“Existe histeria en Rusia. Es un arma difícil de combatir”, se jactó este miércoles Oleksiy Arestovych, uno de los asesores del presidente ucraniano. El país ha convertido los HIMARS (Sistemas de Cohetes de Artillería de Alta Movilidad, por sus siglas en inglés) enviados por Estados Unidos en la mayor esperanza para golpear al enemigo ruso y detener o revertir los avances de las tropas de Vladimir Putin, con el objetivo puesto ahora en una contraofensiva en el sur del país ocupado por Moscú.
En los últimos días la presencia de estos lanzamisiles de medio alcance, que ya demostraron su eficacia en Irak, Siria o Afganistán, ha alimentado las noticias de los ataques ucranianos. El martes un arremetida destruyó un depósito de municiones en la ciudad de Nova Kakhovka y, según Kiev, mató a 52 rusos. “He podido verlo en acción esta semana. Es muy preciso y es uno de los mejores sistemas que se pueden usar contra estos terroristas. El problema aquí es que ha habido un retraso en su envío”, explica a El Independiente Mamuka Mamulashvilli, comandante de la Legión georgiana, la unidad de soldados extranjeros más numerosa en Ucrania. “En estos momentos solo hay cuatro o cinco lanzamisiles como éste en el frente. Necesitamos un centenar”, estima.
“Los HIMARS están ya marcando la diferencia a la hora de atacar los emplazamientos rusos de municiones y suministros, ya que resultan muy precisos”, confirma a este diario Neil Melvi, director de estudios internacionales de seguridad del Instituto Real de Asuntos Internacionales de Reino Unido (Rusi, por sus siglas en inglés), uno de los think tanks más prestigiosos del mundo. “Las informaciones que llegan, además, apuntan a que las fuerzas rusas son incapaces de interceptar los cohetes. Es un sistema que tiene un mayor alcance que los sistemas similares rusos, por lo que a las fuerzas rusas les resulta difícil destruirlos”, agrega.
La clave, subraya el experto, será si Ucrania consiga un número significativo de estos lanzamisiles. Su envío era hasta ahora una de las prioridades de las autoridades ucranianas, que desde febrero han reclamado artillería de largo alcance para contrarrestar las sacudidas rusas. Washington anunció finalmente en junio que enviaría los HIMARS a Ucrania en el marco de un paquete de ayuda militar por valor de 700 millones de dólares que también incluía helicópteros, sistemas de armas antitanque Javelin, vehículos tácticos, piezas de repuesto y otros artefactos. “EE.UU. proporcionará a los ucranianos los sistemas de cohetes y municiones más avanzados que les permitirán atacar con mayor precisión objetivos clave en el campo de batalla de Ucrania”, prometió entonces el presidente estadounidense Joe Biden.
A juicio del demócrata, la nueva remesa de armas permitiría a Kiev “luchar en el campo de batalla y tener la posición más fuerte posible en la mesa negociadora”. Manufacturados por la armamentística estadounidense Lockheed Martin, los HIMARS son lanzacohetes ligeros con tecnología punta que entraron en servicio en 2005 y que pueden alcanzar objetivos a 80 kilómetros de distancia, lo que implica que las tropas ucranianas pueden desplegarlos fuera del alcance de la mayoría de la artillería rusa. Hasta ahora, Kiev contaba con los obuses M777, también proporcionados por EE.UU., con la mitad de alcance.
Los HIMARS están ya marcando la diferencia a la hora de atacar los emplazamientos rusos de municiones y suministros, ya que resultan muy precisos
Neil Melvi, director de estudios internacionales de seguridad del Instituto Real de Asuntos Internacionales de Reino Unido
Entraron en servicio en 2005 y pueden alcanzar objetivos a 80 kilómetros de distancia
Los HIMARS -que ya tienen Polonia y Rumania- cuentan, además, con la ventaja de que se montan sobre ruedas. Cada unidad tiene capacidad para transportar hasta seis cohetes guiados por GPS, que pueden recargarse en aproximadamente un minuto con una tripulación mínima. La firma que los construye presume de “haber cambiado la forma en que los soldados se desenvuelven en el campo de batalla al ofrecer, como su nombre indica, una movilidad inigualable sobre el terreno”.
