"Nadie imaginaba que pudiera producirse una guerra. Y fuimos testigos de cómo sucedía lo inimaginable. Ahora nadie vislumbra el final. Y habrá un final. En último término la guerra es política… La guerra terminará cuando las victorias militares en Ucrania alteren la realidad política rusa. Y ese proceso ya ha empezado". El historiador Timothy Snyder, especialista en Europa Central y Oriental, anticipaba en otoño pasado en su blog un gran impacto en el Kremlin de la invasión rusa de Ucrania, presentada como "operación militar especial" para "desnazificar" y "desmilitarizar" el país vecino por Vladimir Putin el 24 de febrero de 2022. Una guerra que no se podía nombrar. Lo que iba a ser un paseo triunfal, como lo fue la anexión de Crimea en 2014, se está convirtiendo en un calvario, en el Vietnam de Putin.
Como le ocurrió a EEUU en Vietnam en 1965 y a la URSS en Afganistán en 1979, Putin está empantanado porque no contaba con que iba a enfrentarse a 40 millones de ucranianos, unidos en la defensa de su vida, su familia, su patria, comandados por un líder como Volodimir Zelenski, que le ha ganado la batalla del relato al menos en Occidente. Hay un agresor, Rusia, y un agredido, Ucrania. Y en defensa de la supervivencia de un Estado soberano y de sus valores se han alzado poderosos aliados como Estados Unidos, Reino Unido, y la Unión Europea, comandada por una Polonia que conoce bien al Kremlin. La única certeza es que el periodo de paz en Europa ha terminado.
"Ucrania será el Vietnam de Putin: allí ganaron las hormiguitas", comentaba en marzo pasado Carmen Claudín, investigadora senior asociada del CIDOB. Con el tiempo, Claudín, gran conocedora de Rusia y el espacio post soviético, se ratifica en su análisis y añade: "La victoria rotunda de Ucrania es lo más positivo para los europeos y para Rusia. Solo con una victoria militar clara habrá posibilidad de un futuro democrático en Rusia. Para tomar Bajmut, la supuestamente poderosa maquinaria militar rusa lleva meses. Eso nos hace considerar que la victoria de Ucrania es posible".
Según escribe Harlan Ullman, asesor senior en el Atlantic Council, en Daily Times Lyndon Johnson y Vladimir Putin cometieron errores similares. "EEUU esperaba que el Viet Cong y las fuerzas vietnamitas cayeran rápidamente por la superioridad de los efectivos estadounidenses. A pesar de que EEUU empezó ganando las batallas y hubo muchos muertos vietnamitas, Hanoi no se rindió. Putin también creyó que su ejército iba a capturar rápidamente Kiev y el gobierno de Zelenski caería". Pero no fue así.
A los tres días del inicio de la invasión, el presidente Zelenski se plantó y dijo: "Ya tut (aquí estoy)". Seguía en Kiev. Rechazó cualquier intento de dejar Ucrania con su conocida frase ("quiero munición y no un paseo") y lideró la batalla contra el invasor. Junto a él, prácticamente los 40 millones de ucranianos se han mostrado dispuestos a luchar, unos en el frente, otros con campañas de recogida de fondos para comprar drones o armas, y los más de ocho millones que tuvieron que salir del país, en su mayoría mujeres y niños, contribuyen como pueden a la victoria.
El plan A falló como resultado de un exceso de confianza, mala información, una logística execrable y un liderazgo terrible sobre el terreno"
Como señalaba el almirante retirado estadounidense James Stavridis en Time, "el plan A falló como resultado de un exceso de confianza, mala información, peor comando, una logística execrable y un liderazgo terrible sobre el terreno". Al igual que en el caso de Vietnam, Putin no contaba con que "la mayoría de la población en Ucrania se iba a oponer” a sus planes. "En lugar de ser recibidos con botellas de vodka, les lanzaron cócteles Molotov", señala gráficamente Stavridis.
Al fallar el plan A, tomar Kiev y cambiar su gobierno, Rusia tuvo que recurrir al plan B, una guerra de desgaste, en la que los avances son lentos sobre el terreno. Además se ha visto sorprendida por ofensivas como la de Járkov, cuando Ucrania recuperó gran parte de este Oblast (provincia), o en noviembre cuando tomaron Jersón, la única capital que estaba en manos del Kremlin, y que en teoría había sido anexionada a la Federación Rusa por un referéndum ilegal, al igual que Donetsk, Lugansk y Zaporiya.
