El número 13 o el 22. La elección determinará cuál será su presidente a partir del próximo 1 de enero. Más de 156 millones eligen este domingo entre dos candidatos antagónicos: el ex presidente Lula da Silva, el número 13 en la papeleta, líder del Partido de los Trabajadores y una de las figuras más icónicas de la izquierda latinoamericana, y el actual presidente, Jair Mesías Bolsonaro, que defiende cuatro años guiados por su lema “Brasil por encima de todo, Dios por encima de todos”.
Lula y Bolsonaro solo coinciden en que el futuro de Brasil está en juego en esta segunda vuelta electoral. Para Lula y sus seguidores, Bolsonaro es un peligro para la democracia y alienta la violencia. Para Bolsonaro y sus leales, Lula es un corrupto que quiere llevar a Brasil por el camino de Venezuela.
El ex presidente Lula parte como favorito en los sondeos, con una diferencia de unos cuatro puntos (52%-48%, en el último de Datafolha). En la primera vuelta Lula logró un 48,3% de los votos frente al 43,3% del actual presidente. Sin embargo, los sondeos se equivocaron e infravaloraron el apoyo a Bolsonaro, lo que hace que ahora nadie se aventure a presagiar el resultado.
Bolsonaro hará ruido y puede que haya disturbios si pierde. Es preocupante que seis de cada diez votantes de Bolsonaro dicen que no aceptarían la derrota"
anna ayuso, cidob
Bolsonaro ha despertado dudas sobre si aceptaría la derrota, ya que ha puesto en cuestión el sistema de votación electrónico. Sin embargo, después del último debate, celebrado este viernes por la noche, hora de Brasil, madrugada en España, ha declarado: "Quien saque más votos, gana". Está por ver si respetará el resultado de las urnas realmente. "Bolsonaro hará ruido y puede que haya disturbios. Es preocupante que seis de cada diez votantes de Bolsonaro dicen que no aceptarían la derrota. La clave es el Ejército y no parece que lo fuera a secundar”, indica Anna Ayuso, investigadora senior para América Latina del CIDOB.
En caso de que gane está dispuesto a modificar la composición del Tribunal Supremo Federal, que considera politizado. Es la institución que actúa de árbitro y pone límites. Aumentará el número de miembros para contar con más afines. "También ha politizado la policía. Lula ha basado su campaña en el riesgo de retroceso institucional, pero han faltado propuestas claras", añade Anna Ayuso.
Este último debate, lejos de ser clarificador para los indecisos, solo ha reafirmado las posiciones de los dos candidatos, que se han acusado de mentir al pueblo de forma reiterada. Bolsonaro ha vuelto a decirle a Lula que tendría que seguir preso, mientras Lula le reprochaba su gestión de la pandemia y el aislamiento de Brasil en el mundo. Curiosamente Bolsonaro se ha presentado como víctima del sistema: "Todos están contra mí, desde los medios hasta el Tribunal Supremo Electoral".
Y Lula se ha erigido en el portavoz de quienes defienden la democracia. Su campaña insiste en que las instituciones peligran si Bolsonaro su mandato. En una carta al pueblo brasileño, reivindica "la paz, la democracia y el diálogo" en un proyecto de "esperanza, empeño e igualdad de derechos y oportunidades". Asegura que lo primero que hará será atender a los 33 millones de brasileños que pasan hambre.
En sus conclusiones finales, Lula ha venido a decir a los brasileños que si tienen un buen recuerdo de sus dos mandatos, le voten. "Quiero restablecer la armonía y que deje de haber miedo y confusión. Haremos que vuelva a funcionar la cultura, la educación, y el salario volverá a aumentar con la inflación. Queremos reconstruir este país. Depende de usted, de su voto", ha dicho en su mejor intervención del debate, organizado por la cadena Globo.
Bolsonaro se ha presentado como un patriota y ferviente creyente, defensor de la libertad, la familia la propiedad privada. Su Dios, Patria y Bolsonaro sigue vigente. Ha recordado que el amarillo es el color de la esperanza y el rojo, de su rival, del comunismo, que defiende el aborto y las drogas. "Brasil por encima de todo y Dios por encima de todos, ha concluido".
Violencia, desinformación y guerra santa
Al igual que el debate, la campaña de esta segunda vuelta ha sido bronca. Incluso ha habido episodios graves de violencia como el protagonizado Roberto Jefferson el domingo pasado. El polémico ex diputado se atrincheró en su domicilio y acabó lanzando tres granadas y 50 disparos. Resultaron heridos dos policías. Bolsonaro ha querido distanciarse de Jefferson, aunque en otras ocasiones le ha defendido. Y se ha detectado al menos un grupo de Telegrama de ultraderecha en el que sus casi 200.000 miembros discuten sobre qué hacer si las urnas dan como ganador a Lula. "Matar y romper urnas", dijo uno de este grupo llamado Nueva Derecha 70 millones.
La desinformación alcanzó cotas surrealista en la campaña electoral. Dos de los hijos de Bolsonaro difundieron un video de un influencer que se presenta como satanista y dice ser seguidor de Lula. El video se hizo viral a pesar de que Lula no tenía relación alguna con el influencer. El Tribunal Electoral lo prohibió.
