Apenas lleva unas horas en España, después de un viaje que ha sido una auténtica odisea. Abdul Bashir Shams, de 47 años, y su familia, su esposa Basira y sus cuatro hijos, Morsal, Masha, Aeyaz, y Faiyaz, empezaron hace un año a buscar la vía de salida de Afganistán y por fin lo han logrado. Les ha costado mucho dinero, incontables penurias y una infinita paciencia para no cejar en el empeño. Abdul Bashir Shams, que colaboró con la AECID (Agencia España de Cooperación y Desarrollo) en un programa de sensibilización de mujeres, ha pasado un calvario hasta subirse al avión fletado por el Gobierno español que aterrizó el miércoles por la noche en Torreón de Ardoz, pero ha tenido más suerte que otros.
Su compañero en la AECID, Saboor Mashall, que salió de Kabul en agosto de 2021 y vive en Toledo, ha seguido sus pasos durante este tiempo. "Por fin lo ha logrado. Nos preocupan mucho los que aún no han podido venir".
Contactamos con Abdul Bashir Shams en su primera parada en Madrid, en un hostal en Humanes. Nos facilita sus datos y una imagen de la familia recién llegada. Aún no se pueden creer que estén a salvo. "Estamos bien, sanos y salvos. Estoy feliz, ahora que todo ha pasado", escribe en inglés por whapp.
Tenían las cartas de confirmación de la embajada española desde agosto del año pasado pero el atentado en el aeropuerto, el 26 de agosto, malogró sus planes. Estuvieron en Kabul unos tres meses a la espera de nuevas evacuaciones. Luego viajaron por el país intentando escapar. Después logró pasaportes y se trasladó a Pakistán donde estuvo cuatro meses con el fin de lograr visado pero no lo consiguió. Regresó a Afganistán y poco después le avisaron que se iba a poner en curso la operación en la que el gobierno español ha evacuado ahora a 294 colaboradores afganos. Volvieron a la frontera con Pakistán a principios de julio y hace cuatro días supo que finalmente iban a salir.
Tragedias silenciadas
Abdul Saboor Mashall, de 37 años, que trabajó con Abdul Bashir en Badghis en uno de los programas de la AECID y que ha seguido su periplo, hace de intermediario con los recién llegados. Saboor Mashall colabora con Ignacio Álvaro, Clara, Alejandra y otros ex trabajadores españoles de la AECID que se han dejado la piel en ayudar a sus compañeros afganos.
Hoy me decía uno de los colegas que aún no han podido salir que ya se habían gastado todo el dinero y no podían seguir adelante. Estaba llorando"
saboor mashall
"Desde abril han aterrizado en España unas 30 familias que colaboraron con nosotros, pero el proceso es muy lento. Hay unas 200 familias a la espera que nosotros conozcamos. De ellas, hay 15 en Teherán que desde mayo esperan el visado de España. Hoy me decía uno de los que aún no han podido salir que ya se había gastado todo y no podía seguir adelante. Estaba llorando", señala Saboor, que cuenta cómo hay quienes se quedan sin recursos cuando ya tienen los papeles y no pueden pagar un billete para venir por su cuenta si no hay un vuelo organizado.
Saboor Mashall nos recuerda cómo muchos están amenazados y no pueden vivir salvo en la clandestinidad en Afganistán. Y las mujeres, encerradas, sobre todo fuera de ciudades como Kabul. “Allí no queda apenas prensa internacional para contar estas tragedias silenciadas, pero siguen sucediendo”. Y recuerda, sobre todo, el triste destino de las mujeres afganas con las que trabajaban Abdul Bashir y él.
El ministro español de Asuntos Exteriores, José Manuel Albares, ha asegurado en RTVE que el Gobierno va a seguir trabajando “para que nadie se quede atrás”. El Gobierno de España ha llevado a cabo tres operaciones (Antígona I, II y III), que han permitido el traslado de 2.900 personas desde hace un año, incluidas las que llegaron este miércoles, entre ellas familias y también mujeres solas como una juez del Supremo. Otras 942 personas han venido por sus propios medios y han obtenido protección internacional.
Sohail: "Me vuelvo loco al pensar en los míos"
Por su cuenta llegó a principios de este año Sohail Noory, de 36 años, que también colaboró con la AECID en programas de empoderamiento femenino y luego creó su propia ONG. Llegó a ser representante provincial de Badghis en la oficina del presidente, pero dimitió en 2020 porque suponía un alto riesgo. Había recibido amenazas de secuestro. En los últimos años tenía un negocio muy popular en Kabul, el restaurante Lucky Five. Su socio, pastún, le traicionó cuando llegaron los talibanes, también pastunes, y se quedó con todo. Sohail es tayiko.
"Antes de que cayera Kabul, me di cuenta de que no tendría opciones si los talibanes llegaban a la capital así que me fui a Uzbekistán, donde ya había estado varias veces cuando buscaba refugio. A los dos días de controlar Kabul, los talibanes se presentaron en mi casa e interrogaron a mi esposa. Ella dijo que no sabía nada de mí. Luego cambiaron varias veces de alojamiento hasta que pudieron salir hacia Pakistán. Nos reunimos en noviembre. Dos meses después volamos hacia Madrid por nuestra cuenta, aunque una vez en España, nos acogieron al programa de refugio”, señala Sohail por teléfono.