En este plan B combina esta táctica con crímenes contra la Humanidad, bien torturas y abusos como los cometidos en Bucha o Irpin, el asedio brutal padecido en Mariúpol, una nueva Guernica, la amenaza nuclear con la toma de la central nuclear de Zaporiya, o el ataque a infraestructuras básicas para dejar sin agua, luz o calefacción a los ucranianos. Ni siquiera estos zarpazos les han hecho sucumbir. Más del 90% de los ucranianos apoyan que hay que seguir adelante hasta la victoria. El gobierno ucraniano demanda a Rusia que devuelva los territorios que tomó en 2014, incluida Crimea.
Una sangría peor que Afganistán
Al contrario de lo que preveía Putin, la guerra en Ucrania está siendo una sangría, de mayores dimensiones a Afganistán, donde las fuerzas soviéticas estuvieron diez años. En los primeros siete meses ya se habían superado con creces las bajas y las pérdidas de material, salvo helicópteros y camiones. En Afganistán perdieron la vida 14.453 soldados soviéticos y resultaron heridos 53.753. En agosto, el Pentágono estimaba que el número de víctimas, entre muertos y heridos, superaba los 70.000.
En la batalla en el este, según fuentes de la OTAN, Rusia está perdiendo unos 2.000 soldados cada 100 metros. Rusia quiere a toda costa controlar Donetsk. “Están debilitados y desmoralizados”, dijo el secretario de Estado de EEUU, Lloyd Austin, en la última reunión en Ramstein.
Los últimos datos de fuentes occidentales apuntan que la guerra se habría cobrado unas 150.000 víctimas rusas y otras 150.000 ucranianas. Más de 30.000 civiles habrían perdido la vida. Al menos 500 niños han muerto en el conflicto. Han sido deportados unos 15.000 niños a territorios controlados por Rusia contra la voluntad de sus padres según una investigación de la Unión Europea de Radiodifusión. Están investigándose unos 65.000 crímenes de guerra, según el comisario de Justicia, Didier Reynders.
Un conflicto con características propias
Los analistas militares están siguiendo la evolución de la guerra con atención. Hay una combinación de utilización de artillería y la vuelta al carro de combate con la tecnología más sofisticada para obtener información. Según el teniente general en reserva, Francisco Gan Pampols, "desde el punto de vista militar lo más revelador de este conflicto es, en primer lugar, la supervivencia de sistemas de mando y control basados en tecnología civil tipo satelital como Starlink y algunas plataformas, la compañía que cedió su uso Elon Musk al ejercito ucraniano". En segundo lugar, añade, "es muy llamativa la obtención de información y la elaboración de inteligencia y su difusión en tiempo real o casi real que ha servido para orientar la maniobra de las unidades sobre el terreno, y muy especialmente al ciclo de localización y destrucción de objetivos, lo que se llama el targeting".
También destaca Gan Pampols cómo se ha impuesto “el triunfo de la autonomía y las pequeñas unidades basadas en el mando orientado a misión, es decir, amplia iniciativa, único propósito, el del mando superior, y estado final deseado que se alcanza con los medios que tiene el mando a cada nivel sin necesidad de tener que recibir órdenes expresas. Esto redunda en el reforzamiento del liderazgo a todos los niveles, desde el nivel político hasta unidades más elementales, secciones y compañías. Asimismo se ha recurrido a unidades controladas remotamente para adquirir información, radiodifusión y destrucción de objetivos”.
Como gamechangers, destaca Christian D. Villanueva, de la Revista Ejércitos, en la primera fase fueron las armas contramarco modernas suministradas a Ucrania (Javelin, NLAW...) en combinación con los drones para ISR. Más adelante,pasaron a serlo los HIMARS al permitir a Ucrania erosionar la logística rusa y con ello su capacidad de combate. En fecha más reciente, aunque no es un game-changer como tal, el elemento determinante está siendo la infantería, en términos de las bajas que Rusia está asumiendo para lograr pequeños avances y desgastar a Ucrania”.
