Convertir el kilómetro cero del horror, las ciudades de Bucha e Irpin, en destinos turísticos. Es la oferta que Ucrania presenta esta semana en Fitur, la mayor feria de turismo del mundo en la que Rusia será la gran ausente. “Trabajamos ya en Irpin y Bucha en busca de una narrativa. Hay que hallar las palabras y el modo adecuados para contar esta horrible historia”, avanza la ministra de turismo ucraniana Mariana Oleskiv en una entrevista con El Independiente, desvelando los detalles de una iniciativa que bajo el eslogan “Conozca Ucrania, un país que maravilla”, las autoridades desarrollan cuando el plomo ruso sigue mutilando las ciudades del país.
Un ejercicio de musealización que ni siquiera ha esperado al incierto fin de la contienda. “Se trata de crear nuevas rutas de la memoria. Y es una iniciativa inédita porque lo normal es que se trabaje en este campo años después”, advierte Oleskiv. En Bucha e Irpin, en la región de Kiev, la ocupación rusa segó la vida de cientos de vecinos, cuyos cuerpos quedaron arrojados en las calles o fueron lanzados a fosas comunes que un equipo de forenses ha documentado desde la liberación de los enclaves la pasada primavera.
Bucha
El antes y después de la guerra en la Iglesia de San Andrés y Pyervozvannoho de Todos los Santos, en la localidad de Bucha. En sus inmediaciones se hallaron fosas comunes, testimonio de la ocupación rusa del enclave. El objetivo ahora de las autoridades ucranianas es, retomado el control del enclave, convertirlo esas ubicaciones en un museo al aire libre. Sobre estas líneas, un sacerdote oficia un funeral por las víctimas de las fosas comunes en Bucha.
Un inmersión en la contienda
“Hemos hablado con las comunidades locales sobre lo que quieren contar de su historia durante esta guerra. No solo para sus futuras generaciones sino para los visitantes internacionales y los propios ucranianos”, indica la ministra, de visita esta semana en Madrid. Los planes ucranianos también tienen como uno de los primeros destinos Hostómel, cerca de Kiev. En su aeropuerto se hallaba estacionado el Antonov An-225, apodado «Mriya» (sueño, en ucraniano) y reducido a un amasijo de hierros a finales del pasado febrero en un ataque ruso.
Kiev no solo propone peregrinar a los escenarios bélicos sino también sumergirse en estos meses de contienda y en el furor nacionalista que alimenta la coyuntura. “Para que el mundo conozca su poder y belleza, para conocer a la gente increíblemente valiente, para sentir el espíritu del heroísmo y el dolor, para conocer su cultura, para probar la cocina local. Para aprender a pronunciar 'Slava Ukrayini' y '¡Heroyam Slava!' (Gloria a Ucrania)”, indica la promoción. Una iniciativa similar fue lanzada hace algunos años por la Siria de Bashar Asad, devastada por una guerra civil con destacada participación rusa. La oferta de regresar a Damasco o Alepo no ha logrado despegar por los embargos occidentales que pesan sobre la dictadura baazista.
La misión última de "estos nuevos productos relacionados con la guerra" es emplear el turismo bélico como una suerte de herramienta para, a semejanza de lo que el país ha realizado desde hace un año en otros campos, vender su relato. “Es una historia que es importante que todo el mundo entienda: ¿cómo se vive una guerra durante el siglo XXI? Una contienda en mitad de Europa. No ha ocurrido nada parecido desde la Segunda Guerra Mundial. Queremos demostrar lo que Rusia es en realidad y los crímenes que está cometiendo”, agrega la titular de Turismo.
Irpin
La estatua de Taras Hryhorovych Shevchenko -poeta, escritor, artista y figura pública y política ucraniana, además de folclorista y etnógrafo- en el centro de la ciudad de Irpin. En la imagen inferior, los daños causados por la guerra en una calle de la urbe. Sobre estas líneas, vista aérea del cementerio de Irpin, con las sepulturas añadidas durante la contienda.
Otros emplazamientos susceptibles de sumarse a este itinerario son Járkov y Chernigov, escenarios del hostigamiento de las tropas de Vladímir Putin durante meses. “Son ciudades en las que la vida ha seguido a pesar de los bombardeos, con los cafés y los transportes funcionando, y donde la población continúa usando los refugios antiaéreos”, esboza Oleskiv a imagen de los refugios subterráneos que décadas después de la Guerra Civil algunas ciudades españolas han musealizado y transfigurado en estrella de su oferta turística.
Ucrania -cuyo stand ha sido cedido gratuitamente por Ifema- cuenta ya con experiencia en explotar ubicaciones asociadas al horror. En 1986 el desastre de la central nuclear de Chernóbil obligó a los habitantes de la zona a huir despavoridos. Donde una vez habitó la vida quedó la nada. Un paisaje fantasmal que desafía la naturaleza y que durante años ha sido elevado a reclamo turístico. Según datos oficiales, en 2019 -el año previo a la pandemia del coronavirus- más de 100.000 personas recorrieron el Chernóbil que quedó congelado en el tiempo.
