La niebla de la guerra sigue siendo la constante que más se repite estos días en los que, aparentemente, se simultanean avances considerables de las tropas ucranianas con repliegues –cuando no retiradas desordenadas- de las unidades rusas. Vamos camino del octavo mes de un conflicto que ha ido evolucionando en función de las capacidades de combate de unos y otros.
En el caso ucraniano, su incremento a través de la recepción y adecuado empleo de armamento, material y equipo tecnológicamente avanzado, el incremento del adiestramiento interarmas de sus grandes unidades tipo brigada (combinar y coordinar la acción de artillería, arma acorazada, infantería ligera, ingenieros, comunicaciones, logística…) y la explotación en tiempo real o casi real de la inteligencia que obtienen de los países OTAN y por sus propios medios, lo que les permite la adquisición y neutralización de objetivos de alto valor de forma extremadamente eficaz y oportuna.
Todo ello, le ha permitido no solo contener y rechazar las diferentes penetraciones del ejército ruso sino, en fechas recientes, iniciar una exitosa contraofensiva en dos direcciones muy separadas entre sí (unos 800 km) en el noreste (Járkov) y en el sur (Jersón) que está poniendo en muy serios aprietos el conjunto de la operación rusa.
Errores y carencias de la Federación Rusa
Por su parte, la Federación rusa (FR) y su ejército han puesto de manifiesto una serie de errores y carencias que parecían impensables al inicio de este conflicto. Por no ser reiterativo y extenderme en exceso las reflejaré en tres planos: estratégico, operacional y táctico.
Estratégicamente se erró en el juicio de inteligencia acerca de la voluntad, capacidad y sostenibilidad del esfuerzo bélico por parte de Ucrania, particularmente en el decisivo liderazgo de su mando político y el patriotismo de su población. En el plano operacional se diseñó un plan de campaña, según se ha visto, en exceso ambicioso, sin logística adecuada, sin mando unificado, sin capacidad de reiterar esfuerzos y sin objetivos como ordena la buena doctrina: decisivos, definidos, alcanzables y medibles; todo ello llevó a la incapacidad para alcanzar objetivos terrestres decisivos, conquistar y mantener la superioridad aérea ni siquiera en las partes más críticas de la zona de operaciones; en la parte naval, la suerte no fue mejor. Conquistó y perdió la Isla de las Serpientes, y le hundieron el buque insignia de la flota del mar Negro, un buque de asalto anfibio y un número considerable de embarcaciones menores. Al colapso inicial de la ofensiva en la zona de Kiev, Chernigov y Jarkov, le sucedieron la forzada concentración de esfuerzos en el Donbás y la adopción de una actitud defensiva en Zaporiya y Jerson con desigual fortuna.
En el plano táctico, se carecía de inteligencia a ese nivel, se empleó deficientemente el elemento acorazado sin protección de unidades ligeras a vanguardia, se careció de superioridad aérea local y de fuegos de apoyo de precisión, y se comprobó la rigidez conceptual, la falta de iniciativa y la inexistencia de mandos competentes en los escalones más básicos. Todo ello configuró ese itinerario de descenso al caos que actualmente se sigue experimentando en las unidades rusas.
¿Dónde estamos?
Lo que parece que está ocurriendo es que el ejército ucraniano está empleándose a fondo para recuperar la mayor cantidad posible de territorio antes de que las lluvias de otoño transformen el movimiento todoterreno en muy difícil o incluso impracticable, particularmente en el Donbás, manteniendo una presión continuada sobre las tropas rusas a las que impide recomponerse y acogerse a alguna zona del terreno que favorezca su organización y defensa.
Por su parte, el ejército de la Federación Rusa intenta por todos los medios ralentizar el avance de los ucranianos cambiando espacio por tiempo para así organizar una defensa en profundidad que les permita absorber la potencia ofensiva, detener a las unidades ucranianas, rectificar y organizar un frente defendible y esperar la llegada del invierno.
