Comendador de los creyentes, jefe del ejército, presidente del consejo de los ulemas (estudiosos del islam) y, según los más forofos, la mayor fortuna del país. Mohamed VI lo es absolutamente todo. Su retrato es ubicuo en los confines de su reino. Sus súbditos lo ven a diario, en cualquier lugar y bajo cualquier circunstancia. Con una salvedad que a nadie se le escapa: Mohamed VI no está en casa. Es un rey completamente ausente, que distribuye su tiempo entre París y Gabón, y que ha tomado la calculada decisión de dedicarse a los placeres de la vida.
“Es que en Marruecos el rey lo es absolutamente todo. Y el monarca no está. Los partidos políticos no pueden ni saben lo que tienen que hacer en ciertos asuntos porque todos se guían por las instrucciones del palacio real”, señala en conversación con El Independiente un buen conocedor de las dinámicas del país vecino. “El Parlamento hace lo que dice el rey y en estos momentos los políticos, los ministros y el primer ministro están completamente desconcertados. Hasta lo están los servicios secretos. Siempre fue un rey ausente, pero esta vez existe un agravamiento del absentismo”, agrega esta fuente, que exige anonimato.
Mohamed VI siempre fue un rey ausente, pero esta vez existe un agravamiento del absentismo
Las dos decepciones del rey
La Constitución, reformada hace una década, blinda su poder. Le reserva tres áreas como dominio exclusivo: la religión, las cuestiones relacionadas con la seguridad y las grandes decisiones políticas estratégicas. Mohamed VI es, además, el árbitro supremo entre las fuerzas políticas. Unas prerrogativas que garantizan su intromisión en todas las decisiones importantes del país. “En el reinado de Mohamed VI hay ciertamente dos decepciones”, reconoce a este diario Pierre Vermeren, experto en Marruecos y coautor de 'Disidentes del Magreb'.
“La primera es política. Más incluso que en 1999 [año de su llegada al trono] la escena política interna está pulverizada, lo que es el resultado de una política llevada a cabo conscientemente para alejar los peligros políticos, y dejar que la monarquía y sus hombres dominen el país sin compartirlo. Pero también en este caso, entre un sistema al estilo chino y una democracia occidental debilitada, hay un término medio: ahora que la democracia tunecina se ha paralizado, ya no hay democracia árabe”, replica Vermeren. “¿Es una conclusión inevitable? ¿Es una utopía un régimen semiautoritario que concede la libre competencia para que las élites se expresen e innoven, en lugar de emigrar para desplegar sus talentos en el extranjero?”, agrega.
La escena política interna está pulverizada, resultado de una política consciente para alejar los peligros
Pierre Vermeren, experto en Marruecos y coautor de 'Disidentes del Magreb'
Una realidad sombría en la que no solo huye el rey sino también su población. “La segunda decepción es precisamente que la creatividad económica, intelectual y artística parece existir sólo en la órbita real: todo lo que no es impulsado por el centro no existe, o emigra. Ciñéndonos a la esfera económica, Marruecos merecería un crecimiento dos o tres veces más fuerte de lo que es: bajo Mohamed VI, el crecimiento ha sido más regular, pero sigue siendo débil con una tendencia a la baja, lo que es muy decepcionante en un país con un PIB tan bajo, al menos en su parte oficial, ya que la economía informal es ciertamente muy alta”, alega este académico. Las previsiones para este año es que la economía marroquí crezca un escueto 0,9 por ciento. La tasa de desempleo supera el 11%. Entre los jóvenes, la cifra se eleva al 27%.
La prolongada ausencia del rey ha agravado los problemas de un país que desde la década de 1960 ha sido un lugar de emigración. Su población, por encima de los 37 millones, cuenta con una diáspora que excede los cinco millones. Mohamed VI permanece fuera del país desde primavera, principalmente en París, donde ha estado recibiendo asistencia médica y disfrutando de unas vacaciones casi perpetuas. “A las ausencias regulares del rey se suma el vacío político en un sistema ejecutivo, haciendo que las tensiones sociales sean aún más fuertes”, reconoce a este diario Hicham Mansouri, un periodista marroquí exiliado en Francia.
“Pero el problema es sobre todo la ausencia de un gobierno legítimo capaz de interactuar con los ciudadanos. El debilitamiento de la sociedad civil y la represión de los medios de comunicación y de los periodistas privan a Marruecos de canales de contrapoder y de mediación. Por tanto, el palacio se encuentra más que nunca sin 'parachoques' frente a las exigencias y expectativas crecientes de la población”, subraya el reportero, una de las víctimas del espionaje masivo llevado a cabo por los servicios secretos marroquíes a través de Pegasus. A su juicio, ese vacío político -surgido de unas pseudo elecciones celebradas el pasado año donde hubo un extendido uso de la compra de votos- está simbolizado en el nombramiento del primer ministro Aziz Akhanouch.
