasladados al Palacio de la Moncloa. En sus jardines se habilitará un rincón en recuerdo de la cita madrileña y serán transplantados. Volverán a ser así testigos del paso de mandatarios y cuitas políticas.
La opción económica, un bocadillo, se despachaba por el precio de siete euros
A la espera del menú principal de la cumbre, que se inaugura a primera hora de este miércoles, en la cantina del centro de prensa se ofrecía uno por 20,35 euros. El del martes consistía en un primero de resonancia nacional e internacional -entre la ensaladilla rusa o el salmorejo cordobés-; un principal a escoger entre estofado del día y pescado en salsa o al horno; y un postre casero o una pieza de fruta. La opción económica, un bocadillo, se despachaba por el precio de siete euros. “¿Cómo se llama esto?”, preguntaba un periodista al ver circular uno de tortilla española delante de sus ojos.
Un repertorio gastronómico a años luz del ofrecido anoche en el Palacio Real a los jefes de estado y de Gobierno, a base de aceituna esférica; air bag de picaña; bogavante con sopa de aceite y pomelo rosa; tortilla de camarón; o gazpacho al aceite de albahaca. Unas horas antes, por el recinto de Ifema el sopor parecía adueñarse de los reclutados para proporcionar apoyo técnico. “¡Me aburro!”, clamaba uno de los jóvenes. Este miércoles podrá redimirse. El centro de prensa permanecerá abierto 24 horas, ojo avizor de la cita atlántica que sucederá en un pabellón cercano.
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