En ese periodo de gracia espera reconstituir las unidades menos castigadas, disolver o relevar a las que no puedan ser alistadas y reforzar mediante el empleo de unidades adicionales las zonas críticas de ese frente, probablemente los accesos a Crimea, el corredor de Mariúpol y las provincias de Donetsk y Lugansk. Posteriormente, trazar un nuevo plan de campaña fijando nuevos objetivos operacionales que puedan alcanzarse y conservarse, y que a la luz de lo hasta ahora actuado ya se verá que alcance y sentido tienen.
Por el momento, Ucrania es capaz de sostener el esfuerzo bélico desde el punto de vista del personal combatiente y el armamento, material y equipo necesario para dotarlo adecuadamente. Y si sigue recibiendo la ayuda exterior tanto financiera como bélica al mismo ritmo e intensidad que hasta ahora, es muy probable que pueda continuar operando como lo viene haciendo: con acierto, resultados crecientes y oportunidad.
Por su parte, la Federación Rusa en lo que respecta a la reposición de bajas (se calculan unas 80.000 entre muertos y heridos) y a incrementar el armamento, material y efectivos combatientes, se ha visto obligada finalmente a ejecutar una movilización que ha calificado de "parcial", aunque, a lo que se ve, adolece de falta de finalidad concreta, de segmentos objetivos por edad y experiencia militar previa de personal a movilizar, y de proceso normalizado de encuadramiento en unidades, adiestramiento operativo y determinación de plazos para su empleo en combate.
De continuar en esta línea, el esfuerzo de movilización no tendrá influencia directa en la situación sobre el terreno y es muy probable que suponga un nuevo fracaso del ejército ruso por falta de preparación para el combate, deficiente cohesión, falta de moral y motivación, y carencia de liderazgo efectivo en los escalones más elementales (pelotón y sección). Con los mismos procedimientos se obtendrán los mismos resultados; de derrota en derrota hasta…
¿A dónde vamos?
En una colaboración anterior con este medio aventuré tres hipótesis de posible desarrollo del conflicto: la más probable, la más peligrosa y el cisne negro o escenario salvaje. Entrado ya el mes de octubre y a pocos días de un previsible cambio climatológico en la zona de operaciones, parece que lo más peligroso se acerca cada vez más (sin cesar) a lo más probable. El ejército ucraniano sigue profundizando en el sur y en el este, las unidades de la Federación Rusa se muestran por ahora incapaces de contener el avance en esas zonas y retroceden -en algunos casos desordenadamente- y, únicamente en la zona de Donetsk, el ejército ruso mantiene una discreta actitud ofensiva sin apreciable éxito.
Estamos en el punto culminante del conflicto: a Rusia no le quedaría más opción que dar por perdida la guerra o proceder a la escala o convencional, llegando al empleo del arma nuclear"
De proseguir como hasta ahora el avance ucraniano recuperando el Donbás y alcanzando la frontera internacional reconocida con la Federación Rusa en el este (antes del 24 de febrero de 2022) y amenazar directamente con recuperar la península de Crimea, estaríamos en el punto culminante del conflicto: a la Federación Rusa no le quedaría más opción que dar por perdida la guerra con las previsibles consecuencias internas que ello acarrearía, o proceder a la escalada no convencional, llegando al empleo del arma nuclear, si bien es cierto que, en mi opinión, nunca con carácter masivo, siempre circunscrita al interior de Ucrania –salvo intervención nuclear de terceros en contra de la Federación Rusa- y procurando dejar margen para una escalada progresiva en destrucción material y atrición personal, caso que no se atendiesen sus exigencias.
Es un escenario terrible que puede ir tomando cuerpo a medida que los reveses se suceden en el campo de batalla, que la contestación interna crece en la FR y que el entorno internacional inicialmente favorable o neutro a la invasión de Ucrania se desliza hacia posiciones menos significadas anticipando un final diferente al inicialmente previsto por ellos.
En estos últimos días prominentes figuras internacionales, de Estados Unidos principalmente pero no solo, han comenzado a anticipar cual sería la respuesta de la OTAN ante una acción nuclear sobre Ucrania. Me refiero al general de cuatro estrellas retirado David Petraeus, quien además fue director de la CIA, y al general de tres estrellas retirado Ben Hodges que fue el mando de las fuerzas de EEUU en Europa hasta hace tres años. Ambos coinciden en una réplica masiva y convencional sobre las fuerzas de la Federación Rusa, desplegadas en Ucrania y el Mar Negro de tal forma que quedasen destruidas por completo.