A las ausencias regulares del rey se suma el vacío político en un sistema ejecutivo, haciendo que las tensiones sociales sean aún más fuertes
Hicham Mansouri, periodista marroquí exiliado en Francia
“Multimillonario y amigo del rey, el primer ministro goza de una popularidad muy baja debido a su implicación en escándalos financieros relacionados con flagrantes conflictos de intereses en los que está involucrado y también por su escaso carisma en términos de comunicación. En cada crisis prefiere permanecer en la sombra y esconderse detrás del rey en lugar de dar explicaciones a los ciudadanos”, denuncia el periodista. La propagación del Covid-19, primero, y la sequía, después, han exacerbado la crisis económica y social. Los abismos sociales no han dejado de crecer.
El rey tiene poderes exorbitantes, entre ellos jefe supremo de las fuerzas armadas, pero no está, ni siquiera en un contexto como éste de amenaza bélica con Argelia
¿Dónde está el rey?
Y, en mitad de la tormenta perfecta, ¿dónde está el rey?, se preguntan algunos en voz baja al otro lado del Estrecho. La difusión reciente de unas imágenes en las que aparecía caminando con dificultad por París en plena noche fue la última prueba de su ausencia. Fuentes con amplia información confirman que el monarca, con 59 años recién cumplidos, “ha vuelto a las andadas”. Sale cada noche y pasa el día descansando y durmiendo. Su estado de salud es realmente precario. Padecería sarcoidosis, una enfermedad que provoca inflamación, por lo general en sus pulmones, piel y ganglios linfáticos, o la enfermedad de Hashimoto, un trastorno autoinmunitario que afecta a la glándula tiroides. O ambas afecciones a la vez.
Un cuadro médico que le impide ya practicar los deportes acuáticos a los que acostumbraba en el pasado. “El hecho de que al rey ya no le importe nada, ni su imagen ni lo que digan de él ni los asuntos más graves del Estado, es porque ha decidido vivir la vida que le queda. Y es precisamente lo que está haciendo”, desliza un experto de los entresijos de la familia real marroquí. Mohamed VI apenas pisa su patria. Cuando el deber de un discurso público le llama, viaja en el día y regresa a París. “Lo que dice el rey no lo dice él. Va a Marruecos, habla como un loro y regresa a Francia. No duerme en Rabat. Graba su alocución y adiós”, añade.
En los últimos años, el monarca ha sustituido a su familia por una nueva, formada por los Zaiter. Se trata de tres hermanos -el boxeador Abu Bakr Azaitar junto a Ottman y Omar- que acompañan al monarca allá donde va y cuya cercanía ha levantado todas las alarmas en el tradicional círculo real, integrado por la élite que estudió con Mohamed VI. Tal es la animadversión que el país ha sido testigo de una campaña mediática orquestada contra los nuevos amigos del rey, que publican en sus redes sociales instantáneas con el monarca.
En el fondo se libra una batalla digna de la mejor novela de intrigas palaciegas
Se les acusa tanto de dañar la imagen de la monarquía y del rey como de desempeñar un papel político importante en el reino. En el fondo se libra una batalla digna de la mejor novela de intrigas palaciegas: las tres hermanas del rey Meryem, Asma y Hasna y su hijo Moulay Hasan le han declarado la guerra a las nuevas compañías de su hermano. “Es una contienda entre la familia de siempre y la nueva familia del rey”, apuntan gráficamente.
Una suerte de riña a garrotazos que se suma a otra batalla regional, la que libran los servicios secretos marroquíes y argelinos y en la que España ha tomado parte por Rabat al protagonizar un giro copernicano en el contencioso del Sáhara Occidental cuyas razones el Gobierno de Pedro Sánchez no ha sabido ni querido explicar. Y -en mitad de los tambores de guerra entre ambos países, competidores por la hegemonía regional-, Mohamed VI no está. Tampoco se le espera. “Tiene poderes exorbitantes, entre ellos jefe supremo de las fuerzas armadas, pero no está, ni siquiera en un contexto como éste de amenaza bélica”, insisten.