Responde al mensaje de Bolsonaro que asocia a Lula de forma implícita con el mal y el ateísmo. Lula, sin embargo, es católico creyente y a última hora envió una carta a los evangélicos para tratar de compensar toda la campaña del actual presidente.
Tampoco se libra de recurrir a la desinformación la campaña de Lula, que difundió una entrevista con Bolsonaro en 2016 en la que cuenta una visita a una comunidad indígena donde practicaban canibalismo y le habían invitado a unirse. “Lo habría hecho, no tengo problemas en comer indígenas”, pero aclara que le aconsejaron que no lo hiciera. Los Yanomami niegan que practiquen canibalismo y Bolsonaro señala que se sacaron sus palabras de contexto. La campaña de Lula también aprovechó unas fotos del presidente Bolsonaro con unas jóvenes en una fiesta para tacharle de pederasta.
Tenemos una sociedad ultradividida. Bolsonaro utiliza recursos estatales en la campaña... Los dos han recurrido a las 'fake news' y la extrema derecha domina mejor la tecnología"
rodrigo rodrigues-silveira, profesor en el instituto iberoamericano (u. salamanca)
“Tenemos una sociedad ultradividida. Bolsonaro está utilizando recursos estatales en la campaña, como aumentar la aportación de Auxilio Brasil (programa de ayuda a los más necesitados). Las dos campañas han recurrido a las fakenews. La extrema derecha sabe bien cómo hacerlo, domina la tecnología mejor que sus rivales”, señala el brasileño Rodrigo Rodrigues-Silveira, profesor de Ciencia Política en el Instituto de Iberoamérica de la Universidad de Salamanca.
En la segunda vuelta Bolsonaro ha contado con la ayuda de su esposa Michelle, como puente con los evangélicos y las mujeres. "No miras a mi marido, miradme a mí, soy una sierva de Dios, como vosotros", ha repetido en su gira. Bolsonaro, que insiste en la condena al aborto, plantea la contienda como una especie de guerra santa. Con la participación de su mujer en la campaña compensa también su historial de machismo y falta de apoyo a la lucha en la violencia contra las mujeres.
A su vez, ha recuperado a Sergio Moro, quien fuera su ministro de Justicia y juez que condenó a nueve años por corrupción a Lula da Silva. Moro, ahora senador independiente por Paraná, afirma que quiere evitar que Lula vuelva a Planalto, lo que consideraría “una tragedia moral”.
Los grandes defensores de Bolsonaro son los latifundistas y empresarios de la agroindustria, las fuerzas de seguridad, las Fuerzas Armadas, y los evangélicos. Su número dos es un general retirado, Walter Souza Braga Netto. Para los medioambientalistas es el mayor desastre jamás conocido para la Amazonía.
La evolución de la economía está favoreciendo a Bolsonaro, a pesar de su nefasta gestión de la pandemia con un negacionismo vergonzante. En Brasil murieron cerca de 700.000, el país con más víctimas mortales en América Latina. Lejos de la guerra en Ucrania, Brasil crecerá este año un 2,8%, según el IMF. La inflación se ha reducido del 12% en abril al 7,2% en septiembre. La inversión extranjera directa se ha elevado de 50.000 millones de dólares en septiembre del año pasado a 74.000 millones este año. Sea quien sea quien tome las riendas de Brasil, tendrá el viento a favor.
Por su parte, la campaña de Lula ha insistido en que son una garantía de respeto a las instituciones y ha remarcado cómo la violencia se ha incrementado con Bolsonaro, que defiende el fácil acceso a las armas.
Lula ha logrado en esta ocasión crear una plataforma de diez partidos y su número dos es Geraldo Alckmin, ex gobernador de Sao Paulo, de centroderecha. Es un garante de estabilidad para sectores conservadores del su y centro del país.
También ha sido una baza en favor de Lula contar con el apoyo de Simone Tebet, la candidata que quedó por sorpresa en tercer lugar. La senadora Tebet ha apoyado la campaña de Lula porque considera que un nuevo mandato de Bolsonaro seria un riesgo para la democracia. "No le tengo miedo", le dijo al actual presidente.
Activa en la investigación parlamentaria de la gestión de la pandemia, Tebet ha dicho que respalda a Lula por su compromiso con la Constitución, algo que Bolsonaro no cumple. Sin embargo, reprocha a Lula por no haber "mirado por el retrovisor". El cuarto clasificado, el antiguo aliado de Lula, Ciro Gomes, se ha quedado en segundo plano. El apoyo de Tebet puede ser crucial para convencer a la clase media, que teme cualquier deriva autoritaria.
Para Lula, que acaba de cumplir 77 años, esta es la oportunidad de resarcirse después de esos 580 días en la cárcel y dejar un legado para la posteridad que oculte las acusaciones de corrupción. Para Bolsonaro, es la ocasión de consolidar lo que considera su misión patriótica y religiosa. Gane quien gane quedan el petismo y el bolsonarismo, y el antipetismo y antibolsonarismo, como muestra de una sociedad fragmentada que precisa de políticos que busquen puentes.
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