Una réplica del Antonov An-225, el mayor avión del mundo destruido por Rusia en los primeros compases de la invasión. Un peluche de Patrón, el perro de las fuerzas de seguridad ucranianas convertido en héroe de guerra. Una miniatura de Bayraktar TB2, el dron de fabricación turca elevado a estrella en el castigado firmamento ucraniano. Son las últimas creaciones de una fábrica de juguetes ucraniana que, en mitad de la contienda, ha optado por teñir de patriotismo su catálogo de productos para los más pequeños.
La decisión de cambiar la producción al calor del conflicto surgió fortuitamente en la factoría de Kopytsya, un negocio familiar emplazado en Nizhyn, una ciudad de 70.000 habitantes en el óblast de Chernígov, a orillas del río Oster. Durante las primeras semanas de la contienda, las instalaciones de la fábrica dejaron de manufacturar sus productos habituales para dedicarse a la producción de uniformes y material militar.
“Nos dedicamos únicamente a ayudar a los civiles y los soldados de nuestra ciudad, que permaneció bloqueada por las tropas rusas durante más de mes y medio. Faltaban desde medicinas hasta alimentos y los rusos nos bombardearon, pero la gente se unió y rechazó cooperar con el enemigo”, relata a El Independiente Maria Kopytsya, una de las responsables de la empresa.
Al inicio de la guerra, los empleados de la fábrica fueron reciclados y empezaron a coser uniformes militares
“Al tercer día de la guerra, la fábrica reanudó su trabajo. Los empleados de la fábrica fueron reciclados y empezaron a coser uniformes militares o portaplacas. Todos trabajaron para salvar la ciudad”, agrega. Una labor que acabó agotando los almacenes. “Un mes después del inicio de la invasión, la fábrica se quedó sin algunas materias primas. Mi padre y yo misma viajamos al oeste de Ucrania en busca de suministros”.
Y entonces, en pleno viaje, afloró el viraje. “En uno de los supermercados mi padre vio a un niño que sostenía un peluche, como si fuera lo más importante de su vida. Fue en ese momento cuando se dio cuenta de que tenía que volver a su negocio originario: hacer peluches”, rememora Kopytsya. “La atmósfera no era la más propicia y la decisión final fue crear juguetes que pudieran apoyar a la gente en estos tiempos difíciles”, agrega.
Un catálogo inspirado en la batalla
Las primeras dos creaciones reprodujeron los símbolos que entonces dominaban la escena bélica: el Bayraktar turco que ha lanzado eficazmente ataques contra el despliegue militar ruso y los misiles antitanque Javelin, que posee Ucrania por la ayuda británica y estadounidense. “Son iconos que muestran que somos fuertes y que definitivamente ganaremos”, replica sin titubeos Kopytsya.
El tercer modelo en liza era una miniatura del Antonov An-225, apodado "Mriya" (sueño, en ucraniano) y reducido a un amasijo de hierros a finales del pasado febrero en un ataque ruso en el aeropuerto de Hostómel, cerca de Kiev. Construido en la década de 1980, fue durante décadas el avión más grande del mundo.
De izquierda a derecha, una réplica del Antonov An-225, el mayor avión del mundo destruido por Rusia en los primeros compases de la invasión; un peluche de Patrón, un perro de la raza Jack Russell Terrier que se dedica desde el comienzo de la invasión a detectar minas en Chernígov; un reproducción del dron turco Bayraktar TB2; y el peluche de un gato en uniforme de camuflaje con el eslogan "Todos con Ucrania".
El éxito de los nuevos juguetes resultó inmediato. En el cuartel de los Kopytsya, entre patrones y máquinas de coser, se elaboran ya unos 70 juguetes de la bautizada como “colección patriótica”, inspirada en los seis meses de contienda. “En total, en nuestro catálogo tenemos más de un millar de productos para niños”.
Cada mes entre 100.000 y 200.000 juguetes dejan sus instalaciones rumbo al resto de Ucrania y el extranjero. “Nuestros juguetes son muy populares en Ucrania, y en momentos como este, cuando la gente necesita apoyo moral, nuestro 'Mriya' se encuentra en todos los hogares de Ucrania. También estamos enviando muchos productos al extranjero. Hemos recibido incluso pedidos de militares estadounidenses, que adquirieron los peluches de 'Bayraktar' y 'Javelin'. Bromeamos con la idea de que estamos intercambiando armas”, desliza.
Un "ejército" sin bajas
“La inspiración fue el indomable espíritu ucraniano con el que luchamos y seguimos luchando por nuestra independencia”, dice Kopytsya, contagiada del patriotismo que la invasión rusa del país ha alimentado desde el pasado febrero. En la actualidad, unas 150 personas trabajan en las instalaciones de la fábrica de juguetes, desafiando las escasez de materiales y la crisis económica que ha desatado el conflicto.
Nos hace felices el hecho de no haber perdido a ningún empleado
“Incluso en las jornadas más complicadas seguimos trabajando. Corríamos a los sótanos cuando la ciudad era bombardeada. Nos hace felices el hecho de no haber perdido a ningún empleado. Todos siguen trabajando con nosotros. Es cierto que hay ciertos problemas con el suministro de materiales, pero lo más importante es que hemos mantenido el equipo y podemos dar trabajo a todos. Es nuestro mayor valor”, concluye.
Una infancia en peligro
Este jueves un menor de 17 años murió camino del hospital tras el bombardeo de las tropas rusas sobre la localidad de Orikhiv, en la región de Zaporiya. No se trata de un hecho aislado. Al menos 972 niños en Ucrania han muerto o resultados heridos por la violencia desde que la guerra se intensificó hace casi seis meses, ha denunciado esta semana Unicef. El dato de la agencia de la ONU resulta demoledor: una media de más de cinco niños muertos o heridos a diario.
"Y son solo las cifras que la ONU ha podido verificar", advierten. "El número real es mucho mayor. El uso de armas explosivas ha causado la mayoría de las bajas infantiles. Estas armas no discriminan entre civiles y combatientes, especialmente cuando se usan en áreas pobladas como ha sido el caso en Ucrania, en Mariúpol, Lugansk, Kremenchuk y Vinnytsia. La lista sigue y sigue", lamenta la organización.
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