Sin entrar en demasiadas profundidades, creo conveniente subrayar el hecho de que ninguno de los dos pertenece en la actualidad a la Administración de EEUU, que ninguno de los dos está en activo ni tiene mando sobre estructura militar alguna y que, salvo error u omisión, ninguno de los dos habla en nombre del presidente de EEUU.
Es muy distinto opinar en un plató de televisión o en una entrevista de prensa sobre lo que uno cree o quiere creer que debe ocurrir, y dar las órdenes necesarias para que ocurra. El que de una orden semejante asume que puede desencadenar la tercera guerra mundial porque los cálculos de la teoría de juegos con los que se articularon las diferentes estrategias de respuesta en la época de la guerra fría distan mucho de responder a la situación actual y porque un mal cálculo o un paso en falso desencadenarían una espiral de destrucción imposible de detener.
¿Y el entorno?
Tanto la OTAN como la Unión Europea (UE) perseveran en su postura de apoyo casi incondicional a Ucrania. Hay algunas sobreactuaciones de socios OTAN acerca de la admisión inmediata de Ucrania en el seno de la Alianza, fundamentalmente las tres repúblicas bálticas y Polonia que, aun sabiendo de la imposibilidad de tal hecho -supondría entrar en guerra con la Federación Rusa ipso facto-, no dejan de presionar en la dirección de una pronta y casi incondicional adhesión. En un paso más hacia ninguna parte Polonia solicita a EEUU estacionar armas nucleares en su territorio; huelga decir que también es una sobreactuación con muy escasa posibilidad de materializarse.
Por ahora, el premio a la constancia sostenida en recursos de todo tipo en apoyo de Ucrania corresponde a EEUU seguido del Reino Unido; la UE sostiene -no de forma unánime- su modelo de financiar un conflicto con fondos para la paz, y todos en su conjunto describen lo que se ha venido en llamar una guerra por delegación, que viene a significar que unos ponen los muertos para luchar por su independencia y libertad y otros, que sostienen el conflicto externamente, explotan ahora y en el futuro los resultados de ese conflicto sobre la parte perdedora; parece a primera vista un buen negocio pero, desgraciadamente, al final nada es lo que parece.
La República Popular China asiste como observador inercial: distante, generalista, orientada a sus objetivos permanentes e intentando sostener una tercera vía"
La República Popular China (RPC) asiste como observador inercial a este enfrentamiento; distante, generalista, orientada a sus objetivos permanentes e intentando sostener una tercera vía para que pueda llegar a liderar ese llamado sur global y que se traduce grosso modo en lo contrario de lo que dice "Occidente". Hace negocio y bueno, no sanciona, reconviene, pero poco, y reclama su aproximación a lo que considera otra forma de hacer política alejada del hegemón americano.
La Unión India al igual que China define espacio e intereses propios y a pesar de compartir objetivos y entorno en la Organización de Cooperación de Shanghái con otros países, el presidente Narendra Modi se permite decirle al presidente Putin que no es momento para guerras; no obstante compra, refina y vende el petróleo ruso a bajo precio y obtiene pingues beneficios por ello.
Corea del Norte es un verso suelto que aplica la teoría del enemigo de mi enemigo es mi amigo. Sobrevive sustentada por la República Popular China y en ocasiones por la Federación Rusa. Todas sus actuaciones estridentes ponen el énfasis en EEUU por sus relaciones con Japón y Corea del Sur (tropas estacionadas en ambos países y tratados de defensa mutua); sus recientes ensayos con misiles balísticos de alcance intermedio son la única baza de negociación de la que dispone el Estado más hermético y aislado de la tierra. Creo que no conviene ligar dos escenarios que son distintos y que distan además de físicamente conceptualmente puesto que las reclamaciones de Corea del Norte son muy diferentes a las que podrían deducirse del escenario europeo.