Pasaron cuatro meses en Madrid, en el Welcome Hostel. Debido a la saturación del programa de acogida, no podían derivarlos a una vivienda, donde empezar a integrarse. Finalmente, lo consiguieron hace cuatro meses. La familia, Sohail, su esposa y sus cuatro hijos menores, viven en Vigo. El mayor tiene 12 años y la pequeña, cinco. “Los niños van al colegio. Nosotros aprendemos español. Tenemos una vida agradable”, dice Sohail, que sueña con establecer un negocio propio, aunque sabe que tendrá que empezar desde abajo.
Mi madre y mi hermana están en Pakistán a la espera. Mi hermana está enferma y deprimida"
sohail noory
“Estoy preocupado por mi familia. En los últimos años mi hermanos trabajaban conmigo y ahora están en el paro y les persiguen. Querrían irse a Irán al menos para trabajar en algo. Los talibanes se han hecho con todo. Aquí tengo una vida que me gusta, pero me vuelvo loco al pensar en ellos. Mi madre y mi hermana están en Pakistán a la espera de poder salir. Tenían la carta de conformidad pero no lo han logrado. Mi hermana está enferma y deprimida por la situación”, relata Sohail.
Para Sohail no hay futuro en Afganistán para alguien como él. “En Afganistán no podré vivir nunca más. En los últimos 20 años hicimos grandes avances. Nos pudimos dedicar a gente, pero ya no hay estabilidad y los talibanes nos pueden matar o condenar a la cárcel”, concluye.
Gul Muhammadi: "Nunca regresaré"
Coincide con Sohail, otro experimentado colaborador de la AECID, Gul Muhammadi, de 50 años, que lleva cuatro meses a la espera de destino en el Welcome Hostel de Madrid. "Nunca regresaré. En el mejor de los casos, de vacaciones. Mis hijos van a integrarse en una sociedad con valores democráticos. Los talibanes son una pesadilla hasta para quienes tienen otros valores. No respetan a los afganos como seres humanos", dice Gul Muhammadi, padre de cuatro hijos veinteañeros, tres de ellos con formación universitaria ya finalizada.
“En Afganistán tenía educación, casa, coche. Ahora no somos parte de esa sociedad por haber trabajado con europeos”, señala Gul Muhammadi, que llevaba intentando dejar el país desde agosto del año pasado. No lo logró y perdió casi todo lo que tenía en el intento, tras pasar dos meses en Kabul. Regresaron a Herat, la provincia de la que proceden.
Queremos integrarnos en la sociedad española. Estar en contacto con españoles"
gul muhammadi
Finalmente se hizo con pasaportes en el mercado negro. Pueden llegar a costar hasta 2.000 dólares cada uno. Lo intentaron desde Irán y en el último día de su visado lograron la luz verde de las autoridades españolas. Ahora tiene ganas de establecerse en una vivienda en algún lugar de España. “Queremos integrarnos en la sociedad española, estar en contacto con españoles. No es bueno seguir aquí, apartados”, señala. Tienen cubiertas las necesidades básicas pero ya tienen ganas de empezar con las clases de español y gozar de mayor autonomía.
Elyasudden: "Aquí estamos a salvo"
Elyasudden Shams, de 36 años, va a cumplir un año en España. Fue de los afortunados que pudieron embarcar el 24 de agosto, cuando se puso en marcha la primera fase de la Operación Antígona. Junto a sus padres, su esposa Nooria y su hija Adiba vive en Ávila. Había trabajado dos años en la sección de Agricultura del AECID en Badghis. Luego abrió un supermercado en Kabul con su padre.
“Sabía que por esa colaboración con extranjeros mi vida corría peligro. Mi hijo fue secuestrado cuando acababa de cumplir siete años y lo mataron. Los talibanes liberaron a sus asesinos. Cuando tomaron el poder los talibanes, tuve mucho miedo. Cerré el negocio y nos quedamos a la espera en casa”, relata Elyasudden en conversación telefónica. Desde el día siguiente a su llegada, residen en Ávila.
Pido al gobierno español que consideren el traslado de otros colegas de la AECID. Les ruego que aceleren el proceso"
elyasudden shams
“Tenemos una vida que nos gusta. Estamos muy agradecidos al gobierno español. Estamos aprendiendo el idioma. Mi hija, de 12 años, va al colegio y mi esposa ya trabaja en un restaurante. Para mi madre ha sido una salvación. Tenía cáncer y aquí ha podido curarse”, indica Elyasudden, que ya tiene amigos españoles. Reconoce que les han ayudado a integrarse y que por primera vez en mucho tiempo se siente seguro. “No estoy en tensión pensando que me van a secuestrar o atacar”.
"El resto de mi familia sigue en Afganistán. Me cuentan que viven como en una cárcel, sobre todo las mujeres”, indica. Y nos traslada un mensaje, que refleja lo que piensan los que ya han salido de aquel infierno: "Pido al gobierno español que consideren seriamente el traslado de otros colegas de la AECID que están esperando en Afganistán y otros países. Les ruego que agilicen su proceso".
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