La guerra ha vuelto a Europa y nuestra capacidad para aceptar los horrores de la guerra ha disminuido tras décadas sin conflictos en el continente. La contienda bélica ha vuelto con toda su crudeza reavivando el debate de lo que los medios deben mostrar o no a la opinión pública. Un debate que en un conflicto en el que todo se graba adquiere una dimensión mayor.

Los soldados de ambos bandos disponen de cámaras en sus móviles y registran con ellos la fragilidad de los cuerpos humanos frente a las bombas modernas. Los ciudadanos, de igual forma, graban la guerra que tiene lugar frente a su casa y los drones, desde el aire, no sólo dan un servicio táctico militar sino que documentan los impactos de las bombas en los tanques y otros objetivos.

Son imágenes impersonales de maquinaria bélica que, una vez verificadas, ningún medio duda en reproducir, pero en ellas se está causando la muerte de seres humanos, no sólo la destrucción de un arma de guerra. Sin embargo, esos muertos, los causados por un impacto de artillería, resulta más difícil de verlos en los medios. No así en redes sociales como en Telegram donde proliferan las imágenes más crudas y duras de lo que ocurre en el campo de batalla. Un cuerpo destrozado no aporta información de cómo evoluciona la guerra, pero sí muestra cómo es un enfrentamiento bélico. ¿Por qué no vemos en los medios publicadas estas imágenes? ¿Deberíamos ver la realidad en toda su crudeza?

En las trincheras de Ucrania

En Ucrania, el lugar que ha sido testigo de las dramáticas consecuencias de la guerra desde la invasión rusa a gran escala iniciada el pasado febrero, el gremio periodístico local no alberga dudas: los horrores de la contienda deben ser contados sin filtros, sin vetos que edulcoren la realidad. “La brutalidad de los cuerpos sin vida debe ser mostrada. Esta es nuestra vida y lo que Rusia está haciendo en nuestra tierra con nuestra gente. Es la verdad”, comenta en declaraciones a este diario Dima Elisichenko, una video-fotógrafa ucraniana que ha contado desde hace meses el paisaje que deja la retirada de las tropas rusas.

Elisichenko comparte a modo de ejemplo una de sus imágenes, captada en la zona de Bucha e Irpin, donde se localizaron cuerpos arrojados sobre las calles y fosas comunes tras el repliegue de las tropas rusas la pasada primavera. Equipos de forenses internacionales y locales trabajan ahora para documentar los crímenes de guerra. Las crudas instantáneas se han convertido en una de las pruebas, como antes lo fueron en las guerras en América Latina o las violaciones de derechos humanos cometidas por el autodenominado Estado Islámico en Siria e Irak hasta el colapso del califato.

Lo que ven en el periódico no es nada comparado con lo que está sucediendo en la realidad. El mundo debe ver las realidades de la guerra

Bella Elisichenko, fotógrafa

El debate sobre los dilemas o sobre lo que acontece al otro lado de las trincheras ni siquiera se plantea en Kiev. “He estado en Bucha. Para mí no hay dilema alguno. Esta es una guerra terrible”, replica Elisichenko. De la misma opinión es Oleh Sentsov, el cineasta ucraniano que pasó un lustro en una cárcel de Crimea, su tierra natal anexionada por Rusia en 2014, y que fue liberado en 2019 en virtud de un canje entre prisioneros de ambos bandos. Hoy, apartado temporalmente del celuloide, se halla en el Donbás como voluntario de las fuerzas armadas de su país.

“Mi visión es muy realista. Para mí, no se trata de imágenes horrendas. Es importante ver y mostrar la verdad y cómo la guerra luce realmente”, señala Sentsov desde el frente de batalla, contactado por este diario en uno de sus recesos. “Toda contienda es muy similar. Hay muerte, sangre y oscuridad y no es, en ningún caso, una película. La gente que quiere saber la verdad debería tener la posibilidad de saberla”, arguye quien fue condenado a dos décadas entre rejas por supuestos cargos relacionados con el territorismo.

“La gente que prefiere cerrar los ojos, que lo haga. Es una opción personal”, subraya. A juicio de Sentsov, que ha visto en los últimos meses algunas de las tropelías que causan las escaramuzas en las que él mismo toma parte, “el periodismo debe mostrar lo que es cierto en cualquier caso”. “Es su trabajo y los lectores y los espectadores deben optar por verlo o no verlo”, insiste. 

Otra fotógrafa ucraniana, Bella Elisichenko, va más allá y considera que, los ucranianos, en su mayoría, “quieren ver imágenes brutales de guerra que incluyan sangre y brutalidad. Porque, psicológicamente, les da la oportunidad de sentirse aliviados de que no son víctimas en esta historia y están a salvo, en su casa, frente a la computadora”. Según esta profesional, las fotos más duras de la guerra deben publicarse por el bien de todos.

“Las personas que no han entrado en contacto con la guerra no la han sentido y no entienden cuán graves son las consecuencias que la guerra deja. Esto es, una gran cantidad de dolor, ríos de sangre y destrucción. Lo que ven en el periódico no es nada comparado con lo que está sucediendo en la realidad. El mundo debe ver las realidades de la guerra. Sí, las fotos causarán horror, pero lamentablemente no hay otra forma de transmitirlo a la gente”, mantiene la fotógrafa.

