El "rechazo" a la nueva Constitución en Chile ha sido contundente. El 61,86% (7,8 millones de chilenos) han dicho no al texto elaborado por la Convención Constituyente y un 38,14% han optado por el "apruebo". Por primera vez el voto era de inscripción automática y obligatorio así que la participación ha llegado al 85,82%. Esta decisión supone un duro golpe al presidente Gabriel Boric y su gobierno, muy comprometidos con la aprobación.
Los chilenos tampoco quieren que siga en vigor la Constitución vigente que se redactó en la dictadura de Augusto Pinochet, aunque ha sido reformada varias veces: la última vez con el socialista Ricardo Lagos. El referéndum en favor de una nueva Constitución, fue más contundente aún: el 78,27% optó por el sí y no 21,79% por el no. También ganó claramente en segunda vuelta en 2021 el actual presidente Gabriel Boric frente al ultraderechista José Antonio Kast (44,13%), de modo que no es una victoria de los nostálgicos del pasado ni de la ultraderecha.
Aunque los sondeos ya anticipaban una ventaja del rechazo, la contundencia de la victoria del no, con una enorme participación favorecida por el voto obligatoria, ha sido la principal sorpresa de la jornada. "El "rechazo" ha ganado en todas las regiones: de las 340 comunas solo en cinco optó por el apruebo. Gana el no en Magallanes de donde proviene el presidente. El 60% es un porcentaje altísimo, con una participación elevadísima al ser el voto obligatorio, da al resultado una legitimidad muy clara", señala el periodista chileno Benjamín Fernández.
En su intervención a la nación, el presidente Gabriel Boric, ha hecho un llamamiento a la búsqueda del consenso necesario en toda Constitución: "Hoy ha hablado el pueblo de Cline y ha hablado de forma fuerte y clara. En Chile las instituciones funcionan. "Esta decisión exige a nuestras instituciones que trabajemos con más diálogo, más empeño, más respeto y cariño hasta arribar a una propuesta que nos interprete a todos y que dé confianza", ha dicho Gabriel Boric, que lleva en el poder desde el 11 de marzo.
"Los chilenos han exigido una nueva oportunidad para encontrarnos". Boric se ha comprometido a poner todo de su parte "para construir en conjunto con el Congreso y la sociedad civil un nuevo itinerario constituyente que, recogiendo los aprendizajes del proceso, logre interpretar a una amplia mayoría ciudadana".
Ha confirmado que ha citado a los presidentes del Congreso y a representantes de la sociedad civil este lunes en el Palacio de La Moneda (sede de Gobierno) para avanzar en el nuevo camino. "Cuando actuamos en unidad es cuando sacamos lo mejor de nosotros mismos", ha dicho el presidente, que hará cambios en su gobierno.
Un texto que ha polarizado
El 25 de octubre de 2020 los chilenos votaron a favor de una nueva Constitución, una demanda pendiente desde hace años y que se impulsó tras el estallido social, unas protestas en las que se demandaban mejores beneficios sociales. La labor se encomendó a una convención paritaria de 155 miembros, en la que 17 escaños estaban reservados a indígenas. El texto definitivo de 388 artículos y 57 disposiciones transitorias se entregó al presidente Boric el pasado 4 de julio.
El texto propone un "Estado democrático, con democracia representativa y reforzada con modalidades de democracia directa; Estado social de derecho; derechos sociales y protección de la naturaleza, así como la descentralización del país". Es el concepto de plurinacionalidad junto con la sustitución del poder judicial por los Sistemas de Justicia, que reconocen una justicia diferenciada a los indígenas, algunos de los puntos más polémicos.
"El principal problema que tuvo el proceso es que desde un inicio no generó unión, sino que el texto polarizó al país. Esta Constitución dividía a los chilenos. Los constituyentes de izquierda, al tener una enorme mayoría decidieron imponer sus términos. No se buscó una Constitución que reuniera a todos l os chilenos sino que respondiera a las ideas de los constituyentes electos", señala Benjamín Fernández.
La aprobación del gobierno se juzgaba en este plebiscito y el resultado es contundente. El presidente Gabriel Boric vive sus horas más bajas a apenas seis meses de asumir el cargo. Ha de buscar consensos en el Parlamento pero también se va a haber forzado a equilibrar su gobierno hacia una mayor moderación.
"La principal consecuencia es un golpe durísimo para el gobierno, que venía de ganar el plebiscito de entrada, la elección presidencial y de los constituyentes. La aprobación del gobierno se estaba juzgando. Toca una reestructuración de su gabinete y una relación de igual a igual con la oposición. Ha de sentarse a negociar con la derecha y el centro las características del nuevo proceso constituyente", concluye.
La victoria del rechazo no puede interpretarse como un deseo de los chilenos a volver a los tiempos de Pinochet, como ha tuiteado el presidente de Colombia, Gustavo Petro. Los chilenos ya han dejado claro en las urnas varias veces que no hay una mayoría de nostálgicos. Pero una Constitución ha de aunar, no separar.
Muchos además no han votado el texto, complejo de entender, si no que han expresado su opinión sobre la gestión del gobierno en un momento muy complicado. Como señala el politólogo chileno Nicolás Miranda, para los chilenos "el principal tema es la seguridad ciudadana, la delincuencia, y la criminalidad. Y la inflación que ha aumentado de forma llamativa. El dólar está en el umbral de los mil pesos. Y la Auracania es una asignatura pendiente".
En todo caso, los chilenos han sido contundentes: una Carta Magna ha de ser fruto de consensos. El problema de nuestro tiempo es que la polarización imperante hace difícil la búsqueda del bien común. En Chile y más allá.
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