Con la guerra sin horizonte cierto -Rusia acaba de confirmar la victoria sobre Soledar tras meses acumulando derrotas-, el plan resulta aún más utópico en el caso de Mariúpol y la península de Crimea, bajo control de Moscú. Mariúpol ha quedado completamente destruida tras meses de agónica resistencia y Crimea fue anexionada por el Kremlin en 2014. Ambas eran dos joyas turísticas que Ucrania aspira a recuperar. “Mariúpol era un destino turístico muy hermoso. Ganó el concurso para ser la capital cultural de Ucrania y había muchos planes para este 2023”, reconoce la ministra. “La ciudad lucía increíble desde su transformación de 2014, pero desafortunadamente todo ha resultado arrasado por los rusos, que en estos momentos se están dedicando a eliminar cualquier recuerdo pasado”.
Hostómel
El aeropuerto de Hostómel, en las proximidades de Kiev, fue uno de los primeros blancos de la aviación ruso. En sus instalaciones se hallaba estacionado el Antonov An-225, apodado «Mriya» (sueño, en ucraniano) y reducido a un amasijo de hierros a finales del pasado febrero en un ataque ruso.
La joya de Crimea
En el caso de Crimea, cargada de simbolismo para rusos y ucranianos, -señala la ministra- “nuestro mayor objetivo político es recuperarla y convertirla nuevamente en un destacado destino turístico porque, lamentablemente, en estos momentos no es más que la base militar desde la que Rusia para lanzar todos estos misiles para matar ucranianos”.
El turismo, que representaba el 1,4% del PIB ucraniano antes del conflicto, era un sector al alza, hoy completamente devastado. El país recibía anualmente alrededor de cuatro millones de visitantes. Según la Organización Mundial del Turismo, un conflicto largo y enquistado en el tiempo –el escenario al que parece dirigirse la invasión a gran escala– podría generar pérdidas por valor de unos 14.000 millones de euros a nivel global. “En los últimos nueve meses se han generado pérdidas del 35 por ciento de impuestos relacionados con el turismo”, advierte. “El año pasado, recibimos a poco más de 2 millones de visitantes, aunque no son realmente turistas. Son voluntarios, miembros de organizaciones internacionales o periodistas”.
En cualquier caso, la invitación que Kiev lanza en Fitur es aplazar la visita del país para cuando el ruido de la guerra enmudezca. El país perdió las conexiones aéreas el pasado febrero y su acceso está limitado a tren y carretera. “Ahora es demasiado arriesgado hacer turismo. Y no queremos lanzar ninguna señal que confunda. En cuanto sea seguro, lo comunicaremos porque no queremos que nadie venga a Ucrania cuando existe el mínimo riesgo”, apunta la ministra, volcada ahora en el turismo interior.
En un futuro próximo el turismo se convertirá en la mejor manera de sentir la verdadera historia de Ucrania en la guerra
Mariana Oleskiv, mINISTRA DE TURISMO DE uCRANIA
"Que la guerra acabe este verano"
“Hemos perdido un 50 por ciento de turistas pero el doméstico se mantiene. Los ucranianos siguen viajando porque somos un país enorme y la parte occidental ha quedado mayoritariamente al margen de la guerra. La gente se ha acostumbrado a vivir con la amenaza de los misiles. Estamos mirando hacia el futuro. Estamos aquí porque entendemos que un día los cohetes dejarán de volar sobre todo el país y el turismo puede ser una de las industrias que nos ayuden a recuperarnos más rápidamente”, detalla quien asegura que “la guerra no ha destruido las infraestructuras turísticas”.
Los planes que diseñan el futuro del turismo en Ucrania miran de reojo el curso bélico. “Tenemos cierta esperanza de que la guerra pueda acabar para este próximo verano y que podamos remontar la temporada estival”, murmura Oleskiv. “Pero también depende mucho del apoyo a Ucrania de nuestros aliados, los países occidentales”. Y concluye: “En un futuro próximo el turismo se convertirá en la mejor manera de sentir la verdadera historia de Ucrania en la guerra. No se trata de hechos y noticias. Sino sobre la verdadera comprensión de la nación, que detuvo a las tropas rusas de ir más allá. En el futuro, el turismo se convertirá en una de las cosas más importantes para entender, sentir y percibir el papel de Ucrania en el rompecabezas mundial”.
Portazo al turista ruso
Hasta la guerra en el Donbás, hace ya casi dos lustros, el ruso era el mercado principal de Ucrania. Un turista que ha desaparecido, al menos de la zona del país controlada por Kiev. "Sólo después de que Rusia se replantee por completo su actitud hacia el mundo y Ucrania en particular, y tan pronto como se reconozcan sus crímenes", responde la ministra sobre un hipotético retorno de los visitantes rusos. "Quizás sean los hijos de los actuales los que vengan para ver lo que hicieron sus mayores. Este tipo de turismo es posible, pero queda mucho tiempo. Hace muchos años mucha gente no pensaba que la Alemania nazi se derrumbaría. Y lo hicieron. Hoy se visitan los campos de concentración. Lo que esperamos es el día en el que la guerra termine y no solo Ucrania sino el mundo civilizado ganen". / En la fotografía, teatro de Leópolis.
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