Mstyslav Chernov, fotoperiodista ucraniano de Associated Press, también apuesta por publicar las instantáneas más crudas. "Aunque equilibrada con otros aspectos de la guerra, la brutalidad debe publicarse en los medios de comunicación. De lo contrario, se corre el riesgo de distorsionar y normalizar la realidad de la guerra. Esto conducirá inevitablemente a que el público en general acepte y no evite la guerra, cuando todavía se puede evitar", argumenta Chernov, quien asegura no haberse enfrentado a ningún dilema desde febrero. "Associated Press publica todas las imágenes y son los medios de comunicación los que deciden qué mostrar a su público", asevera.

Un cuerpo fotografiado por Dima Elisichenko

En las redacciones españolas

La perspectiva española sobre el tema cambia. Desde Antena 3 Noticias aclaran que la selección de imágenes para su emisión, cuando pueden herir la sensibilidad del espectador están obligados a advertir bien con voz en off, bien desde el presentadores la dureza de los planos que se emitirán en ese momento. En cuanto a lo que llega por redes siguen un protocolo de control para que antes de emitirse las imágenes, comprobar que no sean ni falsas ni manipuladas. El área internacional y producción de Antena 3 Noticias son las claves y el primer filtro. A continuación, antes de ser emitidas, han de pasar por los responsables de cada edición de noticias, según explican.

“Nosotros filtramos mucho y no hay un criterio único. Depende de la circunstancia. En el ataque de Zaporiyia las imágenes no podían ser de mayor crudeza con los cuerpos dentro del coche todavía agarrado al volante y en ese caso, que no se vea la cara y guarde un mínimo de respeto, se da porque es lo que refleja la brutalidad de lo que es una guerra”, asegura Sara Romero, jefa de la Sección de Internacional en Antena 3 Noticias. “La guerra no es solo el dron que deja caer un proyectil y explota y lo vemos desde el aire. No, en este caso decidimos que había que darlo porque era la crudeza de la guerra”.

No puede ser es que terminemos pensando que la guerra es un conjunto de casas y tanques rotos

Manu Brabo, fotógrafo

“Sobre las imágenes que llegan por redes sociales, una vez verificadas, si son trozos, pixelamos porque puede herir sensibilidades, no ocultamos, no afecta al hecho informativo. A mi me informa igual un cadáver tapado con una sábana que un trozo de una pierna”, afirma la periodista. “No tengo la impresión de que estemos infantilizando a la gente porque estamos dando imágenes durísimas”, concluye.

Sobre el terreno, desde el frente de guerra en Ucrania nos proporcionan su perspectiva los fotógrafos Manu Brabo y Ricardo García Vilanova. “Los profesionales que estamos aquí ya dulcificamos bastante lo que enviamos desde allí comparado con lo que vemos”, afirma Brabo. “Me preocupa esta deriva inmadura que asegura que el público no tiene los argumentos necesarios para asimilar determinadas imágenes. Yo creo que, en un momento dado aunque a ellos les disguste, hay imágenes que tienen que ser vistas” añade.

Para García Vilanova los límites que se marca cada fotógrafo son muy personales. “Yo me aplico el corte en aquellas en las que no me gustaría a mí que me fotografiaran”. Desde su punto de vista tenemos distintos grados de tolerancia a los muertos según su procedencia. “Hay muertos de primera y muertos de segunda. Cuando ocurrió el atentado de Barcelona se discutía si había que dar determinadas imágenes, cuando a la vez se estaban sacando los muertos de Siria. Con el niño Alan Kurdi [el niño kurdosirio que apareció en las costas turcas en 2015] nadie discutía si había que darlo o no”, asegura. 

Un cadáver yace en una gasolinera de la autopista de Bucha.

“Lo que no puede ser es que al final terminemos pensando que la guerra es un conjunto de casas rotas y tanques rotos sin gente muerta porque al final todo esto ayuda a que la desinformación cabalgue tranquilamente. Al final hay genocidios que no se ven; hay historias duras que no se ven. Me preocupa mucho porque lo que creo es que estamos consiguiendo que el público se deshumanice y no sea capaz de empatizar con gente que las está pasando más putas que las de Caín y se puede llegar a negar los actos y los hechos por esta ausencia de crudeza”, asevera Brabo.

En este sentido García Vilanova considera que hay riesgo de infantilizar a la población como ocurrió con la censura con el Covid. “No tenía sentido que con la cantidad de muertos que había no hubiesen imágenes que mostraran ese sufrimiento y que los únicos registros que tengamos sea gente aplaudiendo. Eso no tiene sentido, es como si habláramos de la Guerra Civil y no tuviéramos imágenes que muestran el conflicto, es una falta total de responsabilidad y de memoria histórica para las generaciones futuras, no se ha documentado bien una pandemia por querer proteger a la gente y la población tiene derecho a estar informada”.