Y, por último, pero muy significativa a juicio del teniente general en la reserva, sería la guerra de la información. "Zelenski ha construido un relato sólido para galvanizar a la población y las Fuerzas Armadas, algo que no ha conseguido Putin. Sus unidades están bajas de moral".
Según Christian D. Villanueva, "el escenario más previsible es que Rusia gane algunos territorios en Donetsk y Lugansk en las próximas semanas y meses, antes de que Ucrania lance su ofensiva al final de la primavera o el verano. En el mejor de los casos, esto podría propiciar negociaciones en otoño. En el peor, una congelación del conflicto. Aunque hay elementos que podrían transformar la guerra y ahora no se contemplan, como la entrada en liza de nuevas armas o una escalada ya sea vertical u horizontal".
El presidente ucraniano ha insistido desde el principio en la necesidad de ayuda de Estados Unidos y sus aliados para vencer a Rusia. Empezó reclamando la zona de exclusión aérea, lo que no se ha aplicado, y siguió insistiendo en que el armamento de tecnología OTAN era imprescindible. Siempre comienza con un rechazo ante el temor a una escalada, un factor al que recurre el Kremlin para neutralizar a os aliados de Kiev, pero poco a poco los ucranianos han conseguido que su mensaje cale.
Zelenski ha hablado para conseguirlo ante los principales parlamentos del mundo, incluido el español. También se ha desplazado recientemente a Washington, en diciembre pasado, y a Bruselas, donde intervino ante el Consejo Europeo y el Parlamento Europeo en este mes de febrero. Ante los europarlamentarios, Zelenski dijo: "Estoy aquí para defender el camino a casa de todos los ucranianos, piensen lo que piensen. Para Ucrania, Europa es el camino a casa. Todos han de disfrutar de la historia común europea. El modo de vida europea ha intentado ser destruido con esta guerra. Quieren acabar con Ucrania. Y después irán a por el modo de vida que comparten los Veintisiete. Esta guerra total no va dirigida contra un solo país. Hay un dictador muy bien abastecido, por Irán, por ejemplo, que lucha contra el valor de la vida humana”.
Como señala Andrei Kolesnikov, investigador del Carnegie Endowment for International Peace, "el nivel de represión en Rusia no tiene precedentes y mientras Putin sigua al mando no hay posibilidad de cambios. Es capaz de presentar cualquier fracaso como victoria".
Estados Unidos lidera el apoyo a Ucrania con una ayuda militar, financiera y humanitaria que ronda a estas alturas los 65.000 millones de dólares. Recientemente, ante la reticencias de Alemania a aprobar el envío de carros de combate pesados Leopard 2, el presidente Joe Biden dio luz verde a la entrega de 30 Abrams, aunque los Leopard son más prácticos para los ucranianos y usan un combustible más económico. Pero Alemania no quería cruzar esa línea roja sin Washington. La coalición de los Leopard, de la que España forma parte, se formó gracias al empuje de Polonia, que ha ido en vanguardia en esta guerra y que se ha convertido en el interlocutor de confianza de EEUU. El presidente Biden visita Polonia este lunes.
Más acción en Europa
La Unión Europea ha estado a la altura, aunque siempre va por detrás de lo que precisan los ucranianos. Este 24 de febrero se prevé que apruebe el décimo paquete de sanciones, que afectará al sector tecnológico y se ha impuesto el embargo del petróleo ruso y derivados. "Aunque los expertos dicen que las sanciones producen el efecto deseado, es cierto que actúan lentamente. Sí es cierto que las sanciones han convertido a Rusia en un Estado paria. Lo han aislado cada vez más del sistema financiero internacional".
También la UE aporta ayuda militar a través de la European Peace Facility y la nueva misión de entrenamiento (EUMAM Ucrania). España participa en el entrenamiento de forma activa: unos 2.000 soldados ucranianos pasarán por el Toledo Training Command este año. También recibirán formación en nuestro país los tripulantes de los Leopard. A su vez, España ha aprobado recientemente reforzar el flanco oriental con una batería de misiles antiaéreos.
