La lechuga aguantó más. El Daily Star colocó en portada una lechuga frente a Liz Truss preguntando a los lectores si creían que la primera ministra conservadora duraría más. Cuarenta y cinco días desde que entró en el 10 de Downing Street como jefa del Gobierno en sustitución de Boris Johnson. Llegó con el objetivo de ser una nueva Margaret Thatcher y ha acabado pulverizando el récord de George Canning, que murió cuando llevaba 119 días en el poder en 1827. "Llegué al poder con la idea de bajar impuestos, impulsar la economía y aprovechar las libertades del Brexit...No he podido llevar a cabo el mandato. Dimito como líder del Partido Conservador", ha dicho Truss, quien ha informado al rey Carlos III .
Habrá una elección en el partido la semana próxima. Es decir, el procedimiento será más rápido y no como el que se siguió con la sucesión de Boris Johnson, su predecesor, que fue forzado a dejar el cargo por las consecuencias del Partygate. Su dimisión fue en diferido pero ahora el crítico momento económico e internacional obliga a darse prisa. Hasta que asuma su sucesor Truss entonces seguirá a cargo del gobierno en funciones.
Los laboristas demandan elecciones anticipadas y también los liberaldemócratas. El líder laborisa, Keir Starmer, ha dicho: "Los ciudadanos británicos merecen poder opinar sobre el futuro del país. Deben tener la oportunidad de comparar el caos de los tories con los planes de los laboristas para arreglar su desorden, hacer crecer la economía para los trabajadores y reconstruir el país para un futuro más justo y verde. Debemos tener la oportunidad de un nuevo comienzo. Necesitamos unas elecciones generales, ahora".
Ed Davey, líder de los liberaldemócratas, demanda también que el pueblo británico vuelva a las urnas. "No necesitamos otro primer ministro conservador que nos lleve de crisis en crisis", ha escrito en su cuenta de Twitter.
A mediodía del jueves, ha despertado las especulaciones de una salida inmediata la entrevista que ha mantenido con Sir Graham Brady, líder del Comité 1922. Ha querido conocer de primera mano cómo son los ánimos en el partido, ya que al Comité 1922 es donde llegan las cartas de los diputados en demanda de una moción de confianza al líder. Al menos ha recibido 15 cartas. La cuestión es que, según los actuales estatutos, no podía celebrarse otra votación hasta el próximo verano. Pero el descontento era ya mayúsculo. También han asistido a la reunión la viceprimera ministra Therese Coffey, aliada de Truss, y el líder del partido, Jake Berry.
“Soy una luchadora, no soy de las que se rinde”, dijo Truss el miércoles en la sesión de preguntas en el Parlamento. Y admitió haber cometido errores y pidió perdón. El caso es que ya no había remedio. Había dejado de tener la confianza del grupo parlamentario y del gobierno.
La jornada del miércoles acabó dramáticamente. Las portadas de la prensa británica este jueves son muy descriptivas: “caos total”, dice el Daily Mirror , de “confusión” habla el Times y de “completo desorden” el Financial Times. "Bienvenidos a Britaly", dice la portada del semanario The Economist donde se compara la situación en el Reino Unido con la de Italia, que la publicación asocia al caos político.
Liz Truss acabó el miércoles como primera ministra pero con respiración asistida. El viernes Truss había echado a su ministro de Economía, Kwasi Kwarteng, por poner en marcha el plan de rebaja de impuestos de más de 60.000 millones de libras que había defendido en su candidatura. Este minipresupuesto de Truss y Kwarteng provocó una convulsión en los mercados financieros y la libra esterlina se hundió por el agujero que pretendían abrir en las arcas británicas los conservadores. Con la marcha de Kwarteng la primera ministra pretendía salvarse. Nombró a Jeremy Hunt, ex ministro de Exteriores y defensor de medidas totalmente opuestas. El 31 se presenta el presupuesto.
El nombre es uno de los que suena como sucesor de Liz Truss, pero nada más conocerse la renuncia se descartó. Otra persona que emerge es Rishi Sunak, el ex ministro del Tesoro y quien compitió por el liderazgo con Truss. Perdió por poco (52% frente al 48%). También Penny Mordaunt, quien sustituyó a Liz Truss cuando no pudo comparecer esta semana ante el Parlamento. Convocar elecciones sería suicida para los conservadores porque falta aún año y medio de legislatura y, sobre todo, porque los laboristas aventajan por más de 30 puntos a los conservadores.
