A las puertas de Severodonetsk, la ciudad tomada por las tropas rusas a finales de junio, las letras que dan la bienvenida al visitante han mudado de color. Ahora están teñidas de blanco, azul y rojo, la tricolor rusa. Una bandera soviética, con la hoz y el martillo, ondea en las inmediaciones. En cuestión de días, el vencedor ha borrado cualquier huella de Ucrania.
La rápida operación de atribución rusa también se ha producido en la población gemela de Lysychansk sobre la que Vladímir Putin cantó victoria hace dos semanas. Los vehículos blindados que asoman por un paisaje casi desértico lucen la letra "Z", el símbolo acuñado hace meses por las fuerzas armadas rusas que combaten en Ucrania.
Un viaje de prensa organizado esta semana por el ejército ruso ofrece una insólita ventana a las entrañas de los dos últimos enclaves de la provincia de Lugansk en poder ucraniano que acabaron cambiando de manos tras semanas de agónicas batallas. Ambos pertenecen ahora a los límites de la autoproclamada República Popular de Lugansk, solo reconocida por Rusia, Siria y desde esta semana Corea del Norte.
En su callejero, del que han huido miles de habitantes, son perceptibles los rigores de las escaramuzas. Aquellos que no han huido sobreviven sin acceso a suministro de electricidad ni acceso regular a alimentos. Habitan un espacio casi fantasmal, desfigurado por la contienda que ha dejado millones de desplazados. La mayoría de los edificios están carcomidos por la metralla y una sucesión de inmuebles han perecido bajo la artillería.
Una vez aseguradas Lysychansk y Severodonetsk y declarado el control total sobre Lugansk, el objetivo más inmediato es hacer lo propio Donetsk, la otra provincia de la región del Donbás, un territorio que representa el corazón industrial de Ucrania. Entre el 80 y el 90 por ciento de toda la región se halla ya el bajo control efectivo de Rusia y los separatistas. En el mapa de los objetivos a conquistar por Moscú figuran en una posición destacada Bajmut, Sloviansk y Kramatorsk, los principales núcleos urbanos que han resistido en el lado ucraniano.
Tras la toma de Severodonetsk y Lysychansk, el ejército ruso estableció una pausa operativa para recomponer sus fuerzas. Según el Instituto para el Estudio de la Guerra, las tropas "necesitan claramente regenerar el poder de combate y construir capacidades de apoyo, incluyendo el suministro, antes de lanzar otra ofensiva a gran escala". "Numerosos informes de diversas fuentes demuestran que están dedicados a ambas actividades", agrega el centro de análisis.
Las fuerzas rusas siguen realizando operaciones ofensivas más limitadas en este sector y en otros lugares de la línea del frente
Los ataques rusos sobre el resto del Donbás no han cesado. "Reconociendo el peligro de permitir que los ucranianos tomen la iniciativa y pasen a una ofensiva propia, las fuerzas rusas siguen realizando operaciones ofensivas más limitadas en este sector y en otros lugares de la línea del frente", señalan desde el citado instituto. Con tal misión, están empleando unidades más pequeñas que las implicadas en los asaltos de Severodonetsk y Lysychansk.
"La transición para dejar atrás la pausa operativa puede ser gradual y difícil de discernir de inmediato, al igual que la transición hacia ella pareció gradual. Un diseño de campaña hábil pretende conseguir precisamente ese efecto para persuadir al enemigo de que no contempla ni está en marcha ninguna pausa, o de que será demasiado corta para que le resulte beneficiosa", pronostica. Un parón de la batalla que ha alcanzado Severodonetsk y Lysychansk, los últimos trofeos de las aspiraciones de Putin.
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