África es un escenario complejo y convulso donde la Federación Rusa se está asentando firmemente en detrimento de la presencia de otros actores. El Sahel se incendia por obra del salafismo yihadista y no parece importar a una audiencia que está concentrada en un conflicto en Centroeuropa. No está de más fijarse en qué países de África se ausentaron, votaron en contra o se abstuvieron en la votación de condena a la invasión de Ucrania en la Asamblea General de la ONU del 3 de marzo de este año. Es un baño de realidad para darse cuenta de que lo que llamamos condena unánime dista de serlo y de que aunque la mayoría de países miembros de Naciones Unidas votaron a favor de esa condena, la población que representan es menos de la mitad del total mundial.
Todos somos testigos de cómo se ha iniciado la guerra en Ucrania, pero nadie sabe a ciencia cierta hasta dónde alcanzará y cómo finalizará"
Pero hay más: las guerras de hoy son más que nunca guerras totales, en todos los dominios (terrestre, marítimo, aéreo, espacial, ciberespacial y cognitivo) y en todas las actividades (políticas, sociales, culturales, deportivas…). Todos somos testigos de cómo se ha iniciado la guerra en Ucrania, pero nadie sabe a ciencia cierta hasta donde alcanzará y cómo finalizará. Pérdida de competitividad, inflación, estanflación, crisis energética, aumento de la pobreza, aumento de la desigualdad, hambrunas, sanciones, Asia central, África y Sahel… Una nube de palabras pesimista y agorera sobrevuela nuestro día a día sin que sepamos muy bien por qué y por qué a nosotros. Y, además, a la salida de otra crisis que nos ha dejado exangües, la de la COVID 19.
Decía Gramsci que el viejo mundo muere y el nuevo mundo no acaba de nacer y en el interregno es donde se producen los monstruos. Se alumbra un nuevo orden mundial en el que se cuestionan muchos de los dogmas que rigieron la convivencia en el anterior modelo que surgió de la segunda guerra mundial.
La OPEP+ decide, a instancias de la Federación Rusa, disminuir la producción de petróleo en dos millones de barriles día, equivale al 2% de la producción mundial y, de paso, desoye las peticiones del presidente Biden al respecto que había pedido justo lo contrario, aumentar la producción. Oferta y demanda… las sanciones a la FR tienen efecto, es evidente, pero también tienen efectos que no son secundarios sobre otros muchos países entre los que nos encontramos. El precio del gas, de la luz, de las materias primas, de los productos tecnológicos, de los alimentos…: hubo un tiempo en que a este fenómeno de la globalización se le llamaba sin conocerlo el efecto mariposa, pues una mariposa bate las alas en Alaska y se produce un maremoto en Japón. Ahora todo está interconectado hasta límites en que la desglobalización es simplemente imposible. Para tenerlo en cuenta a la hora de proponer soluciones brillantes de tertuliano al uso.
Otro error en el que no debemos caer es considerar este conflicto como una guerra entre el bien y el mal… las democracias y las autocracias. Este relato no responde de forma precisa a la realidad que vivimos porque el trasfondo es otro, habla de modelos de dominación, de hegemonía y de control global de recursos, rutas y alianzas, aunque a primera vista sí que pueda inferirse quiénes son los unos y quiénes los otros. Decía el cantante Leonard Cohen que en ocasiones uno sabe que está del lado correcto simplemente viendo quienes están del otro lado. Siendo cierto en lo inmediato no lo es tanto cuando lo que está en juego es trascendente y se proyecta más allá del escenario conocido y controlado.
Y dicho todo lo anterior, lo que se está produciendo es un alineamiento voluntario o forzado de la mayoría de países entre dos posturas que responden a intereses permanentes de las potencias en competición que las sustentan; alinearse no puede significar comulgar completamente con las finalidades, principios y postulados de uno u otro. Y es aquí donde se echa de menos esa autonomía estratégica tan necesaria para construir un equilibrio que trascienda lo bipolar y permita sostener posturas propias y acaso divergentes con las que manifiestan los primeros espadas.
¿A qué podemos aspirar?