Dos ministros en cinco días
Y con ese fin estaba dispuesta a todo. El miércoles presentó su renuncia la ministra del Interior, Suella Braverman, oficialmente por el mal uso de su correo electrónico personal, si bien sus aliados sospechan que fue obligada a hacerlo por Truss y Hunt. Envió información confidencial a un correo equivocado. El Tesoro e Interior son las dos carteras más relevantes del gobierno.
En su carta de dimisión, Braverman ha escrito: "Pretender que no hemos cometido errores, continuar como si todo el mundo no pudiera ver que los hemos cometido, y esperar que las cosas se arreglen mágicamente no es una política seria. He cometido un error; acepto la responsabilidad; dimito".
Y no se ha quedado ahí: "Es obvio para todos que estamos atravesando un momento tumultuoso. Me preocupa el rumbo de este Gobierno. No solo hemos incumplido las principales promesas que se hicieron a nuestros votantes, sino que tengo serias dudas sobre el compromiso de este gobierno de cumplir los compromisos del manifiesto”. Una auténtica bomba en la puerta del 10 de Downing Street cuya onda expansiva llegó el miércoles por la noche a la sede del Parlamento.
Grant Shapps, ex ministro de Transporte, quien apoyó con entusiasmo a Rishi Sunak, el rival de la primera ministra en la carrera por el liderazgo tory, ha reemplazado a la titular del Interior. La idea de Truss es buscar ahora una base amplia que la apuntale pero cuando agrada a unos disgusta a otros como a los partidarios de Braverman. Uno de los aliados de Truss confesaba al Financial Times que no se vislumbraba una vuelta atrás.
También Truss ha tenido que apartar a un asesor, Jason Stein, por las quejas debido a las sesiones informativas en las que criticaba abiertamente a Savid Javid y Michael Gove. David amenazó con preguntar en la sesión y al final Truss apartó a Stein.
En su comparecencia en Westminster, tras hablarlo con su nuevo ministro de Economía, Jeremy Hunt, aseguró que mantendrá el triple cierre de las pensiones, a pesar de las dificultades que ello supone para cuadrar las cuentas. El triple cierre es simbólico. Es el compromiso de aumentar la pensión de acuerdo con lo que sea más alto: la inflación, el crecimiento de los ingresos medios o el 2,5%. La inflación supera el 10% en el Reino Unido. Pero fue clave en el programa electoral de los conservadores en 2019. Sin embargo, muchos tories se opondrán a las subidas de impuestos que prevé introducir Jeremy Hunt.
Una votación bajo presión
En la sesión parlamentaria del miércoles, el líder laborista, Keir Starmer, atacó a Liz Truss en su talón de Aquiles: “¿Qué sentido tiene un primer ministro cuyas promesas no duran ni una semana?”. Truss aseguró que ella es de las que no se rinden. "¿Cómo se le pueden pedir cuentas cuando no está al mando?", preguntó.
Truss sobrevivió por los pelos a la sesión. Hasta media tarde todo indicaba que se iba a esperar hasta que Hunt presentara el presupuesto el 31 de octubre. Pero los laboristas provocaron una votación sobre el fracking que en realidad era una trampa: una forma de que los conservadores se retrataran. Y acabaron a gritos y casi a manotazos. Porque muchos se inclinaban por el voto a favor.
No votaron 40, entre ellos Boris Johnson, Theresa May y la propia Liz Truss, que estaba apagando otro fuego. Ganaron por 90 votos pero la imagen que dieron fue lamentable y quedaron en evidencia las presiones para que los diputados votaran con el gobierno bajo amenaza de represalias.
Quedó clara la falta de autoridad política de la primera ministra. Finalmente la votación la ganaron los conservadores por 90 apoyos más que los laboristas pero se anunció la renuncia de la jefa de disciplina, Wendy Morton, y su vice, Craig MacKinley. Finalmente, se retractaron. Todo indica que Truss pudo convencerles. Pero Truss cada día ha tenido que apagar tantos fuegos de su propio partido que seguir así hacía imposible gobernar. Y en tiempos de crisis económica, con la inflación superior al 10% y la deuda en el 97%, la crisis energética, y la guerra en Ucrania.
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