En febrero de 2011 se convirtió en el primer periodista al que Rusia vetaba la entrada desde el fin de la Guerra Fría. Luke Harding (Nottingham, 1968) era entonces corresponsal de The Guardian en Moscú, ciudad en la que estuvo destinado desde 2007. Confiesa que desde que cubrió la invasión rusa de Georgia en el verano de 2008 supo de lo que era capaz el líder ruso, Vladimir Putin, para evitar que los Estados que habían estado en su órbita se acercaran a la Unión Europea y la OTAN. Aquello fue una primera llamada de atención a la que siguió la anexión de Crimea y parte del Donbás en 2014. En su libro Invasión. La sangrienta guerra de Ucrania y la lucha de un pueblo por su supervivencia, editado por Deusto, Harding describe la intrahistoria de la agresión rusa con rigor periodístico y brillantez narrativa.
Arranca la víspera de la invasión cuando acudió a una cena en casa del autor ucraniano Andrei Kurkov. Pocas horas después Putin anunciaba la "operación militar especial" para "desnazificar" y "desmilitarizar" Ucrania. Harding es de los pocos periodistas a los que no sorprendió la decisión de Putin. En su libro Mafia State, de septiembre de 2011, describe cómo Rusia opera como un Estado mafioso y cómo él fue víctima de persecución y acoso. Investigó el asesinato del ex agente de los servicios secretos rusos Alexei Litvinenko, envenenado tras sus denuncias contra Putin por su implicación en actos terroristas, y fruto de su trabajo publicó Un veneno muy caro: la historia definitiva del asesinato de Litvinenko (2016). También desveló la infiltración rusa en la campaña de Donald Trump en Collusion: Secret Meetings, Dirty Money, and How Russia Helped Donald Trump Win (2017). Ha cubierto la guerra en Ucrania desde 2014 y anteriormente estuvo en Afganistán, Irak y Libia. Confiesa que tiene curiosidad por ver la carpeta que el Kremlin debe de tener sobre él. "Debe de ser voluminosa", bromea. Hablamos con Luke Harding días antes de su vuelta a Ucrania, desde donde informa estos días en que se cumple el primer aniversario de la guerra. "No va a finalizar este año. Va a ir a peor desgraciadamente porque Ucrania tiene que ganar y Rusia aún cree que puede ganar", señala el periodista.
"Georgia fue una lección brutal. Allí me di cuenta de que el Kremlin no cree que estos Estados vecinos postsoviéticos sean realmente soberanos, realmente independientes. Mantiene que tiene intereses en política exterior y de seguridad y que puede vetar determinadas decisiones. En 2010 escribí en The Guardian que a los rusos les resultaría muy fácil tomar Crimea, algo que pasó cuatro años después, cuando también llevaron a cabo una operación especial en el Donbás. De este modo, cuando vi cómo los rusos concentraban tal cantidad de tanques, vehículos blindados, convoyes con combustible enviados a Bielorrusia desde Crimea, estaba seguro de que Putin iba a invadir, o al menos iba a extender la guerra ya existente", relata Harding.
Hace un año la mayoría no lo tenía tan claro. Incluso los ucranianos con los que Harding cenó la víspera no lo querían ver. El presidente ucraniano, Volodimir Zelenski, también tardó en darse cuenta de que con Putin "si hay una opción mala y otra terrible, siempre optará por la terrible, y en ese caso era la invasión de Ucrania a gran escala".
Lo que pasa en Ucrania forma parte del proyecto imperial de Putin. Para él, Ucrania ni existe ni tiene derecho a existir"
Harding nos cuenta cómo en Invasión trata de reflejar cómo piensa Putin y la gente que le rodea, la mayoría gente que procede del KGB como él. "Está en guerra permanente con Occidente, como en la Guerra Fría. Para ellos, la Guerra Fría terminó en falso y ahora quieren ganar y humillar a Estados Unidos en particular. Quieren refundar Rusia como una gran potencia con países satélites. Lo que pasa en Ucrania forma parte del proyecto imperial que tienen en mente. Para Putin, Ucrania ni existe, ni tiene derecho a existir, de modo que o bien los ucranianos obedecen y se convierten en buenos rusos, o serán exterminados".
Hay paradojas en la evolución de Putin que llaman la atención del periodista como el hecho de que un líder como Putin, formado en la KGB y la atea Unión Soviética, ahora "resucite ideas imperialistas con una Rusia ortodoxa que recoge en su seno espiritual a Bielorrusia y Ucrania, y por qué no los Balcanes". Cuenta con el apoyo el patriarca ortodoxo, que proviene del KGB también. Pretende restablecer la zona de influencia de la Unión Soviética en Europa Central y Oriental con tropas ocupando la mitad de Europa. Así se explica que se vea "en el derecho de cambiar fronteras, bombardear ciudades o poner patas arriba el orden internacional".
