Veo la guerra (…) propagarse por todas partes, penetrar por todas partes, robar, encarcelar, estar por todas partes, unida a todo, mezclada, presente en el cuerpo, en el pensamiento, en la vigilia, en el sueño, siempre, presa de la pasión embriagadora de ocupar el territorio adorable del cuerpo (…) de los menos fuertes, de los pueblos vencidos, porque el mal está ahí, a las puertas, contra la piel.
Marguerite Duras, El amante
Hace un año, cuando acababa de empezar la guerra, publicamos una carta abierta dando voz a los rusos que están en contra de la agresión rusa en Ucrania y pidiendo implementar sanciones más eficaces. Muchas cosas han cambiado desde entonces, pero, lamentablemente, el régimen criminal de Putin sigue atormentando al pueblo ucraniano y, a una escala menor, pero también importante, al mismo pueblo ruso. Hoy escribimos esta carta abierta para plantear los problemas actuales, algunos de ellos nuevos, otros antiguos.
Como orientación tomamos dos preguntas clásicas, a la vez que ingenuas, de la literatura rusa. Son títulos de novelas de Herzen y Chernyshevski, ambos escritores revolucionarios perseguidos por el régimen zarista: ¿Quién tiene la culpa? y ¿Qué hacer? Y justamente una de las cosas que podemos hacer –o una condición previa necesaria para poder hacer algo– es no equivocarnos acerca de quién tiene la culpa.
¿Quién tiene la culpa?
En España y por extensión en Europa la respuesta está cada vez más clara. Aún así, hay los que dudan, los que acusan no tanto a Moscú como a la OTAN, a los Estados Unidos o a la misma Ucrania. “A Putin lo provocaron”, “no tenía otra salida”, “los ucranianos son nazis” –repiten los clichés de la desinformación rusa–. En España cuelan bastante porque muchos aún recuerdan que la URSS apoyó a la República en contra de Franco, porque asocian en positivo a Rusia con el socialismo, con el comunismo, olvidando que ante todo era y es una dictadura con una máquina represiva y militar brutal.
Y si bien la URSS blandía una ideología de izquierdas, la Rusia de Putin, con su nacionalismo y tradicionalismo, cae claramente del lado de la extrema derecha. Paradójicamente, no deja de ser una continuación de la URSS. Porque, con dictaduras, el baremo izquierda-derecha falla: la ideología puede ser cualquiera, ya que en realidad no se la sigue, se la utiliza como una herramienta más de dominación. Lo que cuenta son las prácticas de poder, y en estas Putin, Franco, Stalin, Pinochet, Castro, Videla o Mao apenas se distinguen –los extremos se encuentran–.
En las prácticas de poder Putin, Franco, Stalin, Pinochet, Castro, Videla o Mao apenas se distinguen. Los extremos se encuentran.
Es decir, por poco o mucho que le guste a uno los Estados Unidos o la OTAN, sea uno de izquierdas o de derechas, tiene que reconocer que en este caso concreto la responsabilidad es de Rusia y su ambición imperialista. Nadie obligó a Rusia a invadir, ocupar y anexionar partes de Ucrania, sobre todo nadie le obligó a enviar sus tropas y provocar devastación más allá de los territorios separatistas del Donbás, la “liberación” y “protección” de los cuales fueron el objetivo oficial de la así llamada “operación militar” de Putin.
Nadie obligó a Rusia a invadir, ocupar y anexionar partes de Ucrania
La farsa de la famosa “desnazificación” de Ucrania merece un párrafo aparte. Es verdad que en Ucrania hay grupos paramilitares nacionalistas o de extrema derecha –los hay en cualquier país, en la misma Rusia los hay de sobra–. Y es cierto que estos grupos están luchando junto con el ejército ucraniano. Sin embargo, la derecha nacionalista solo tiene un escaño en el Parlamento y el presidente es un judío cuya lengua materna es ruso. O sea, los “nazis” que, según la propaganda rusa, llegaron al poder en Ucrania tras la revolución del 2014 para llevar a cabo un “genocidio” de la población rusohablante, son un invento del Kremlin (de hecho, si en algún lugar hubiera “nazis”, habría que buscarlos en Kremlin mismo).
Este invento cumplió su función: sembró confusión en el este del país, donde se veía casi únicamente la televisión rusa, y puso a una parte de su población en contra de Kiev, lo que los servicios secretos rusos aprovecharon, junto con el precedente de Crimea, para orquestar un conflicto separatista en el Donbás. (Así, el Sr. Guirkin que fue líder de los separatistas en Donetsk, no es de la región, es un exoficial del Servicio federal de seguridad ruso y llegó a Ucrania en 2014.) Pasados ocho años, Putin utilizará este mismo conflicto como pretexto para la anexión del resto de Donbás y la invasión total de Ucrania. Una jugada maquiavélica perfecta que aún confunde a una parte de la opinión pública europea.
