Alejando León, responsable de los Salesianos en Oriente Medio, lleva 12 años en Siria. Ha visto cómo el pueblo sirio sufría una guerra atroz y ahora ha sido testigo de dos de los mayores terremotos que se recuerdan en el sur de Turquía y noroeste de Siria. Han muerto ya 16.170 personas en Turquía, 1.262 en las áreas gubernamentales de Siria y 1.930 en la zona rebelde. En total, 19.362 fallecidos y cerca de 70.000 heridos.

El padre León, venezolano de 43 años, vivió el terremoto en Kafroun, entre Damasco y Alepo, pero rápidamente se trasladó al Centro Don Bosco de Alepo a prestar asistencia a los supervivientes. Confiesa que el pueblo sirio ha vuelto a sorprenderle. "Después de 12 años de guerra, y ahora este terremoto, los sirios siguen luchando por la vida".

"Veo ese deseo de luchar por la vida en los jóvenes, que se han quedado sin casa, y aún así tratan de jugar con los más pequeños para entretenerlos. También en los que desde el primer momento se lanzaron a ayudar para limpiar los escombros. Hay mucha solidaridad", señala Alejandro León, en conversación telefónica con El Independiente desde Alepo.

El primer día durmieron en la Fundación Matilde Salem de los Salesianos de Don Bosco en Alepo unas 500 personas. Llovía sin parar esa jornada y la gente sabía que allí serían bien acogidos. Los que sobrevivieron al terremoto se encontraron el lunes a la intemperie, con temperaturas bajo cero. El centro había resistido bien la embestida del seísmo y allí se sentían seguros.

Han habilitado el centro con colchonetas en las salas más grandes para dar refugio. En cada aula hay cuatro o cinco familias. El segundo día se quedaron 420 personas. El número irá variando.

"Nosotros vamos día a día. Hay muchísima gente que se ha quedado sin casa. Les damos comida, un techo, y todo el apoyo que podemos. Ahora damos lo que teníamos o lo que nos donan, pero vamos a necesitar más recursos", relata León. En el centro habitualmente atienden a niños y jóvenes. Ahora llegan a sus dependencias ellos y sus familias y conocidos.

Mucha gente tiene miedo porque no sabe qué pasará ahora. Los sirios creen que van a continuar los movimientos sísmicos"

“A punto de cumplirse 12 años del inicio de la guerra en Siria, los terremotos lo han tenido fácil para que los edificios más dañados por las bombas no resistiesen”, recuerda el misionero salesiano. “Mucha gente que ha perdido lo poco que tenía y ahora tiene miedo porque no sabe qué pasará ahora. Los sirios creen que van a continuar los movimientos sísmicos todo el mes de febrero, y que incluso serán más fuertes. Tienen miedo al futuro. Las casas que han quedado en pie tienen grietas y no saben si habrá que volver a construirlas. Hay mucha incertidumbre", añade.

En Turquía las operaciones de rescate han salvado a más de 8.000 personas. Y se cobija a unas 400.000 personas en varios centros en las diez ciudades declaradas en estado de emergencia. El acceso es más complicado en el noroeste de Siria, aunque Alepo queda en zona gubernamental. Es peor la situación en la zona rebelde, donde no está llegando la asistencia humanitaria.

Apunta el padre León la tragedia de los jóvenes sirios que ahora tienen 18 años y que solo tienen recuerdos de guerra, destrucción, crisis económica, pandemia y ahora el terremoto. "Aún así son quienes cuidan de los menores", añade. Intentan evitar que los niños sean presa del pánico. Afortunadamente muchos de ellos son tan críos que no se percatan de todo lo sucedido.

Confiesa el experimentado misionero que "estos años en Siria me han enseñado a valorar la vida. He aprendido más de Dios con la gente que en el seminario. Siempre pienso que yo puedo salir de aquí. Ellos no tienen más opciones".

Junto a Alejandro León cumple una labor de voluntariado el misionero laico venezolano Mateo Colmenares, que sintió en Alepo el terremoto. Relata que estaba en su cuarto en el oratorio salesiano. "El edificio es antiguo pero aguantó aunque las paredes están agrietadas. El estruendo fue enorme".

Mateo Colmenares está ayudando a los sirios supervivientes, así que apenas ha visto cómo ha quedado la ciudad, pero le han mostrado fotos de la destrucción. "En primer lugar, les ofrecemos un lugar donde descansar. La gente va a sus casas y mira a ver si pueden quedarse o no. Estamos dándoles alimentos y también contamos con una asistente psicológica, También desde la fe", señala.

Las familias no tienen nada y aún así te ofrecen un caramelo o una sonrisa"

mateo colmenares, voluntario en alepo

"Es un pueblo que ha sufrido muchos golpes, pero he visto que ha aprendido cómo llevar adelante esta experiencia. A pesar de tanto sufrimiento, intentan sobreponerse y se han volcado para ayudar en la logística", señala el misionero, quien reconoce que en momentos así "se mezcla el miedo, la miseria, la esperanza, la fe, incluso la alegría de poder ayudar".

Es la primera vez que vive un terremoto, aunque sí ha ayudado en tragedias humanitarias como el deslave en Venezuela en 2000. "En un seísmo no sabes qué hacer. Piensas de todo", cuenta. También le han impresionado los jóvenes que han perdido lo que tenían y están echando una mano. "Las familias no tienen nada y te ofrecen lo poco que tienen: un caramelo o una sonrisa. Es un pueblo muy sufrido y muy solidario con el necesitado".

Recuerda el misionero laico a un hombre mayor que dormía en una silla primero y luego incluso estaba de pie. "Perdí la casa. Todo quedó dañado", le dice el hombre. Al intentar consolarlo, el hombre le tranquiliza: "No pasa nada. Todo está bien". Sin desesperación. Sin angustia. Sin temor.


En Misiones Salesianas han lanzado la campaña Emergencia humanitaria en Siria para ayudar a los damnificados por los terremotos.