Es un partido histórico, ya que enfrenta a dos países con un largo historial de rivalidad desde hace décadas. Irán es considerado como un Estado patrocinador del terrorismo por Estados Unidos y después de una fase de acercamiento con las negociaciones nucleares ahora vuelven a estar en las antípodas. Después de la crisis de los rehenes de 1979, no se vieron las caras en un campo de fútbol hasta 1998 en París. Entonces ganó Irán por 1-2. Para los dos equipos es vital ganar para clasificarse para octavos en Qatar.
Pero este duelo en el campo tiene otras connotaciones políticas: los ayatolás no quieren que los futbolistas, como han hecho otros deportistas, muestren signo alguno de disidencia. Tampoco pueden ser amistosos con el equipo contrario. Sería gravísimo especialmente en un choque con Estados Unidos. Las autoridades iraníes se han quejado de que en la cuenta de Twitter de la federación estadounidense el domingo se colocara una bandera de Irán sin el escudo de los ayatolás. Lo argumentaron como "un gesto con las mujeres en Irán y en defensa de los derechos humanos", pero se exponen a sanción. El entrenador estadounidense, Greg Berhalter, se disculpó.
En relación al equipo iraní todo indica que se han adoptado medidas estrictas. Las familias de los miembros del equipo de fútbol habrían recibido amenazas. En el caso de que los jugadores no estén a la altura en el partido, podrían sufrir prisión y torturas, según una fuente relacionada con la seguridad de los juegos, que cita la CNN. En el partido de apertura el pasado 21 de noviembre, contra Inglaterra, los futbolistas iraníes se negaron a cantar el himno nacional. Perdieron por 6-2. Miembros de la Guardia Revolucionaria Iraní les convocaron a una reunión y no fue por el resultado.
En su segundo partido, frente a Gales, que ganaron por 2-0 sí cantaron el himno. El entrenador portugués de Irán, Carlos Queiroz, asegura que sí pueden mostrar signos de protesta, siempre que estén de acuerdo con las normas de la FIFA. Queiroz también salió al paso airado por unos comentarios del ex jugador alemán Jürgen Klinnsmann, quien dijo: "No es casualidad. Es parte de su cultura, así juegan. Trabajan al árbitro, al juez de línea, al cuarto árbitro... Te hacen perder la concentración, te sacan de tu juego". Queiroz replicó: "Esos comentarios sobre la cultura de Irán, la selección nacional y mis jugadores son una desgracia para el fútbol".
Irán es un país apasionado del fútbol, de modo que tanto los ayatolás como la oposición al régimen en las calles consideran muy relevante que estos deportistas lancen señales al mundo, bien en favor del régimen, bien en contra. El equipo se reunió con el presidente Ebrahim Raisi, antes de partir, en una encuentro muy buscado por el régimen. Por ello, los iraníes que denuncian día tras día los abusos de derechos humanos de los ayatolás los consideran unos traidores.
Desde la muerte en cautiverio de Masha Amini, de 22 años, detenida por no llevar bien colocado el velo, las calles de Irán han albergado las mayores protestas antigubernamentales desde la Revolución Islámica de 1979. Al menos 305 personas, entre ellas 41 niños, han muerto, según Amnistía Internacional. Hay más de 4.000 detenidos.
Para los que demandan libertad en las calles iraníes son héroes futbolistas como Ali Daei, el mayor goleador del país, que fue invitado por la FIFA a ir a Qatar pero prefirió quedarse en Irán. La semana pasada, han detenido a Voria Ghafouri, un jugador conocido en la liga local por haber sido capitán del Teherán Esteghlal, acusado por haber degradado al equipo nacional en su cuenta de Instagram. Ghafouri denunció las muertes de kurdos iraníes. Masha Amini era kurda. Ya fue arrestado en otra ocasión por criticar al ministro de Exteriores, Javad Zarif.
Hay deportistas, sobre todo mujeres, que han asumido muchos riesgos por denunciar los abusos del régimen, que suele amenazar a las familias para doblegarlos. Así pasó con la escaladora Elnaz Rekabi, que compitió sin velo en el Campeonato Asiático, que se celebraba en Seúl en octubre. Después difundió una rectificación en su cuenta de Instagram, en la que argumentaba que le llamaron rápido a competir y por eso no llevaba el velo, y al llegar a Teherán estuvo sometida a arresto domiciliario.
La oposición y los activistas iraníes se quejan de que la FIFA no haya hecho un gesto como el realizado con Rusia que no participa por la invasión de Ucrania. Los ayatolás sueñan con repetir la gesta de 2-1 y poder atribuirse el tanto. Con la victoria frente Gales anunciaron la liberación de 715 presos, sin especificar si son los arrestados en las protestas, en un gesto propagandístico. Muchos iraníes, a pesar de su devoción por el balón, prefieren que el equipo pierda porque no se sienten representados por esa bandera con el escudo de los ayatolás.
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