A su vez, Harding explica que con el libro también ha querido poner el foco en las historias humanas, con el fin de que no nos olvidemos de quienes están padeciendo esta invasión, por un lado, y a su vez "ayudar a combatir la propaganda rusa, que cala en determinados sectores en nuestros países, desde el Reino Unido a España o Hungría, sobre todo entre sectores de la extrema izquierda y la derecha nacionalista".
Recuerda que viajó por primera vez a Ucrania en 2007 y desde entonces ha seguido la evolución política del país, desde la época de Yuschenko, Tymoscheno y luego Yanukovich. "Había un caleidoscopio de personalidades, oligarcas, gobiernos en la sombra, historias de corrupción. Y así llegamos a 2014, el año del Maidán, cuando todo pivotaba en una lucha contra la antigua potencia colonial, con los levantamientos contra Yanukovich. Y si algo tengo claro después de todos estos años es que los ucranianos no son rusos, como sostiene Putin en su ensayo histórico del verano de 2021. Los ucranianos están luchando con pasión y están haciendo grandes sacrificios. Putin no combate solo al Ejército ucraniano”.
Los ucranianos ya han ganado porque han demostrado que son un Estado con todo derecho"
Si hay algo que precisamente llama la atención en esta guerra es cómo los ucranianos aportan lo que pueden para conseguir la victoria. Su compromiso no tiene fisuras. Y eso Putin no se lo esperaba. "Está luchando contra un país de más de 40 millones de habitantes. Unos están en el frente, otros en sus negocios, hay quienes compran drones, o aportan su conocimiento en logística militar. Lo que es interesante en Ucrania es que funciona como una sociedad en red, una sociedad horizontal, al contrario de Rusia, que es feudal". De alguna manera, como relata en el libro Harding, "los ucranianos ya han ganado, porque si algo ha demostrado esta guerra es que son un Estado de todo derecho".
Tampoco contaba Putin con tener enfrente a un líder como Volodimir Zelenski, a quien Harding dedica un capítulo titulado "servidor del pueblo”, el nombre de su partido y de la serie de televisión con la que se hizo popular. Realmente es lo que ha demostrado al resistir en Kiev desde el primer momento. Evoca Harding esa primera foto cuando Zelenski dijo: "Aquí estoy" ante la Casa con Quimeras en Kiev.
Desde entonces, ahí ha seguido al frente de su pueblo. "Zelenski es como cualquiera de los voluntarios ucranianos y por eso se viste como ellos con la camiseta caqui. Parece un ciudadano normal y corriente pero está siendo excepcional en tiempo de guerra, en medio de tanto sufrimiento y muerte. Y eso Putin no puede entenderlo. Jamás lo entenderá. Zelenski es el hombre del momento, el líder del mundo libre, si el mundo libre es un concepto que sobreviva".
Es un hecho que esta guerra es el mayor conflicto que vive Europa desde 1945. Es una guerra en las que en el frente se escucha el sonido de la artillería, y en la ciudades el ulular de las sirenas antiaéreas. Harding advierte de que sin olvidar esta realidad no hemos de dejarnos aterrorizar porque esa es una de las estrategias de Putin. “Pretende chantajear a los países democráticos y trasladar la idea de que es imposible que gane Ucrania”.
Putin está obsesionado con su supervivencia. No es alguien que vaya a presionar el botón nuclear porque le aterroriza que le maten"
En realidad, confiesa Harding, que sigue muy de cerca a Putin desde hace más de 15 años, "Putin es un cobarde, obsesionado con su propia supervivencia. Le aterroriza el contacto con la gente. Hay una sensación de que su tiempo se agota. Tiene 70 años y solo le preocupa su salud, su poder y su dinero. No es alguien que vaya a presionar el botón nuclear porque le aterroriza que EEUU respondiera con una bomba y le mate", señala el autor de Invasión. Lo que sí es cierto, añade, es que "no le importan los soldados rusos que puedan morir en Ucrania, ni nada que no sea él mismo. Es un dictador al frente de un régimen fascista".
Y en Ucrania se han cometido crímenes de guerra. Incluso se está investigando si se trata de genocidio lo que Harding y otros periodistas han visto en Bucha o en Mariúpol, ciudad que recuerda llena de vida y que ha acabado arrasada como una nueva Guernica. "Ahora es una ciudad fantasma después del asedio que sufrió. Eso es fascismo del siglo XXI. No habíamos visto un comportamiento así en Europa desde hace tiempo".
Aunque reconoce que no es abogado, como periodista afirma que hay mucha documentación sobre los abusos cometidos por las tropas rusas en Bucha. "He hablado con gente que me ha llevado donde les torturaron los soldados rusos, en comisarías, o en el zoo. Me contaron que les aplicaron descargas eléctricas. Y luego vimos las fosas comunes". En su libro recuerda el caso de Volodimir Cherednichenko, un joven que acabó ejecutado por llevar en su móvil una foto de una columna rusa destrozada.