En el gobierno español, coexisten los socialistas que apoyan sin fisuras a Ucrania frente a la agresión de Putin, y Unidas Podemos que insisten en que no se envíen armas porque hacen posible la escalada y atizan la guerra. Como dijo Borrell esta semana en el Parlamento Europeo: “No entiendo cómo desde la izquierda se dice que la situación pasa por dejar de ayudar militarmente a Ucrania. No entiendo el filoputinismo o la extrema ingenuidad. El problema de Zelenski es que le sobran aplausos y vivas a Ucrania y le faltan municiones. ¿Saben por qué? Porque los aplausos son gratis”.
Lo que habría que hacer ahora es empezar a planificar a largo plazo. La guerra está en Europa. La prioridad es reponer nuestros stocks de defensa vía UE, como las vacunas, y hacer que la ayuda a Ucrania sea sostenible"
borja lasheras, autor de 'estación ucrania'
Esta semana hemos escuchado al secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, reconocer que en Ucrania se está gastando mucha munición y que hay que producir más. Rusia tiene una industria al servicio de la guerra y, sin embargo, muchos países europeos llevaban años con sus presupuestos de defensa congelados, a pesar de las quejas de EEUU en la OTAN, una alianza que se ha revitalizado con la guerra hasta el punto de que países tradicionalmente neutrales como Finlandia o Suecia están a sus puertas.
Stoltenberg ha dicho que el mínimo será el 2%, no el objetivo. El canciller alemán, Olaf Scholz, anunció apenas tres días después de la invasión rusa un giro de 180 grados en la política de defensa, lo que llamó el Zeitenwende: la inversión superará los 100.000 millones de euros. Por efecto de la posguerra fría, por ejemplo, Alemania, fabricante de los Leopard, apenas conserva un par de cientos de unidades.
“Hay que hacer mucho más y mucho más rápido, debido a los planes rusos de alargar la guerra e intensificar los ataques contra Ucrania. Los objetivos maximalistas rusos no han cambiado. Es un hecho que estamos llegando tarde”, señala Borja Lasheras, autor de Estación Ucrania: el país que fue y senior fellow en CEPA.
“Lo que habría que hacer ahora es empezar a planificar a largo plazo. La guerra está en Europa. La prioridad es reponer nuestros stocks de defensa vía UE, como las vacunas, y hacer que la ayuda a Ucrania sea sostenible”, añade Lasheras. “La premura es garantizar la supervivencia de Ucrania y eso significa contribuir a su defensa, que es la nuestra”.
Hay lecciones que los europeos hemos de tener en cuenta de lo sucedido desde el 24 de febrero de 2022 en Ucrania. La más importante sería que “la arquitectura de seguridad europea ha colapsado y no hay vuelta posible al statu quo anterior”, en palabras de Nicolás de Pedro, senior fellow en el Institute for Statecraft.
La guerra es y será una realidad mientras tengamos un vecino como la Rusia de Putin, por su cultura estratégica y la naturaleza de su sistema político"
nicolás de pedro, i. for statecraft
“La guerra es y será una realidad mientras tengamos un vecino como la Rusia de Putin, por su cultura estratégica y la naturaleza de su sistema político. Y en ese caso hay que prepararse para mitigar la amenaza. No es una vía el apaciguamiento, que sirvió para alentar a Putin a invadir”, añade De Pedro, quien subraya que el gasto en defensa será a partir de ahora fundamental. “En Europa se han generado cambios en los equilibrios de poder: los centroeuropeos, bálticos y EEUU desconfían de Berlín y París. Reino Unido está jugando un papel más central. A España esto le afecta porque delega demasiado en Bruselas. Ha de asumir con urgencia que para que haya hospitales y escuelas hemos de invertir en defensa también”. Países como Polonia, cuya tesis sobre el peligro que suponía Rusia se ha demostrado cierta, cobran cada vez más peso.
Con los medios adecuados, Ucrania puede ganar la guerra. Hay una ofensiva en ciernes, y será muy dura. Tendrá que ser Ucrania quien fije qué significa esa victoria. Son los ucranianos los que están en primera línea de frente. Pero en Europa hemos de ser conscientes que hemos sido expulsados del jardín del Edén en el que hemos vivido los últimos 75 años. En palabras de Mijail Bulgakov en La guardia blanca, "hubo paz en un tiempo, pero ahora esa paz ha muerto".
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