¿Qué tiene que ver Occidente en todo esto? Entre otras cosas, sirve de antagonista de Rusia. Es hacia Occidente, en particular hacia la UE, que en 2014 Ucrania decidió orientar su modelo político, cercano hasta entonces a Rusia. Este hecho significaba una pérdida de influencia para Putin, mientras que las protestas de Maidán crearon el precedente de una revolución exitosa contra un gobierno corrupto. Si la sociedad civil ganó en Kiev, podría ganar en Moscú. Se tenía que desprestigiar esta revolución, falsear su imagen en los ojos de los rusos, y finalmente intentar revertirla.
De esto básicamente trata todo lo que ha hecho el Kremlin desde entonces. Y –para empezar a responder a la segunda pregunta– es fundamental ser conscientes de ello, difundir esta información y luchar contra la desinformación rusa y sus repercusiones en Europa. Ahora bien, ¿qué más podemos hacer para acercar el fin de la guerra y ayudar a los que sufren de ella?
En España algunos olvidan que Rusia, ante todo, era y es una dictadura con una máquina represiva y militar brutal
¿Qué hacer?
Hay cosas evidentes que podemos hacer a nivel individual y que ya se están haciendo, como acoger a los refugiados ucranianos; donar lo que se necesite a las ONGs y grupos de voluntarios que lo distribuyen aquí o lo envían a Ucrania; salir a las manifestaciones en contra de la guerra, etc. Pero con todo esto se asoma un gran problema: lo que en inglés se llama the Ukraine war fatigue –nos hemos cansado de tanta Ucrania–. Y esto es lo que no debemos permitir, sería hacerle las cosas más fáciles a Putin.
Y ¿cómo actuar a nivel más global? Es crucial la cuestión de las sanciones: en este campo queda aún mucho por hacer. En mayo del 2022, el Parlamento Europeo adoptó la Resolución 2022/2653(RSP) que prescribe ampliar las sanciones personales tomando en cuenta el listado de 6000 cómplices de Putin presentado por la Fundación Anticorrupción de Alexey Navalny. Han pasado nueve meses desde entonces, pero aun así muchas personas del listado todavía no han sido sancionadas.
Otra cosa que debería hacerse en España es cerrar la SORS, la así llamada “Unión de las organizaciones de compatriotas en España”, con sedes en varias ciudades, y las “Casas de Rusia”
Creemos que es muy importante instar a la Comisión Europea a que cumpla la Resolución e implemente las sanciones ya. No obstante, incluso esta lista de 6000 personas queda corta: por ejemplo, habría que incluir en ella a todos los principales miembros de los gobiernos regionales de Rusia.
También en España y Andorra hay propiedades y dinero de varios cómplices de Putin, empezando por su exmujer Lyudmila Ocheretnaya. Por eso, desde nuestra asociación pedimos que también se apliquen sanciones a nivel nacional, que se investigue la procedencia del dinero que estas personas traen aquí, que se confisquen sus propiedades y se prohíba su entrada en el país.
Otra cosa que debería hacerse en España es cerrar la SORS, la así llamada “Unión de las organizaciones de compatriotas en España”, con sedes en varias ciudades, y las “Casas de Rusia”. Estas organizaciones reciben financiación del gobierno ruso y forzosamente cumplen el papel de sus agentes y portavoces. Sus “inocentes” actividades culturales están pensadas para laval la imagen de Rusia, pero lo que hacen a escondidas es promover el apoyo al régimen de Putin y difundir desinformación. Propagan un discurso de odio y violencia que, en palabras de Duras, “penetra por todas partes”. Vemos este discurso como prolongación de la guerra y por eso consideramos importante parar su propagación.
Para llegar a una paz basada en el respeto a los derechos humanos y a la justicia internacional, haría falta una derrota militar de Rusia y un cambio de régimen en el Kremlin. Como todo imperio, este también tiene que caer
Finalmente, no podemos eludir la cuestión de las armas. Se debate mucho si hay que enviar ayuda militar a Ucrania, y nuestra opinión unívoca es que sí, es absolutamente necesario. Los que dicen que para conseguir la paz solo hace falta empezar las negociaciones se equivocan: no se puede negociar con Putin, ni detenerlo con palabras. Diga lo que diga, él no está dispuesto a negociar nada. Ni tampoco cumpliría los acuerdos si las negociaciones llegasen a suceder.
Además, para el Kremlin, las únicas negociaciones posibles serían las que reconocerían su “derecho” a los territorios ocupados. Esto significaría, por un lado, que la población de estos territorios seguiría siendo torturada, violada, encarcelada y exterminada, como ha sucedido en Bucha y otras ciudades donde entraron las tropas rusas, y, por otro lado, que Rusia saldría de la guerra ganando, impune y más fuerte, lo que sería una garantía no de la paz, sino de un incremento de su ambición imperialista (y quizás no solo de la suya, ya que la impunidad de Rusia crearía un precedente muy peligroso). Así que, para llegar a una paz basada en el respeto a los derechos humanos y a la justicia internacional, haría falta una derrota militar de Rusia y un cambio de régimen en el Kremlin. Como todo imperio, este también tiene que caer.
¡Paz para Ucrania y libertad para Rusia!
Rusos Libres-España es una asociación de rusos residentes en España creada por un grupo de activistas a partir de la ola de protestas en contra del régimen antidemocrático de Putin y de la invasión de Ucrania.
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