"Cada cuerpo hallado en las fosas comunes es de un ser humano con familia, con una historia. Son crímenes. Creo que es un genocidio y una vez que acabe la guerra, espero que haya justicia y Putin y los suyos tengan que rendir cuentas. Putin parece eterno, pero quizá dentro de cinco o diez años será posible juzgarle por estos asesinatos", apunta Harding. No ve posible un golpe palaciego en Moscú, y en caso de que algo le pasara a Putin, será reemplazado por otra figura similar.
Y esto sucede a tres horas de avión de Madrid o Londres. En Europa. El sufrimiento en Ucrania es inmenso. "Han perdido mucho y no se fían de Putin. Si hubiera un acuerdo, Putin aprovecharía para reforzarse y atacar de nuevo en un tiempo, seis meses, un año", señala. Y es más, Harding está convencido de que no pararán y luego irán a por Moldavia, que será más fácil que conquistar que Ucrania. O se planteará incluso los Bálticos. "Tiene la mentalidad del acosador o del psicópata. No hay forma de razonar con un psicópata. No hay manera de dialogar o de buscar salidas diplomáticas".
Lo que vemos en Rusia es fascismo y una mayoría apoya a Putin. Sin entusiasmo. Una minoría es ferviente partidaria y otra minoría se opone a la guerra"
Aunque le da cierto reparo hacer comparaciones históricas, reconoce similitudes con los años 30. "Lo que vemos en Rusia es fascismo y desgraciadamente una mayoría en Rusia apoya a Putin. Sin entusiasmo. Una minoría son fervientes partidarios y otra minoría se opone a la guerra. El Kremlin lo plantea como una guerra patriótica por la supervivencia de Rusia, una guerra contra Occidente y contra Estados Unidos. Putin considera que las naciones fuertes tienen derecho a imponerse a los más pequeños y no respeta las reglas del derecho internacional. Pero ha logrado lo contrario, ha reforzado a Occidente como concepto estratégico. La OTAN ahora tiene una finalidad y un momentum, con Suecia y Finlandia a sus puertas". No todo el mundo está comprometido en esta guerra y llama la atención cómo China se queda al margen, aunque su relación con Rusia es pragmática, no de amor, y no ha aportado armamento a Moscú.
Como consecuencia de la invasión rusa, "los ucranianos quieren volver a sus fronteras de 1991, cuando se independizaron, recuperar Crimea. ¿Quién les va a decir que no tienen derecho? Son ellos los que han de definir la victoria y cuándo termina la guerra. Mientras tanto, hemos de ayudarles en todo lo que podamos económica y militarmente", dice Harding, quien considera meritorio cada viaje de un dirigente extranjero a Kiev para mostrar apoyo a Zelenski y su pueblo. Es lo que salva a Boris Johnson, el ex primer ministro británico, después de sus escándalos del Partygate. Nos confiesa que los ucranianos aprecian mucho la solidaridad de los españoles.
Evoca sus conversaciones con soldados en el frente por si acaso alguien tiene dudas. "Cuando les preguntas por qué luchan, contestan claramente: ‘Por mi familia, por mi ciudad, por mis amigos, por mi país, por mi presidente. Por nuestra supervivencia, por nuestro modo de vida, por nuestro derecho a elegir’. Y eso lo dicen desde el corazón, jugándose la piel".
Viene una tormenta. Rusia va a movilizar a miles de efectivos y va a intentar una ofensiva masiva"
LuKe harding
Ucrania tiene que ganar y Rusia cree que puede ganar. Rusia necesita presentar algo que parezca una victoria"
¿Qué nos espera en 2023? Harding cree que se aproxima "una tormenta". "Rusia va a movilizar a cientos de miles de efectivos y va a intentar una ofensiva masiva. Putin cree que puede ganar la guerra si cuenta con suficiente fuerza en el campo de batalla. Pero los ucranianos van a hacer todo lo posible por detenerlos. Y por ello necesitan armamento como los Leopard que han reclamado. Es difícil saber qué va a pasar pero no va a terminar este año, va a ir a peor, porque Ucrania tiene que ganar y Rusia cree que puede ganar. Rusia necesita presentar algo al pueblo ruso que parezca una victoria, de modo que necesita al menos todo el Donbás. Y quizá entonces quiera parar. Pero solo será una parada táctica y ese acuerdo será un engaño".
Harding ha escrito sobre la invasión rusa con pasión, lo reconoce, sin dejar de lado el rigor periodístico. Pero lo que está pasando en Ucrania conmueve moralmente. Reconoce que con frecuencia piensa en los parientes que han encontrado a sus víctimas en fosas comunes en Bucha, en los que se quedaron atrapados y murieron en Mariúpol, en tantas víctimas inocentes. "Es un festival de la muerte. Una lucha del bien contra el mal. Los rusos quieren destruir Ucrania y los ucranianos están agarrándose a la vida como pueden y confían en que Occidente les ayude a mantenerse en pie".
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