A lo largo de la dictadura de Daniel Ortega, la jerarquía eclesiástica siempre ha elevado su voz contra los abusos de poder, los escándalos de corrupción o las violaciones de derechos y libertades que sufren los nicaragüenses. En 2018 estallaron revueltas en todo el país, y la jerarquía católica se erigió como portavoz y mediadora entre el régimen sandinista y los opositores que se habían alzado contra el gobierno.
Uno de los hechos más importantes fue el que sucedió en Masaya, cuando los obispos nicaragüenses, y el nuncio apostólico en el país, se desplazaron hasta este feudo de la oposición gubernamental y fueron recibidos por sus habitantes. Al inicio de la campaña electoral de las elecciones de noviembre de 2021, el presidente Ortega declaró que los obispos eran también terroristas, por apoyar a "los opositores armados" de 2018.
Esto situó a los obispos nicaragüenses en una posición peligrosa, pues los trató como una amenaza a la seguridad nacional del país. Y desde entonces se incrementó la presión contra cualquier eclesiástico que levantara la mínima voz contra el régimen sandinista, o incluso creyeran que lo podrían hacer durante sus sermones.
El presidente Ortega declaró que los obispos eran también terroristas por apoyar a 'los opositores armados' de 2018
También se sucedían visitas policiales, detenciones temporales, asedio a sus domicilios y en las iglesias, amedrentar a los feligreses que asistían a las misas, así como a familiares o amigos de los propios eclesiásticos. Desde el gobierno se apuntaba que iban en contra de la ley, por lo que en muchos casos se hacían operaciones policiales sin orden oficial, ni siquiera sin permiso judicial.
Bajo arresto domiciliario
El caso más importante, por sus actuales circunstancias, es el del obispo de Matagalpa, monseñor Rolando Álvarez, bajo arresto domiciliario, e incomunicado, en casa de un familiar en Managua. Su diócesis es sufragánea de la Arquidiócesis de Managua, con una población aproximada de 600.000 habitantes y donde en 2019 un 95.8% de la población se declaraba católica apostólica romana. Y además ejerce como administrador apostólico de la Diócesis de Estelí, formada esta por una población de 1,466 millones de personas, de las cuales casi el 80% se declara católico.
Esto hace que la figura de monseñor Rolando Álvarez sea especialmente popular en Nicaragua, y que sus participaciones públicas en emisoras de radio católicas, en misas, o en ceremonias religiosas públicas sean seguidas con especial atención por la ciudadanía. Es por lo que el ataque del régimen de Ortega contra el obispo, no es solamente una persecución religiosa, sino contra una voz de la oposición la cual no pudo callar censurándolo, vetándolo o intimidándolo como sucedió con las candidaturas opositoras en las elecciones de 2021.
Después de leer diferentes homilías de monseñor Rolando Álvarez, todas ellas con un profundo discurso social, es en la de Navidad de 2021 cuando dijo que se tenía que llevar consuelo a todos los que están privados de libertad, a los exiliados, y a los atemorizados.
Álvarez afirmó que el Estado se degrada si se basa en la intimidación y la amenaza
En la de noviembre de ese 2021 afirmó que el Estado se degrada si se basa en la intimidación y la amenaza, y que había que avanzar hacia un Estado Social y de Derecho, con una justicia independiente.
En otra del mismo mes citaba que el empobrecimiento viene de la corrupción del sistema. En octubre afirmó que el pensamiento único no es correcto, y es en la diversidad de las ideas donde se puede construir una mejor sociedad. Y ya en este año, en una homilía de enero llamó a todos a trabajar para un nuevo país, y en una de febrero que la paz social proviene del amor, la libertad y el perdón.
Por todo ello, el gobierno sandinista espera que desde el Vaticano lo llamen a ser asesor papal, según parece, y así abandone el país, terminando el problema de una manera en la que salgan ganando al demostrar que ellos no son quienes lo echan, sino él el que se va. Un hecho que comparten algunos allegados a la estructura eclesiástica parece ser, porque si consigue salir del país el régimen de Ortega no le podrá hacer nada.
Una salida para monseñor Álvarez
Y por otro lado la jerarquía eclesiástica católica nicaragüense pide su libertad inmediata. Actualmente, ni la Santa Sede, ni el Papa, se han pronunciado al respecto, pero los silencios son cuestión del orden del día en la política vaticana. Es más, cuando hay mucho ruido en la Iglesia, normalmente es que pasan pocas cosas. Así pues, que el papa Francisco guarde silencio no significa que no esté haciendo nada, ni reste pasivo, tal como afirmó el secretario del Pontificio Consejo para América Latina del Vaticano, Rodrigo Guerra.
En conclusión, tendremos que prestar atención a lo vaya sucediendo en Nicaragua, si crece la presión contra lo católico en el país que lo considera cómplice de los terroristas desde el año pasado, como citaba al principio.
Se han clausurado periódicos, emisoras de radio, boletines e incluso intimidado sacerdotes. La espiral de violencia y persecución contra los católicos, en un país mayoritariamente católico, en el que los obispos tienen más del doble de valoración que los miembros del Gobierno, puede ser un arma de doble filo para el régimen. Si la situación de hostilidades se incrementa, nos encontraremos ante aquel milenario dilema sobre si predomina más la fe de las personas o la espada del régimen.
Guillem Pursals es politólogo, máster en Seguridad, especialista en conflictos, seguridad pública y Teoría del Estado.
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