El establishment carece de respuestas a la crisis social, económica y política más allá de la represión para frenar la contestación
Fouad Abdelmoumni, director de la oficina marroquí de Transparencia Internacional
Los desafíos del país vecino
Una vasta retahíla de desafíos ensombrece el porvenir del país magrebí. “Marruecos ha demostrado durante décadas su capacidad de estabilidad política a costa de un gobierno fuerte. Sin embargo, esta situación paraliza e inhibe tres importantes reformas que podrían ayudar al país a evolucionar más rápidamente para garantizar su estabilidad de una vez por todas”, estima Vermeren.
“Primero, el sector económico, que sigue siendo una economía de nichos y rentas en lugar de ser una economía innovadora; segundo, el sector educativo, que en su estado actual condena a Marruecos al estancamiento económico e intelectual, porque un país no puede desarrollarse hoy con una micro-élite muy bien formada y una masa que no tiene los fundamentos necesarios para una economía basada en el conocimiento. Marruecos constata a diario los límites y la fragilidad del modelo turístico y tiene pocas materias primas; tercero, la participación de las élites en el sistema de gobierno político, intelectual y económico, liberándose de la policía y la vigilancia que inhibe la creatividad y empuja a una parte a retirarse de la escena o abrazar el exilio. Las élites marroquíes han comprendido que no habrá revolución en Marruecos, pero si su país les parece estancado y sin una utopía concreta, sus hijos se van: esto es cómodo a corto plazo para el poder, pero debilitante a largo”.
El experto traza una radiografía muy afilada de un futuro plagado de nubarrones. Una desolación que resulta palpable intramuros de un país donde las mordazas resultan cada vez más alargadas. “El régimen está agravando su acoso contra todas las voces críticas”, alerta en declaraciones a este diario Fouad Abdelmoumni, director de la oficina marroquí de Transparencia Internacional. “El establishment carece de respuestas a la crisis social, económica y política más allá de la represión para frenar la contestación”, detalla quien admite sufrir “una intensa difamación a través de artículos publicados en los periódicos que hablan en nombre de la policía política”.
La situación se puede resumir en dos palabras: vacío y silencio. Un silencio que puede preceder a una tormenta
Hicham Mansouri, periodista marroquí exiliado en Francia
Obsesión por el espionaje
El espionaje es enfermizo en Marruecos. Sus servicios de inteligencia no solo escudriñan la vida íntima de sus súbditos en busca de detalles que puedan ser usados para acallar a las voces críticas sino que lo usan ampliamente en la escena internacional, a modo de chantaje. Francia aún no le ha perdonado a Rabat haber espiado el móvil de Emmanuel Macron y catorce de sus ministros. Los visados franceses para los nacionales marroquíes siguen congelados frente al desbloqueo para Argelia y Túnez. Una situación, la del espionaje, similar a la sufrida en el Ejecutivo español, que -en cambio- ha optado por apoyar un plan de autonomía marroquí para el Sáhara que quiebra la legalidad internacional. Un elemento ha venido a agravar la obsesión del régimen marroquí por las vidas ajenas: Pegasus, un potente programa de ciberespionaje manufacturado en Israel.
La normalización con Tel Aviv, fechada en diciembre de 2020, es otro de los factores que alimentan la desestabilización interna. “A pesar de su modernismo, es un país que continua apegado a los valores del islam y a la lucha de los palestinos. La normalización con Israel no parece haber traído ni la resolución definitiva de la cuestión del Sahara ni la prosperidad económica prometida”, subraya Mansouri. Promesas no cumplidas que se añaden a una represión en aumento. Tres periodistas de renombre se hallan actualmente en prisión y el principal rotativo en árabe del país ha desaparecido tras una campaña de ahogamiento financiero.
La imagen de Mohamed VI está más deteriorada que nunca
La imagen de Mohamed VI -el supuesto reformista que subió al trono bajo la sombra de su padre, el despiadado Hasán II- está hoy más deteriorada que nunca. Pocos discuten que su trayectoria ha sido mediocre, cuanto menos. “Los ataques y contraataques mediáticos por parte de los medios de comunicación cercanos al régimen muestran claramente la existencia de una división o al menos de luchas en el entorno del rey”, advierte Mansouri.
“La enfermedad de este último agrava esas luchas. Está claro que el reinado del futuro rey, el príncipe Hasán, ya ha comenzado. La preocupación es que este vacío no puede durar mucho tiempo. A falta de canales de mediación, la situación se puede resumir en dos palabras: vacío y silencio. Un silencio que puede preceder a una tormenta: resulta difícil de predecir pero no se puede descartar una gran protesta social menos pacífica que las anteriores”, concluye.
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