Sinceramente, mi primera opción feliz es que en un abracadabra desapareciera el origen unipersonal de este conflicto, se abriera un proceso de alto el fuego con una posterior mesa de negociación, se retirasen las fuerzas de la Federación Rusa de Ucrania, de toda Ucrania, y se iniciase un proceso de reconciliación porque la geografía es persistente, las fronteras físicas, los vecinos, los intereses y la cultura prevalecen sobre otros condicionantes siempre temporales y limitados. Un estadista sabe que la rusofobia que llena la trinchera de odio y rechazo que se ha abierto hay que empezar a cerrarla el día después, porque la convivencia es inevitable y la complementariedad un requisito ineludible para integrar en una realidad ampliada a esa Rusia que no puede quedar de espaldas -si no enfrentada a Europa- al resto de Europa, porque hasta los Urales también es Europa.
Hay que definir una política exterior autónoma que permita a Europa, o a parte de Europa, iniciar un proceso de apertura con la que tiene que ser una Rusia nueva
Derribar estatuas, cambiar el nombre de calles dedicadas a escritores y poetas rusos del XIX, aislar y culpabilizar a minorías rusas que viven en las repúblicas bálticas, Ucrania, Georgia y otros países es la peor aproximación posible a ganar y mantener la paz y el camino más corto para crear el origen del próximo conflicto.
Para hacer frente a todo ello, hay que definir una política exterior autónoma que permita a Europa, o al menos a la parte de Europa que quiera, iniciar un proceso de apertura y afirmación de relaciones con la que tiene que ser una Rusia nueva. No hay que perder de vista que el actual resultado que estamos viviendo tiene un origen y no es otro que el rechazo a incrementar la integración de Rusia en Europa a principios de los 90 del pasado siglo. A ello podrían responder -si quisieran- los legatarios de Bush padre y John Major, y el resto de la clase política muy anti rusa de aquella época (America must prevail se dijo, léase lo que opinan al respecto John Mearsheimer y George Kennan). Promesas incumplidas, ampliación continuada de la OTAN, deseos velados de control y de dominación, neocons emergentes… ¡Qué oportunidad se perdió para la Gran Europa y qué figuras emergieron del descontento, la humillación y la rabia de quien se creyó potencia mundial y se acabó reconociendo paria empobrecido!
Leyendo entre líneas sobre los orígenes de la primera y segunda guerras mundiales es inevitable recordar aquella máxima de Marx: "La historia se repite, la primera vez como tragedia, la segunda como farsa". Una guerra cerrada en falso es el combustible perfecto para la siguiente guerra corregida y aumentada; paliar las consecuencias solo es útil si se reconocen y solventan las causas.
Hay que propiciar por líneas discretas un acercamiento de posturas huyendo de la sobreactuación de la que se hace gala, especialmente un bando, la humillación gratuita del vencido y la política de exigencia de máximos que lo único que hace es exacerbar el rechazo y estrechar el horizonte de sucesos hasta que sólo quede una posible solución como explicaba al principio del artículo.
Ucrania deber mantenerse firme, resuelta a recupear su integridad territorial y ser consciente de los ámbitos de lo deseable, lo posible y lo probable"
Ucrania debe mantenerse firme, resuelta a recuperar su integridad territorial y a la vez ser consciente de los ámbitos de lo deseable, lo posible y lo probable. La Federación Rusa tiene, por su parte que adquirir conciencia de la situación real y el daño infligido, redefinir sus intereses, sus exigencias de seguridad y sus posibilidades de alcanzar un acuerdo de mínimos que sea perfectible en el tiempo. Y todos los elementos ajenos al conflicto deben continuar apoyando a Ucrania para que no quede a merced de la FR y, a la vez, ser facilitadores del enfriamiento del conflicto y su posterior resolución en firme prescindiendo de los otros escenarios sobre los que establecen cálculos de pérdidas y beneficios siempre egoístas.
Que la lluvia ralentice, que el frío enfríe y que la razón prevalezca. El mayor bien para el mayor número y el menor perjuicio para el menor número. Así sea.
Francisco José Gan Pampols es Teniente General del Ejército en la reserva.
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