Inquietud en Moscú
Cuando se hizo público el envío estadounidense, el Kremlin acusó a la administración Biden de “arrojar combustible al fuego deliberadamente” y de contribuir a la escalada militar, con el riesgo de una confrontación directa. Este mismo jueves Maria Zakharova, portavoz del ministerio de Exteriores ruso, ha acusado a la OTAN de agitar el escenario de "una guerra híbrida" tras reconocer que los lanzamisiles estadounidenses están siendo empleados "ampliamente" por las fuerzas ucranianas.
EE.UU. se ha comprometido a limitar el alcance de los misiles entregados a Ucrania para evitar que se utilicen para atacar objetivos en el interior de Rusia. "No vamos a enviar a Ucrania sistemas de cohetes que puedan golpear dentro de Rusia", ha indicado públicamente Biden.
En un extraño reconocimiento de su efectividad, funcionarios rusos han mostrado en los últimos días su preocupación en público. “Los sistemas de defensa antiaérea rusos están siendo ineficaces contra los ataques masivos de los misiles HIMARS", admitió Igor Girkin, un ex comandante de las fuerzas separatistas del Donbás, que advirtió de “las grandes pérdidas tanto en hombres como en equipamiento” que han causado en menos de una semana de funcionamiento.
Una constatación que también han realizado conocidos periodistas rusos especializados en asuntos de Defensa. “Los misiles y la artillería ucranianos han golpeado varias veces los centros de decisión. Con resultados”, informó Alexander Sladkov, corresponsal de guerra de una de las cadenas de televisión estatales. Moscú emplea principalmente el BM-30 Smerch, cuyo sistema actualizado podría proporcionar fuego sostenido a distancias de hasta 90 o 120 kilómetros.
“Los HIMARS están teniendo un impacto masivo y repentino. Han interrumpido seriamente las ofensivas de Rusia en el centro y han comenzado a amenazar su posición en Jersón”, esboza en declaraciones a este diario William Alberque, director de Estrategia, Tecnología y Control de Armas del IISS (Instituto Internacional para Estudios Estratégicos, por sus siglas en inglés). “La gran pregunta ahora es la adaptación rusa. Todo indica que cambiar los grandes depósitos de munición y combustible y los puestos de mando avanzados le resultará muy difícil a Rusia y muy fácil de volar a Ucrania”, añade.
Cambio de estrategia
Desde junio, Washington ha realizado nuevos anuncios de envío de HIMARS, lo que eleva a una docena el número de lanzamisiles que en el futuro próximo tendrán en su poder las fuerzas armadas ucranianas. El Gobierno ruso aseguró la semana pasada haber destruido dos sistemas, una información negada más tarde por EE.UU. y Ucrania. Para tratar de evitar sus zarpazos, Moscú -apunta Alberque- “tendría que dispersar sus municiones y combustible rápidamente por muchos puntos, pero no dispone de los camiones para hacerlo”. “Deberían trasladar sus puestos de mando más lejos de la actual línea”.
Los HIMARS han interrumpido seriamente las ofensivas de Rusia en el centro y han comenzado a amenazar su posición en Jersón
William Alberque, director de Estrategia, Tecnología y Control de Armas del IISS
“La opción es que Rusia cambie ampliamente su enfoque en esta guerra, pero ¿cómo? ¿Y con qué? ¿Tal vez Putin tiene una sorpresa bajo la manga?”, se pregunta el experto militar. “Resulta más probable que veamos un furioso asalto ruso con muy pocas ganancias y muchas bajas civiles para simular que lleva a cabo una nueva escalada mientras, en realidad, señala su deseo de iniciar las negociaciones desde la posición más fuerte posible”, pronostica.
La efectividad de la nueva arma en manos de Ucrania dependerá ahora de la capacidad de su ejército para llevar a cabo de acciones de reconocimiento e inteligencia con el propósito de acertar en los objetivos. "Estoy seguro de que tanto EE.UU. como la OTAN están proporcionando información sobre la ubicación geográfica de los depósitos de municiones y centros de control de mando a los ucranianos para los ataques posteriores con HIMARS", explica a este diario Taras Kuzio, investigador asociado de la Henry Jackson Society y profesor del departamento de Ciencias Políticas de la Universidad Nacional de Kiev Mohyla Academy. "Van a cambiar el rumbo de la guerra. Y ya van quince blancos golpeados", concluye.
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