El Centro Globus de Torrevieja es una pequeña Rusia en la que se puede comer como en Rusia, atender a sus actividades y comprar o llevarse prestados libros en ruso “y también es una inmobiliaria”, destaca Anna Semenova responsable del lugar, nacionalizada española que reside en la localidad alicantina desde los 8 años y a donde llegó procedente de Rusia. Nos atiende en su céntrico local, propiedad de su familia, donde ofrecen todo lo que un rusoparlante necesita para establecerse en España sin perder de vista su cultura y tradiciones.
“Nosotros venimos todos de la URSS. Aquí venían y vienen de cualquier nacionalidad. No se diferenciaba nada. Incluso nos llamábamos siempre rusoparlantes, porque es el idioma que une a Armenia, Rusia, Kazajistán, Ucrania, Bielorrusia y otros países. Nunca hemos hecho ninguna diferencia. Antes los españoles no te preguntaban si eras rusa o ucraniana, les daba igual”, explica Semenova, que lleva 22 años en España.
Antes eran todos rusos, especialmente a ojos de los españoles que metían en el mismo saco a todos los rusoparlantes. Y no sólo los españoles: “Yo pensaba que en mi urbanización todos eran rusos, pero de repente están ahí con sus matrículas de Ucrania”, afirma la danesa Gitte Lund Thomsen, concejala de Residentes Internacionales del Ayuntamiento de Torrevieja. “Antes” es una palabra fundamental para hablar de Torrevieja, los rusos y los ucranianos.
Torrevieja es una de las localidades de España con más variedad de residentes extranjeros. El 43,7% de su población de 88.800 habitantes es de origen foráneo. Un auténtico crisol multicultural de personas procedentes de 121 países que la guerra de Ucrania ha trastocado estadística y socialmente.
Con datos de agosto de la Concejalía de Censo y Estadística de Torrevieja los ucranianos empadronados desde enero, en tan solo 7 meses, ascienden a 1.393, pasando de 3.203 a los actuales 4.596 censados. Se convierte así en la segunda nacionalidad más abundante en la localidad, después de los británicos (4.813) y superando a los rusos (4.400).
“Muchos ucranianos han venido aquí porque tenían familiares o porque tenían su segunda residencia”, explica la concejala de Residentes Internacionales. El de Torrevieja es un Ayuntamiento muy acostumbrado a manejarse con residentes extranjeros, “pero atender a refugiados ha sido algo nuevo”. La localidad se volcó con los refugiados, con sus trámites legales y canalizando ayuda de la población.
Los ucranianos no vamos a perdonar esto, los miles de muertos, los niños inocentes, las personas…"
Natalia Zhezhnyavska, Asociación de Ucranianos en Torrevieja
Vigilancia del Ayuntamiento
La solidaridad con los ucranianos se instaló en la comunidad, pero con una población tan grande de rusos y ucranianos y con una guerra cruel, con violaciones de derechos humanos e inocentes muertos era esperable una situación de conflicto. “Entre ucranianos y otros rusohablantes sí hay conflictos; ha cambiado la situación en Torrevieja, pero en general, la convivencia es buena”, señala Gitte Lund Thomsen.
No ha pasado nada reseñable pero el Ayuntamiento ha establecido protocolos para que los conflictos no se produjeran. Especialmente en los centros escolares que es donde la convivencia resulta más estrecha. “Hay tensión con la guerra y hemos creado protocolos para los colegios. Si pasa algo en un centro educativo hay que contactar con la dirección y ellos ven si hay que hacer una reunión o no. Se han producido casos, nada grave, casos de acoso que es importante abordar y comunicar. Si es algo que pasa fuera del colegio se ve en la concejalía”, explica. Entre adultos, la concejala afirma que existen conflictos pero que es difícil saber si es por la guerra y que esa conflictividad, en cualquier caso, es gestionable.
“Los colegios españoles están muy bien preparados para este tema y todo se para desde el principio”, asegura Natalia Zhezhnyavska, secretaria de la Asociación de Ucranianos en Torrevieja. “Mi hijo, por ejemplo, estudia en el instituto y yo cada día preguntaba si hay algunos conflictos, dice que no mamá, estamos bien”, añade.
Hay tensión con la guerra y hemos creado protocolos para los colegios"
Gitte Lund Thomsen, concejala de Residentes Internacionales
Lund Thomsen destaca la importancia de que los rusos se solidaricen con los ucranianos y que es deseable que quienes apoyan a Putin tengan un perfil bajo, “si se detecta a alguien que está abiertamente expresando su apoyo... esto es complicado, entonces hay que hacer algo”, afirma.
Relaciones rotas
Natalia Zhezhnyavska tiene claro que la relación con los rusos no va a volver a ser igual. “Preferimos no tener ninguna convivencia con los rusos, porque muchos que viven aquí están a favor de la guerra. Hay gente que ha estado en contra de la guerra. Todo depende de las personas, pero intentamos no tener ningún contacto con ellos”, explica.
Hace seis meses la convivencia no era así, por ejemplo, compartían las iglesias. “Antes era otra cosa. Era antes, y ahora vivimos antes y después”, asevera Zhezhnyavska en un castellano complejo y contundente.
En este "ahora" el centro Globus ha intentado mantenerse abierto a todos los rusoparlantes. “Es una situación anómala que nadie estaba ni esperando, ni pensando que puede surgir, pero ha surgido. Yo veo que ambas partes, ambos países, tanto Ucrania, como Rusia, están afectados. La parte ucraniana es la gente que sufre. Y la parte rusa es, como se supone, es un país agresor y claro que también están viviéndolo muy mal, porque tienen peor trato, porque tienen una comunicación que ha empeorado muchísimo con ucranianos. Aunque yo creo que son casos puntuales, “aquí seguimos atendiendo a gente de cualquier nacionalidad. Todos los países antiguos de la URSS, españoles, ucranianos que siguen viniendo y está todo bien”, relata Anna Semenova.
Todo el mundo quiere que se termine, es el único deseo: que termine y se vaya poco a poco normalizando a mejor"
Anna Semenova, centro ruso globus
Semenova lleva años organizando desde Globus el Sol Russian Film Festival, una cita cinéfila con cintas rusas y en ruso de todos los países del orbe soviético. Este año el festival ha pasado a ser “internacional” y ha abandonado el nombre de ruso. “Ya era internacional antes, ahora hemos quitado lo de ruso por razones obvias”. El día de su estreno hubo una manifestación de ucranianos que llegó hasta el teatro donde se celebraba el festival.
El futuro de las relaciones entre ambas comunidades no parece claro. “Todo el mundo quiere que se termine, es el único deseo: que termine y se vaya poco a poco normalizando a mejor”, asegura Semenova. Es un deseo compartido con la comunidad ucraniana, pero su visión de cómo se normalicen las relaciones es diferente. “Los ucranianos no vamos a perdonar esto: los miles de muertos, los niños inocentes, las personas… Ucrania es un país donde la gente prefiere trabajar, donde la gente prefiere estudiar, no somos guerreros y lo que ha ocurrido y seguimos seis meses con la guerra yo no podría ni imaginar esta pesadilla”, concluye Zhezhnyavska.
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